Convención en Cedar Rapids: Otra del (medio) Oeste

¿Qué hace un chico como tú en un sitio como ése?


Si alguien busca una comedia estadounidense del tipo Resacón en Las Vegas o alguna otra del género, que no vaya a ver esta peli de título tan poco atractivo que, a quienes van al cine sin una idea clara de a qué sala entrar, nos les llamará a pasar a verla: Convención en Cedar Rapids, de un tal Miguel Arteta, del que no había oído hablar, pero de quien, investigando en la red, me entero de que dirigió alguno de los episodios de una serie mítica para mí: A dos metros bajo tierra.A pesar de su nombre, resulta ser portorriqueño y tiene además unas cuantas películas más en su haber.

Algo de la acidez de aquella serie hay en ésta, pero la historia del antihéroe interpretado por Ed Helms está tratada casi con ternura. Y, aunque nos movemos en el mundo de los "comerciales", estos no están retratados aquí con la crueldad con la que se manejaban los protagonistas de la inmensa Glengarry Glen Ross (1992) . Sin embargo en ese no-lugar configurado por el hotel donde se celebra la convención del título, donde llegan los vendedores de seguros a la búsqueda de un premio, las grandes palabras, religión, empresa, encubren la corrupción; no tan elevada como la de unos trajes de 14.000 €, sino más mezquina, 1.500 $.
Para contar la pérdida de la inocencia de alguien que, como tantos estadounidenses, no sólo no ha salido de su país o de su estado, aquí Iowa (¿dónde demonios está Iowa?), sino que no ha ido más allá de su pueblo, no ha volado nunca en avión y por supuesto no ha estado nunca en un hotel con piscina, uno esperaría un soberano morrón en este imposible aterrizaje. Pero, para llegar con bien al destino, el protagonista cuenta con la progresiva complicidad de John Reilly, Isiah Whilock y la fascinante Anne Heche quienes, conscientes de la inocencia del pardillo, acaban cooptándolo, cada uno a su manera. Todos están admirables en sus composiciones actorales.
La experiencia del tipo era "pa' haberse matao", pero aquí está ese tono amable del que hablaba y unos golpes de humor que, aunque no geniales, sí que resultan y lo mantienen a uno con una permanente sonrisa, ya que no carcajada. El de la tapa de la papelera convertida en yelmo casi cervantino es de antología. Así pues, y dada la sequía de estrenos que no sean para la juvenalia, he aquí una buena opción.

José Manuel Mora

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