Sólo una noche, de Massy Tadjedin

 De la tentación y de la culpa ¿Se lo cuento?

He aquí una comedia con muy pocos elementos: un guión que pivota sobre cuatro personajes, los correspondientes actores, y una banda sonora de piano de carácter minimalista y absolutamente adecuada. Y sin embargo la directora, Massy Tadjedin, de origen iraní y tan afincada en los USA como para escribir el guión de The jacket (que no vi en su momento), ha decidido plantearse una serie de preguntas que, sin ánimo de trascendentalismos, obligan a los espectadores a la reflexión. El tema: la infidelidad y sus consecuencias y todo, como anuncia el título, en Sólo una noche.

Como los títulos de crédito van al final y, aun viéndolos, el nombre de la directora es ambiguo para un occidental, no tenía idea sobre la autoría del filme, y sin embargo tenía la impresión, conforme la trama se desarrollaba de que podía ser efectivamente una mujer la directora. ¿Por qué el prejuicio? Pues porque el retrato del personaje interpretado magníficamente por Keira Knightly está estupendamente perfilado, con sus celos, sus dudas, su nostalgia por un amor imposible, y su forma de vivirlo cuando lo reencuentra sin previo aviso en ese N.Y. ventoso y frío, tan otoñal. La réplica que le da el actor francés Guillaume Caunet, de quien hace poco comentaba en estas "páginas" su Pequeñas mentiras sin importancia, y que parece estar de moda, es sensible, atinada, fresca. Ambos saben crear la complicidad que les proporciona su aventura parisina anterior.

La otra pareja resulta algo más problemática. El bellezón de Eva Mendes parece que explica menos sus tomas de postura y actúa más en función de un deseo momentáneo que no le plantea ningún tipo de cargo de conciencia. Su oponente, Sam Worthington, sí parece tenerlos todos, pero, varón al fin, no tiene más remedio que entrar al trapo; como al escorpión del chiste, le sucede que "es su carácter".

El desenlace queda inteligentemente abierto (esos zapatos en el suelo....), sin moralinas, ni falsas coartadas. Ambos componentes de ese matrimonio aparentemente feliz parecen coincidir en una cosa: no tanto en la mentira, cuanto en el silencio. La pregunta a la que me refería más arriba sería: ¿quién engaña más a su pareja, quien convive con un amor frustrado en el trastero de la conciencia o quien vive una aventura de una sola noche?

A cada quien su respuesta. Al final, la frase de A. Malraux puede ser enormemente ilustrativa, por oposición al triste y común epitafio tan español de "la maté porque era mía". Frente a ese sentimiento de posesión tan agudo y tan dramáticamente mediterráneo, el francés dice: Yo no te pertenezco, no soy una cosa que posees; estoy a tu lado porque te prefiero a cuantos he conocido. Te he escogido. Seguro que la peli puede ser objeto de "forum" si se ve en compañía, así que, ánimo, y a discutir después.

José Manuel Mora

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