Crimen legal, de Alejandro Sawa

De la sordidez y otras crueldades

Desde mis tiempos de estudiante, con el deslumbramiento del teatro de Valle, pude ver que aquello que los libros decían que era "irrepresentable" lo podía presenciar en el Aula Juan del Encina de la Uni de Salamanca. Y entonces llegó Tamayo y se atrevió a subir a los escenarios Luces de Bohemia. Y su personaje principal, Max Estrella, resultaba conmovedor por tragicómico. Luego, cuando tuve que empezar a explicar Literatura en los institutos, descubrí que el protagonista tenía su referente en un ser real, un tal Alejandro Sawa (1862-1909), escritor bohemio, fracasado, que conoció París y que de allí se trajo la influencia modernista en sus facetas simbolista y parnasiana, aunque por formación y época se había educado en el Realismo/Naturalismo, junto con algo de Romanticismo.


Pues bien, dentro de mis descubrimientos seniles, ha caído en mis manos una de sus novelas. SAWA, Alejandro. Crimen legal. Madrid: Clásicos Libertarias, 1999. Es además una edición crítica a cargo del especialista Jean-Claude Mbarga. Con estos datos supongo que estará descatalogado y que habrá que echar mano de nuevo de las bibliotecas, ese antro en desuso. Ya sé que los modernos, de entre mis improbables lectores, teclearéis en la red y en cualquier librería en línea es posible que se encuentre. Pero ya sabéis, soy migrante cibernético, no nativo, y eso tiene sus peajes.

Con estos antecedentes no quiero decir que haya sido un descubrimiento, algo rompedor, pero sí me ha llamado la atención poderosamente el retrato que hace de la sociedad de su tiempo, una panorámica inmisericorde de la España finisecular, centrada aquí en Madrid, pero aplicable a cualquier otro punto. La forma en que retrata los diversos estamentos que en ella aparecen son de una sacástica crueldad, bien merecida, por otra parte: médicos, comerciantes, señoritos que no hacen nada más que vivir del cuento...el mundo de la prostitución, el machismo imperante, sin ningúna clase de mala conciencia; el adulterio como algo perfectamente establecido y asumido por la sociedad.

Todo es diseccionado sin ningún pudor y sin ninguna piedad. Forma parte de esa tendencia naturalista a mostrar sin ambages (¿qué demontres querrá decir "ambages"?) los aspectos más sórdidos de la naturaleza humana. Se presenta a los personajes actuando, sin analizar los porqués, que se deducirán de sus actuaciones. El final, como no podía ser de otro modo, es absolutamente desesperanzado.

Sé que este último "libro recomendado" puede pasar por "droga dura" para especialistas, pero se lee con facilidad y proporciona una información sociológico-literaria de primera mano. ¿Quén dijo miedo?

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