El veneno del teatro: "La función por hacer", de Miguel del Arco y Aitor Tejada.

Un documento único, irrepetible.

Los improbables lectores del blog me vais a perdonar esta debilidad. Me voy a salir del guión (lo siento, todavía con tilde, ya que leo la palabra como bisílaba) de las etiquetas que en él distribuyen la información. No hay una que diga"teatro". Por eso, y aunque sea con calzador, voy a considerar las representaciones teatrales como documentos únicos e irrepetibles. Cuando se filma un espectáculo para conservarlo, cosa antes imposible (por eso se perdieron modos de hacer definitivamente) estamos ante otra cosa y sé que hay mediatecas que albergan esta clase de documentos, algunas especializadas y otras generalistas.

En una función se repite el mismo texto cada noche, pero siempre hay margen para la improvisación, aunque sea pequeño. Y además, el hecho de que esté sucediendo en el mismo instante, le da una emoción que no tienen ni el cine ni la televisión. Tal vez por eso el teatro goza de una inquebrantable mala salud de hierro y el público está volviendo a llenar las plateas. Tal vez por eso también vengo conmovido hasta el tuétano y quiero dejar constancia de mi emoción para que el tiempo y la memoria decadente no hagan a la perfección su trabajo. Dejo aquí el cartel de la producción, La función por hacer, escrita a cuatro manos por Miguel del Arco y Aitor Tejada, como hago con los de las pelis que comento, y con las cubiertas de los libros que leo.
 
 
Hay otro elemento que quiero añadir antes de entrar en harina: el hecho de que en mi larga trayectoria teatral, como espectador desde los 16 años, de intérprete en teatros leídos universitarios y luego director de teatro escolar y profesor de dramatización durante años, Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, fue la primera obra en la que actué como ayudante de dirección y como "personaje" secundario subido a un auténtico escenario en el antiguo teatro Bretón de Salamanca. Así pues la obra queda durante tiempo en el recuerdo y luego se asienta en lo profundo. Como la famosa "madalena" proustiana, la función de esta noche ha traído a la superficie un montón de vivencias y emociones.
 

 
Para cuando Pirandello derribaba la "cuarta pared", la convención teatral que permite a los espectadores ver lo que sucede en el espacio escénico como si no estuvieran, hacía tiempo que M. de Unamuno, otra vez Salamanca, llevaba haciendo que se peleara su personaje de Niebla con él mismo, exigiendo aquél que lo dejara vivir y rebelándose como una criatura de ficción con autonomía suficiente para querer tomar las riendas de su destino. Del mismo modo en la obra del italiano los personajes entraban por el patio de butacas buscando un autor que cuajara lo que había quedado inconcluso, la historia que ellos representaban. Por eso me parece un acierto por parte del director, Miguel del Arco, haber subido a algunos espectadores al escenario para que el drama esté absolutamente envuelto por quienes lo contemplan; en esta propuesta no hay nada del antiguo "distanciamiento" brechtiano.
 
 
Lo sorprendente de la recreación del clásico es en primer lugar la facilidad pasmosa con que los autores, Aitor Tejada alalimón con el que ejerce de director, consiguen transitar del drama de los "personajes" al tono de comedia que impera en los actores que estaban representando la función cuando se ven interrumpidos. Se trata pues del viejo asunto del teatro dentro del teatro. Aquí con un escenario desnudo, vestido sólo con luces y con la palabra y la presencia de unos formidables actores. Como veo pocas series en la tele, no conocía a ninguno de ellos, y son de los que pueden cortarte el aliento, como "la madre" con su grito desgarrador (comentado por la actriz de inmediato, clímax/anticlímax) o el "hermano pequeño" sollozando en la fila de detrás de nosotros, manteniendo la tensión emocional para poder saltar de nuevo a escena lleno del mismo furor con que la dejó para enfrentarse con toda su visceralidad al "hermano mayor" .
 

 A todo ello se añade un contraste más, el de la autenticidad de los "personajes", eternos una vez que han sido creados, pero condenados a su vez a ser siempre ellos mismos y a vivir siempre el mismo drama, en el que no voy a entrar, con la inconsistencia de los actores, pendientes de su representación, preocupados por la "autenticidad" de su actuación, víctimas de sus vanidades. Y al mismo tiempo la paradoja de que sean más reales los "personajes" que los actores/personas, puesto que, pasado el tiempo, lo que fueron habrá quedado reducido a una pura ilusión.

La tensión constante a la que se ven sometidos por el director hace que los actores sean absolutamente creíbles y su proximidad con el público, moviéndose entre el escenario y el patio de butacas, hace que como espectadores nos veamos sometidos a un grado de excitación emocional como hace tiempo que no sentía. Todo ello con quiebras continuas entre la historia que los "personajes" traen con ellos y el intento de los actores por asumirla para tratar de representarla, con el consiguiente extrañamiento para aquellos al verse representados, incluso sobreactuados. La crítica es constante en las dos direcciones. Carne actoral, verdad teatral. El espectáculo ha hecho que me reconcilie con las tablas después de muchas frustraciones. El programador del Principal no debe de ver mucho de lo que por ahí se representa. Ya sé que las arcas están vacías, pero los espectadores tal vez merezcamos algo más de variedad.

Si la vierais anunciada por ahí, no os la perdáis. Es un consejo de amigo.

José Manuel Mora.




Comentarios

hiparco ha dicho que…
En el acto II de Hamlet éste se sirve de una compañía de actores para recrear ante el autor de la muerte de su padre la escena; ante el fingimiento de la realidad W. S. emplea el teatro como desvelamiento o verdad; no sé si fue éste el primer caso de "metateatro" en el que como en el cuadro de "las meninas" el autor pretende introducir al espectador junto con los "personajes" en la misma función; la técnica es apasionante, pues no la puede el cine, pero sí el teatro; si en vez de la historia o la trama que se presupone ficción, se juega con emociones y sentimientos, se puede uno llegar a confundir con los personajes de la obra; me río yo del 3D de James Cameron.
MBAD ha dicho que…
La verdad es que no se me había pasado por la cabeza esa referencia, que me parece perfectamente adecuada al caso. Dos cabezas piensan más que una. Gracias.