Y además comedia...
Con estos antecedentes, seguramente estoy desanimando a más de uno. Ya sé que hay gente que, por principio, no va a ver cine español. Y sin embargo, quien viera en su momento la peli anterior de Daniel Sánchez Arévalo, en una tonalidad dramática aquella vez, Azuloscurocasinegro, es posible que repita.
Si además repite con algunos de sus actores fetiche, Antonio de la Torre, que borda su papel de borracho, o Quim Gutiérrez, aquejado como tantos de su edad del complejo de Peter Pan, es posible que se asegure algunos espectadores fieles. Hoy me han proyectado la peli a mí solo. Cosas del directo.
Rodada en Comillas, el pueblo cántabro sirve perfectamente como ese lugar mítico en el que algunos vivieron la adolescencia, las correrías, el primer amor y al que se regresa después de muchos años fuera, para ver si existe la posibilidad de recuperar lo perdido, aunque sea a costa de tomar decisiones, esa actividad que nos acerca peligrosamente a la tan temida madurez. Arévalo no lo plantea desde el desgarro o la crisis, sino desde la comedia inteligente y divertida que él mismo ha escrito. El póster que ha elegido es una declaración de intenciones.
A mi modo de ver hay un par de bazas más que me la han hecho especialmente creíble y que han ayudado a que pasara un buen rato: en primer lugar el trabajo de la bellísima Inma Cuesta, tierna, cercana; y por otro lado la actuación de Adrián Lastra, que para mí ha sido un descubrimiento, en su papel de neurótico hipocondriáco desaforado y descacharrante. Raúl Árevalo también está sobrado, pero tal vez es el personaje más de una pieza de la historia, aunque dé muestras de tener su corazoncito. A todo ello contribuye un guión suelto, dinámico, vivísimo, como los diálogos que lo sustentan.
Que nadie vaya esperando transcendencia alguna, tan sólo con el ánimo de complicidad que toda comedia requiere. Y pronto, porque seguro que la quitan.
Si además repite con algunos de sus actores fetiche, Antonio de la Torre, que borda su papel de borracho, o Quim Gutiérrez, aquejado como tantos de su edad del complejo de Peter Pan, es posible que se asegure algunos espectadores fieles. Hoy me han proyectado la peli a mí solo. Cosas del directo.Rodada en Comillas, el pueblo cántabro sirve perfectamente como ese lugar mítico en el que algunos vivieron la adolescencia, las correrías, el primer amor y al que se regresa después de muchos años fuera, para ver si existe la posibilidad de recuperar lo perdido, aunque sea a costa de tomar decisiones, esa actividad que nos acerca peligrosamente a la tan temida madurez. Arévalo no lo plantea desde el desgarro o la crisis, sino desde la comedia inteligente y divertida que él mismo ha escrito. El póster que ha elegido es una declaración de intenciones.
A mi modo de ver hay un par de bazas más que me la han hecho especialmente creíble y que han ayudado a que pasara un buen rato: en primer lugar el trabajo de la bellísima Inma Cuesta, tierna, cercana; y por otro lado la actuación de Adrián Lastra, que para mí ha sido un descubrimiento, en su papel de neurótico hipocondriáco desaforado y descacharrante. Raúl Árevalo también está sobrado, pero tal vez es el personaje más de una pieza de la historia, aunque dé muestras de tener su corazoncito. A todo ello contribuye un guión suelto, dinámico, vivísimo, como los diálogos que lo sustentan.
Que nadie vaya esperando transcendencia alguna, tan sólo con el ánimo de complicidad que toda comedia requiere. Y pronto, porque seguro que la quitan.
José Manuel Mora
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