Ernesto Sábato: Obituario

Ernesto Sábato

Creo que es mi primera entrada para comentar la muerte de alguien. No lo hice ni con Delibes, y hubiera podido, ya que conozco casi toda su obra. Sin embargo el caso de Ernesto Sábato (Argentina 1911-2011) me resulta distinto. Y eso que, con motivo de su muerte, casi centenario, los periódicos se están llenando de artículos memoriales que tratarán el tema con más conocimiento de causa que yo.

¿Quién era, pues, este viejito? Físico atómico en su juventud, con la llegada de las bombas atómicas, se desengañó de la deshumanización que el uso de la ciencia puede traer al ser humano. Y empezó a dedicarse a la literatura y a la pintura. Tenía amigos en ambos campos: Camus en la primera, y Matta y Lamb en la pintura surrealista. Y escribe entonces, 1948, su primera novela: El túnel. Creo que la leí en esta misma edción de Cátedra que aquí dejo pero veinte años después. Eran los días del boom de la literatura latinoamericana y yo había empezado por Cortázar, sus Cuentos y sus Cronopios y famas, nada menos.

Mis tiempos salmantinos de Filología fueron años de apasionamiento lector. Decidí que la literatura, más que estudiar manuales, había que conocerla leyendo. Nos trasmitíamos los descubrimientos en la Plaza de Anaya, en Anayita, en los baretos de pinchos de los bajos de la Plaza Mayor. Y fue el momento de Cien años de soledad, de Los pasos perdidos de Carpentier, de Conversación en La Catedral, de Vargas, sobre la que escribí mi tesina de licenciatura. Por supuesto de la Rayuela de mi querido Cortázar. Y de Sobre héroes y tumbas (1961), que le llevó trece años escribir.

Su lectura me dejó conmocionado, por la fuerza surrealista de sus imágenes, pero sobre todo por el inquietante Informe sobre ciegos, un itinerario infernal y subterráneo, que se incluía como capítulo que podía ser leído con independencia del resto de la novela. Y me hice adicto. Por eso, cuando ya licenciado apareció Abaddón el exterminador, corrí a Valladolid a comprarlo en mi librería de referencia, la desaparecida Villalar. Con el tiempo consiguió el Premio Cervantes.

Es probable que, hoy, algunas de estas obras no hayan resistido bien el paso del tiempo. No lo sé porque no las he releído. En aquel momento de mi vida me pareció que la literatura de Sábato con su pesimismo, trataba los temas que son vitales para cualquier mozalbete de veinte años: el amor, la muerte, el mal.


Si todo ello no fuera suficiente (conste que podría haber etiquetado la entrada en "libros recomendados"), al borde de los 80 años presenta el conocido como Informe Sábato, que le encargó el Presidente Alfonsín, sobre los crímenes y desapariciones en el tiempo de la dictadura de los Videla y compañía y que constituyó casi una prueba de cargo para la condena y encarcelamiento de los milicos. Era para muchos un faro de conciencia de una humanidad doliente.

Y como dice la milonga argentina: "Se me está haciendo la noche / en la mitad de la tarde / no quiero volverme sombra / quiero ser luz y quedarme", él quería permanecer y, a pesar de su ceguera, le dictó a su mujer, con casi los 90, su último libro, Antes del fin, en la línea de Hessel y Sampedro, dedicado a la juventud argentina, como un último grito de pesimismo y combatividad. Creo que entenderéis al fin mi recordatorio.

José Manuel Mora.

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