Berlin Alexander Platz, de A. Döblin

Libro "moderno"

Hola a tod@s de nuevo. Tras las vacaciones me incorporo otra vez al blog aunque, si no hay comentarios, quiere decir que el personal ha hecho lo propio. De todos modos aquí va la última recomendación; una modernez con más de ochenta años a las espaldas: DÖBLIN, Alfred. Berlín Alexanderplatz . Madrid: Cátedra, 2007. Se trata de una de mis múltiples asignaturas pendientes.



¿Por qué el encabezamiento de la entrada? Porque para ser de 1929, el libro encantará a los degustadores de "novedades". El principio del s. XX fue convulso para las artes: la pintura se las tuvo que ver con el Cubismo, el cine hizo su aparición trastocando la visión de la realidad, hasta ahora estática, y la literatura tuvo también su sarampión con la irrupción de las Vanguardias. La narrativa no quedó al margen de todo este proceso. Hay una serie de títulos que inauguran la modernidad: En busca del tiempo perdido, de Proust; Ulysses, de Joyce; Manhattan Transfer, de Dos Passos y probablemente este Alexanderplatz, que comentamos.
La imagen con la que arranca este párrafo dista mucho de la que tendría esa zona de la capital alemana de entreguerras, que seguramente se parecería más a esta otra de abajo. En la zona oriental del actual Berlín, albergaba tabernas, cines, prostíbulos frecuentados por el proletariado, y era un lugar de paso y confluencia. Ahí ambienta Döblin su novela. Era neurólogo, conocía todo ese submundo, había trabajado en un psiquiátrico y padecido los desastres de la Gran Guerra. Se alistó en el Partido Socialista Alemán y su visión de la realidad no podía ser más que crítica.


El personaje que sustenta todo el libro es Franz Biberkopf, un maleante de tres al cuarto, recién salido de la cárcel y que, a pesar de sus buenos propósitos, no puede escapar al "destino" ¿? (el interrogante se debe a que el autor considera que el Destino todopoderoso y triturador es un mito de quienes no son libres), a su condición social, a su falta de ubicación laboral, emocional, y que verá cómo la vida lo conduce inexorablemente hacia el desastre. A los que hemos leído la literatura clásica española, el personaje nos puede aparecer como un "pícaro", con lo que poco de nuevo aportaría el libro de Döblin. Pero la obra literaria se construye con palabras, y es aquí donde la novela aparece como de una rabiosa novedad para su época y para el lector de hoy que quiera alejarse de los trillados caminos que recorren chicas cargadas con latas de gasolina. Absolutamente coetáneo de la novela es el Expresionismo pictórico, que el escritor hace suyo mediante una serie de técnicas poco vistas: la corriente de conciencia, la multiplicación de puntos de vista, la incorporación de materiales ajenos (los periódicos, las canciones de moda, la Biblia...), todo lo que sirva para dar fuerza a la historia, al pobre diablo de Franz y a su víctima. Consigue un efecto desasosegante por acumulación y ayuda a entender aquella sociedad enferma que dejaría brotar y ascender al nazismo de Hitler de modo "democrático". 

Tuvo tanto éxito en su época que se convirtió pronto en guión radiofónico y se transformó en película. Pero 50 años más tarde fue retomada en forma de macroproyecto televisivo por Reiner Fassbinder, que filmó una serie de 15 horas de duración. Franz y la Alexanderplatz seguían vivos para la sociedad alemana y para los lectores de la actualidad, a juzgar por las continuas reediciones del librito, con diminutivo, pues al ser "de bolsillo", sólo cuesta 17 módicos euros. Si pensáis viajar a Berlín, éste puede ser un buen acompañante.
José Manuel Mora

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