Two Lovers, de J. Gray

À trois.
Con dos años de retraso y sin demasiado eco mediático, se estrena la película Two lovers, dirigida por James Gray, director de tan sólo cuatro filmes anteriores, de temática "negra". Aquí cambia de registro hacia el melodrama romántico. Ya desde el título tenemos un problema: su ambigüedad. ¿Quiénes son los dos amantes? ¿El protagonista masculino, Leonard, y una de las dos muchachas de las que se enamora? ¿O bien las dos posibles amantes de él?

Hollywood nos tiene acostumbrados a pelis "de amores y de llorar" con las que los estudios se forran de dólares. Podríamos pensar que ésta es una más, pero resulta atípica. Es posible que tenga algo que ver su origen literario, nada menos que Fiódor Dostoievski, quien antes de adentrarse en sus grandes obras, escribe Noches blancas, ambientada en San Petersburgo, cuando la luz no decae en ningún momento de la noche. Algo mágico para quien lo ha vivido. Es el marco perfecto para una historia romántica, en el sentido histórico-literario de la palabra.


Sin embargo no estamos ante una peli de época. Gray la ha trasladado a Brooklyn, en un ambiente judío tradicional, donde Leonard, enfermo bipolar, abandonado por su primera novia y de tendencias suicidas, que ha regresado a un hogar cálido y castrador (magnífica la Rosellini en el papel de madre) se debate entre dos concepciones del amor: la apasionada que representa Michelle, con su misterio y su fragilidad, a la que él se rinde por completo, a pesar de que suponga lo incierto y el posible dolor, ya que ella ama a otro; y la cotidiana, en la figura de Sandra, que encarna la familia, la continuidad del negocio, la seguridad, la protección que ella le ofrece...pero que también supone renunciar a la intensidad emocional entrevista con la otra.
Llevar ambas historias hacia adelante es una de la virtudes del director. Película de interiores que enmarcan y retratan perfectamente a Leonard y sus dudas. Joaquin Phoenix, tan distinto del malvado emperador de Gladiator, está impecable en sus balbuceos y en sus silencios, en sus miradas desamparadas (¡qué impresionante la secuencia de la terraza al amanecer!). Lo mismo que la Paltrow, en su bella fragilidad, en su desconocida historia previa que la vuelve tan misteriosa. O Vinessa Shaw, el tercer vértice, inteligente, hermosa, amorosa. Difícil la decisión. Aunque, como en la vida, al final son los otros los que deciden por uno. Estupenda, sin palabras, la secuencia de la playa nocturna con los guantes llevados por la ola.



Ya sé que era tarde de mundial, pero en el cine éramos cuatro. Si alguien quiere disfrutar de una histroia tierna, pero no ñoña, en absoluto grandilocuente, conmovedora, que corra a verla antes de que la quiten. Consejo de amigo.

José Manuel Mora

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