Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek

Crónica enloquecida de una locura

Tal vez el epígrafe de esta entrada "Libros recomendados" exigiría del que esto escribe un olfato sagaz a la hora de elegir las lecturas, para poder luego ejercer de "recomendador". Sin embargo no todos los libros que uno lee, más ahora que lo hago por gusto y no por exigencias profesionales, tienen que ser absolutamente recomendables. Y me explico a continuación.

La presentación física del libro era una invitación: tapa dura, tacto mate, hojas de guarda en negro... HASEK, Jaroslav. Las aventuras del buen soldado Svejk. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, 2008. Traducción directa del checo de Monika Zgustova. Además en la bufanda publicitaria Max Brod hablaba de un escritor en la línea de Rabelais y Cervantes y Brecht lo situaba entre una de las tres obras de la literatura universal del s. XX que él elegiría.

Y sin embargo....La historia de este soldado declarado "idiota oficial" desde las primeras páginas me provocó una distancia, es posible que buscada por el autor, como la que suele producirme la literatura picaresca, en cuya tradición me parece que el libro se inscribe. Del mismo modo que Lázaro o Pablos, Svejk va pasando por distintas situaciones y distintos "amos", lo que le permite a Hasek ir retratando a diferentes estratos de la sociedad centroeuropea en el decadente Imperio Austrohúngaro, justo al inicio de la primera gran carnicería industrial de seres humanos, conocida luego como Iª Guerra Mundial. Y así, la policía, los jueces, los hospitales siquiátricos, los capellanes, las cárceles....van siendo puestos en la picota sin conmiseración ninguna y con un tufo a espejos deformantes típicos del Callejón del Gato, que el Valle de los esperpentos conocía bien. En la última parte del libro, ya en dirección al frente de batalla, en pleno estamento militar, los mandos son retratados como ejemplo de cinismo y corrupción y la tropa, del mismo nivel de estupidez que el propio protagosnista.

Hasek, checo que escribe en checo, y no en alemán, como su compatriota coetáneo Kafka, (acabó luchando por una Chequia independiente desde una organización nacionalista) tiene además una ideología anarquista y unas vivencias bohemias y tabernarias que me lo emparentan con la estética expresionista de Otto Dix y George Grosz, de un realismo deformante y crítico. De hecho muchos de los avatares vividos por Svejk podrían caracterizarse como auténticamente kafkianos: unos porque los hechos así se podrían considerar y otros porque el buen soldado en kafkianos los convierte con sus explicaciones torrenciales y absurdas referentes a su experiencia previa, bien vivida o inventada. Y han sido justamente estos excursos una de las razones que me han hecho distanciarme de la historia y del personaje.

Prisionero él mismo de los rusos, la última parte de este libro inconcluso (le sorprendió la muerte temprana, 1923, mientras dictaba sus últimas líneas) sigue con su visión (la de Svejk/Hasek) alucinada, pero la hilaridad del inicio se va disolviendo en la crítica del corrupto ejército austrohúngaro y de lo absurdo de la guerra conforme comienzan a aparecer los campos de cruces y los hospitales de campaña.

A lo mejor por eso he querido dejar esa caricatura del buen soldado Svejk, tan amigo del tabaco y la cerveza, en lugar de alguna foto de los campos de batalla de aquella guerra en la que toda una concepción del mundo se estaba viniendo abajo y tras la cual ya nada sería igual.

José Manuel Mora




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