Riña de gatos (Preludio de la tragedia), de E. Mendoza



Otra vez Mendoza

Vaya por delante que soy seguidor de Mendoza desde los tiempos cada vez más lejanos de su novela La verdad sobre el caso Savolta (1975), que se consideró inaugural de un nuevo periodo literario, una vez muerto "el que te dije" (Cortázar siempre). Más tarde, entre el profesorado de literatura de Bachiller se puso de moda recomendar El misterio de la cripta embrujada (1979) y El laberinto de las aceitunas (1982), porque pensamos que a nuestro alumnado podrían atraparlo las andanzas atropelladas de aquél protagonista/detective tan divertido y loco. Eran otros tiempos, no se había inventado la play ni los ordenatas y todavía leían. Con todo, la que me convirtió en un auténtico admirador del escritor catalán, que escribía en castellano, fue La ciudad de los prodigios (1986). El retrato de la Barcelona que se movía en torno a la Exposición Universal de 1929, con toda su panda de pícaros, asesinos, violencia y pasiones desatadas, me pareció genial. Y sin embargo le perdí a partir de ahí la pista.

La retomo ahora con el que ha sido galardonado con el Planeta del año pasado, lo cual no siempre es un aval de calidad, sino un sello comercial aunque, en el caso que nos ocupa, el jurado estuviera formado nada menos que por Blecua, Gimferrer y Regás, entre otros. MENDOZA, Eduardo. Riña de gatos. Madrid 1936. Barcelona: Planeta, 2010. Me atraía además la posibilidad de contrastar con otra novela comentada en estas "páginas" y ambientada en el mismo tiempo histórico, La noche de los tiempos, de Muñoz Molina y más atrás aún San Camilo, 1936, del hoy denostado Cela y que en su momento tanto me gustó. No sé si se trata de una coincidencia o es algo buscado, pero el título de la que ahora nos ocupa coincide con un cartón goyesco que estuvo durante mucho tiempo abandonado en los sótanos del Prado y que puede ilustrar el ambiente pre-guerracivilesco que se vivía en la capital en marzo de aquel año.



A ese Madrid llega un experto en Velázquez, Anthony Whitelands, británico, pero con excelente dominio de nuestro idioma, y con un parecido enorme a Leslie Howard (Lo que el viento se llevó). Conoce el país de anteriores viajes, pero no lo que en él se está cociendo. Y sin imaginarse siquiera dónde se mete, se ve envuelto en toda una serie de acontecimientos que harían emparentar al libro con un fresco histórico (J. A. Primo, Azaña, Franquito, D. Niceto...) en primera lectura, pero también con una novela de aventuras/policiaca, si no fuera porque los desastres amorosos en los que se ve envuelto la relacionan también con un folletín romántico, o con un relato ejemplar cervantino, todo trufado de aires picarescos. Y no quiero poner más etiquetas.

Frente a la seriedad y hondura de la novela de Muñoz, o el desgarro granguiñolesco de aguafuerte de Cela, Mendoza se desempeña con ese estilo de escritura elegante y sereno, que sabe captar el tono de cada personaje, sus expresiones y muletillas, desde los laísmos madrileños a los refranes y modismos, "tasis", sin las comillas que yo le pongo, o diálogos perfectamente enlazados. Todo desde la perspectiva que da la tercera persona de narrador omnisciente, que le permite mostrarse bien documentado tanto en pintura, como en hechos históricos, pareja a la de su protagonista, observador al inicio y protagonista a su pesar.

La ironía de muchos pasajes o el humor abierto que ya brillaba en otras de sus novelas, están aquí presentes, aunque el ambiente que retrata sea previo al de la tragedia. Él prefiere convertir toda la intriga en una comedia de enredo, con entradas y salidas, gente que se esconde detrás de las cortinas, puertas que se cierran, como en el maestro Lubitsch, persecuciones y mamporros.

Se trata, pues, de un divertimento bien escrito, que se lee en un suspiro, la mar de entretenido, aunque nada trascendente. Por ello se le puede perdonar lo rocambolesco de algunas situaciones, las "casualidades" que se suceden, etc. porque lo que resulta impagable son los retratos de esa aristocracia pasada, el ambiente fascista de la Falange de la época, el lumpen barriobajero, la policía "municipal y espesa", que decía Valle... Con todo ello creo que el lector avisado puede hacerse una idea sobre la conveniencia o no de su lectura. Yo me lo he pasado muy bien.

José Manuel Mora.

P.S. Como no veo otro modo, quiero dejar constancia aquí del éxito obtenido por el pamfleto de Hessel que comenté en estas mismas páginas el 31 de marzo. En mes y medio parece que la gente ha decidido seguir su consigna y se ha indignado y se ha echado a la calle. A ver ahora cómo se articula toda esta protesta tan sentida.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bueno, bueno y bueno... mi gran Mendoza!!! Ya tocaba. Me leí Riña de Gatos hace meses... maravillosa su narrativa, su vocabulario... y la trama Guerra Civil, arte y el toque de misterio... en fin, sin palabras, es la conjunción de mis grandes pasiones. LE