Contracorriente, de Fuentes León

Una rareza peruana

Después de tanta película veraniega infumable, un soplo de aire fresco desde el Pacífico peruano. La peli que se acaba de estrenar hoy viernes es de un primerizo, Javier Fuentes León, aunque no un jovenzuelo. Calza 42 años. Contracorriente, de 2009, viene avalada por el premio del público del festival de Sundance, (para los no iniciados, pueblecito donde se estrenan los filmes con ínfulas de alternativos en el mercado estadounidense). Tal vez para los modernos festivaleros, o para la sociedad española actual, que en esto, al menos legalmente, va por delante, puede que no resulte en absoluto "alternativo", vivimos en el país de Pedro Almodóvar. Sin embargo hay que pensar con la mentalidad "del lado de allá", que decía Cortázar en Rayuela. No en balde, entre otras herencias les dejamos a lo latinoamericanos un machismo bien acendrado, tal vez enfermizo.
Así que habrá que situarse en una comunidad de pescadores bien aislada, que vive la mixtura de las religiones precolombinas y del cristanismo que les llevamos. La película se abre con una ceremonia que es un buen ejemplo de ello: un cadáver va a ser arrojado al mar, única forma de que alcance la paz. Y dicha ceremonia se realiza en presencia del cura de la aldea y de toda la comunidad. Se respira ese aire comunero que se vive en las comunidades pequeñas, andinas o no, y que se reflejaba también en La teta asustada (otra peli para recatar en vídeo o en la red).


En ese marco, cómo se puede vivir la homosexualidad si no es a escondidas, con una represión absoluta del propio ser y de las propias querencias y vivencias. El capitalino lo tiene todo más claro. El pescador, casado y esperando un hijo, tiene que ocultar y ocultarse. No le cabe en la cabeza la confusión de sentimientos que experimenta. Como decía Lorca, es el "amor que no se atreve a decir su nombre". Sólo la tragedia lo pondrá en la tesitura de reconocerse y asumirse ante sí mismo, ante su mujer y ante la comunidad.
Cómo se le puede pedir que entienda que, volviendo a Cortázar, "entre el sí y el no cuántos quizás; entre el blanco y el negro, qué infinita gama de grises". La película muestra todo este cúmulo de conflictos y sentimientos encontrados, con una factura elegante, una fotografía estupenda y unos actores creíbles.
Si hubiera que ponerle un pero, éste sería bien desde "el lado de acá": que la mayor parte de la vivencia se desarrolle en un plano de subjetividad. Pero claro, si a los propios miembros del equipo de rodaje les pudieron parecer fuertes algunas escenas, no quiero ni pensar en lo que podría suceder en algunos cines de allá.
Creo que merece la pena acercarse a verla antes de que la quiten. Queda inaugurada la temporada.
José Manuel Mora Carbonell

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Ya lo dije... muy muy sentimental.Merece la pena. LE