Tokio Blues (Norwegian wood)

Una chinoiserie delicadísima

He tenido que volver a la entrada de marzo de 2009 para recordar lo que escribí a propósito del libro de Murakami de 1987, homónimo de la película que he ido a ver esta tarde. Y se vuelve a plantear la eterna discusión ¿cine o literatura? Desde luego primero el libro; de otro modo lo leeremos con las imágenes vistas en el cine y no con las que aquél sugiera a nuestra sensibilidad. Es verdad que se corre siempre el riesgo de que la peli no responda a ese mundo que nosotros imaginamos y acabemos decepcionados. Vale la pena el riesgo. Además, y en este caso, creo que el filme es superior.


Vaya por delante que sólo conozco la terrible y dura Cyclo, (pero no El olor de la papaya verde), una de las dos anteriores que firma el vietnamita Anh HUNG. Sin embargo Tokio Blues (Norwegian wood) se aparta del tremendismo anterior. No sé si movido por el material del que parte o porque la historia estaba más cerca de su sensibilidad. El subtítulo hace referencia a una canción de los Beatles de 1965 y sirve a Murakami y a Hung para ambientar la peli en el mundillo universitario de la época con sus protestas y sus actitudes vitales, y sus camisas y pantalones imposibles que todos llevábamos entonces. Además en el original, wood, "madera" para los de Livepool, se puede traducir por "bosque", que creo que es aquí la referencia adecuada, además de como metáfora para señalar a la muchacha.


No voy a contar otra vez la historia de amores cruzados e imposibles (vid. la entrada dedicada al libro); me interesa más trasmitir el mundo de sentimientos que se nos muestra, la imposibilidad del amor, la tristeza que conlleva, la obligatoriedad de cargar con la muerte de los seres a los que amamos, y cómo todo ello se vive con la sensibilidad oriental: contención, distancia, al tiempo que apasionamiento desmedido y enfermizo. La opción del director para mostrarlos son los planos cortos, con una iluminación acertadísima que convierte los rostros en delicadísimas máscaras de porcelana, como del teatro Noh. Y de cuando en cuando un toque de onirismo. Da igual que sea la luz dorada del verano, la gris de lluvia tras los cristales, o el blanco de nieve en lo alto de la colina donde se halla el psiquiátrico. El director de fotografía siempre acierta.


Y junto a todo ello, unas localizaciones magníficas que acompañan a los personajes y que envuelven y acompasan sus sentimientos a la perfección: da igual que sea el viento, que las olas embravecidas, que la nieve cayendo inmisericorde. Creo que todo ello habrá servido de gran ayuda a unos actores, que parecen estar en estado de gracia, a la hora de componer sus personajes. Eso y una banda sonora espléndida, que acompaña, pero no subraya, aunque haya que esperar a los créditos para escuchar a John Lenon y sus secuaces. ¡Qué lejos todo de la manera de contar historias de amor de los de jólivud.


Para quienes ya habíais leído la novela, no creo que os desilusione verla traducida a imágenes; a quienes gusten de la narrativa lírica, ¡no os la perdáis!

José Manuel Mora.

P. S. una vez más he elegido el tráiler de la versión original para escuchar a los intérpretes, aunque esté subtitulado en inglés. No lo he encontrado de otro modo


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