El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell

Para furibundos de la lectura...
 
DURRELL, Lawrence. El cuarteto de Alejandría. I Justine, II Balthazar, III Mountolive, IV Clea. Barcelona: Edhasa, 2003. trad.  Aurora Bernárdez. He fotografiado los cuatro volúmenes para que se vea la envergadura de la obra. La edición, como suele ser en Edhasa, cuidadísima, con tapa dura y una traducción magistral, presentado en un estuche para su mejor conservación.

 
 
Hay libros míticos. Y éste lo es. A lo largo del s. XX algunos han dejado su impronta y a los que disfrutamos leyendo nos parece que no hemos acabado los deberes hasta que no nos hemos adentrado en su lectura: À la recherche du temps perdu, de Proust; La Metamorfosis, de Kafka; La montaña mágica, de Mann; el Ulises, de Joyce... La lista no es cerrada y cada uno podría añadir los que quisiera según gustos y preferencias. Pues bien, este cuarteto es de los que tenía pendiente desde que se publicó por la misma Edhasa en el 77, aunque la obra viera la luz por vez primera entre 1957 y 1960. Ninguno de estos títulos es "un libro para un ratito", como dije de otro comentado en este mismo blog. Son todos ellos libros de largo aliento, por su extensión, por su intensidad, por su densidad... Lo comento, pues, a sabiendas de que tal vez tenga que aguardar lo suyo en vuestra particular lista de espera; pero también lo hago por compartir con los futuros expertos en bibliotecas, la opinión de quien, si más no, tiene en su haber un extenso repertorio de lecturas. 
 
 
¿Por qué ahora? Las motivaciones de nuestras lecturas son múltiples: un consejo de alguien en quien confiamos, un comentario de un experto, un título sugerente, incluso una cubierta llamativa, o simplemente porque está de moda, "hay que leerlo"... En mi caso, el viaje a Egipto de este verano, del que ya hay muestras en otras partes del blog, me iba a posibilitar acercarme a la ciudad que tiene el Mediterráneo al norte (qué descoloque...), Alejandría. ¿No os ha pasado que algunos topónimos tiene tal poder evocador que despiertan un irrefrenable deseo de visitar esos lugares? Samarkanda, Antananarivo, Ulan Bator... ¡Alejandría! ¡Qué mejor modo de preparar un viaje, que leyendo algo sobre la ciudad a la que se proyecta ir! Mi única referencia previa, literaria, por supuesto, eran los poemas de Kavafis; pero estos cuatro tomos tenían mayor consistencia física, que no anímica. Y uno sabe que las ciudades que se construyen con palabras pueden distar mucho de lo que se encuentra luego en la realidad, máxime si han pasado más de cincuenta años desde que Durrell, en el periodo de entreguerras, estuvo viviendo en una ciudad que ahora sólo existe en el recuerdo permanente de sus páginas. Con todo, uno se embarca en los viajes y en las lecturas para hacer suyo lo que otros vivieron previamente, a sabiendas de que se sale de ellos, de los viajes y las lecturas, distintos de cuando partimos. Valga pues esta larga introducción, como preparación-justificante de mi comentario.
Posiblemente para entender y valorar una obra en toda su plenitud, y más con la complejidad de ésta, conviene situarla en su momento. Es la época en que otros autores británicos, como Aldous Huxley en Contrapunto, o el mejicano Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz, por poner dos autores distintos y distantes, ensayan el perspectivismo, intentando abarcar la riqueza de lo real desde múltiples puntos de vista. Ambas novelas, leídas con veintitantos años, me deslumbraron por lo novedoso. Tal vez, si hubiera leído ésta entonces, me habría provocado pareja fascinación. Hoy sin embargo ese recurso no me sorprende como entonces, aunque es cierto que supone una herramienta narrativa muy válida para abarcar las vidas de unos personajes que coinciden en la Alejandría de esa época y en un momento clave de sus vidas. Tres de los tomos están narrados en primera persona, la voz de uno de ellos, Darley, trasunto del escritor, y el tercero, Mountolive, en rigurosa tercera persona omnisciente. El hecho de que Darley tenga como profesión la de escritor, como Pursewarden, otro de los actores de la trama, permite a Durrell reflexionar, al tiempo que cuenta, sobre el proceso creativo. Y el complejo entretejido de acciones y personajes que viven en los tres primeros volúmenes un mismo momento vital permite ir conociéndolos cada vez con más profundidad. Algunos de ellos, al inicio, son secundarios y acaban convirtiéndose en los protagonistas de un tomo posterior. Los amores y desamores que viven entre ellos, las intrigas políticas de un país entonces todavía bajo los designios de Gran Bretaña, los intentos de surgimiento del movimiento sionista apoyado desde la ciudad por la importante colonia de judíos alejandrinos, que lucha a la vez por mantener su poder en aquella sociedad... Y, envolviéndolo todo, Alejandría, la europea, la copta, la judía, la que rodea el mar con el inmenso abrazo de la corniche interminable, y por encima de todas, impregnándolas de aromas, colores, sonidos, la árabe, decadente, pobre, bellísima, si es que puede haber belleza en la miseria..

Con todo lo dicho, una obra no alcanza la plenitud literaria si no es porque está escrita de un determinado modo. Durrell es poeta, además de novelista, y ello se pone de manifiesto en un estilo enormemente expresivo, con un juego metafórico imponente, con un nervio descriptivo fuera de lo común; con una profundidad a la hora de retratar los caracteres de sus personajes que se convierten en inolvidables. En ese sentido, si tuviera que quedarme con alguno de ellos, tal vez elegiría a Mountolive, trasunto también del autor, que ejerció como diplomático en Egipto. Su historia de amor imposible con Leila es magnífica, además de estar ambientada al borde del desierto, junto al delta, en casa de los Hosnani, acompañados por las presencias de Nessim y Naruz. Un regalo. Si tuviera sentido leer esta tetratología de forma parcial, éste sería el volumen que con mayor fuerza recomendaría. El desierto, el desierto... (El desierto "rosa", fotografiado por mí mismo. Impresionante, aunque no sé si tanto como el "blanco").


José Manuel Mora Carbonell.

Comentarios

Fran ha dicho que…
A ver si un año de estos me armo de valor y lo leo, jaja!!

Alee, saluts!!
Alberto Fenoll ha dicho que…
Parece que los cuatro tomos han intimidado al personal. Ánimo!, el mundo es de los valientes.
alberto Fenoll