Cubiertas, que no portadas

Del diseño aplicado a las cubiertas
y otros menesteres


La cubierta de un libro, que no portada, como sabe bien el antiguo alumnado del MBAD que me soportó en las clases de Edición, es cosa importante en la presentación de un ejemplar, ya que desde ella se nos llama, y no sólo desde el título o el autor, a sumergirnos en su lectura.

Inicialmente, cuando los libros eran rollos de papiro, con meterlos en un saquito de piel y ponerle una etiqueta era suficiente. Cuando pasaron a ser códices, se les empezó a poner la cubierta, que tenía una función meramente protectora y a veces identificativa, con el título o el nombre del autor en el lomo (hablamos del s.V y VI). Hay que esperar al Renacimiento para que se conviertan, y conviertan a los libros que presentan, en objetos de lujo. Eran productos de artesanía y por lo tanto únicos. En el s. XIX, con la industrialización, las ediciones se "democratizan", y tienden a igualarse. Luego empiezan a seguir las modas del momento: neogótico, Bauhaus...Y en un momento dado, ya en la segunda mitad del s.XX los editores aplican un determinado estilo a un mismo tipo de libros o a un mismo género que pueda ser reconocible fácilmente por el lector asiduo.

En España, a partir sobre todo de los años 60 de la pasada década, se dio un giro absoluto al asunto de las cubiertas. Recuerdo de mis años universitarios lo atractivas que nos resultaban las que Alianza Editorial encargó a Daniel Gil para su colección de Libros de Bolsillo. Éstas le proporcionaban a nuestros ojos un valor añadido. LLevarlas bajo el brazo, mostrándolas, le hacían pertenecer a uno al clan, como ahora las tribus urbanas y sus señas de identidad. Véase si no la que sigue.

Hoy en día, cuando los libros, convertidos en objetos de consumo, tienen que pelearse en las grandes superficies por hacerse un hueco entre tanta novedad, hay editores que se ponen agresivos en el cuerpo de letra elegido para el título, en el color, sobre todo cuando se trata de best sellers. Otros sin embargo, más exquisitos, y que se encargan de sellos independientes siguen con políticas de elegancia e inteligencia: Acantilado, Libros del Asteroide...Ahora hay otros nombres de prestigio, como Enric Satué, que trabaja para Alfaguara o RBA.

Si el tacto, la forma, el aroma, el libro como objeto en definitiva, es algo que el electrónico no proporciona, el cuidado de las cubiertas deberá ser algo que los editores traten con mimo, si quieren que no sólo los del Pleistoceno Superior, como el que esto escribe, se decanten por los libros de papel, aunque sea cuando piensen en un regalo. Buena lectura.

José Manuel Mora


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