De la lectura: Algunas diferencias

De la lectura y las ciudades

Viajar es lo que tiene: además de ver mundo, uno se da cuenta de que las cosas no siempre se hacen como las vemos hacer en casa. Y, comparando, a uno se le abren los ojos de asombro/envidia, y la boca, de sorpresa. Creo que ya se sabe por dónde he andado este verano. ¿En qué ciudad española dedicarían una escultura en bronce a un monje medieval, con su cálamo en la diestra y un manuscrito en la siniestra? Pues en un parque de Budapest lo han hecho. Y allí está el fraile, a la sombra de los árboles, perpetuamente ensimismado (¿ o sería "ensísismado"?).

Y la foto que sigue tiene lo suyo: una fuentecita humilde, en un callejón a la salida de una cervecería de estilo alemán. De los libros abiertos mana el agua con la que se puede saciar la sed del saber. Vale, no es una calleja muy transitada, pero ahí está con toda su carga metafórica. Me la encontré en Innsbruck.

Y ahora ya, palabras mayores; claro, que estamos en Viena, a la vuelta de la catedral, en el centro de la ciudad. Imposible que los turistas no se la encuentren. Semejante personaje, subido en su pedestal y corroído por el óxido del tiempo y la lluvia, me encontré con don Johannes, Gutenberg, off course. ¿Os acordáis de Historia del Libro, y de que no había manera de librarse de él en los exámenes?

Así que luego no es de extrañar (¿o sí?) que una mañana de sábado los libreros saquen los libros a la calle, como sucede en Innsbruck, y la gente que pasea a los bebés aprovechando una mañana radiante, se coman un sángüich mientras hojean/ojean algún ejemplar de su gusto. Se me olvidaba: los centros son peatonales.

Y si no, que se lo digan a la juvenalia vienesa: en el "barrio de los museos", una de las zonas cool de la ciudad (¿qué diablos querrá decir "cool"?), tienen la oportunidad de sentarse/tumbarse al atardecer a charlar de sus cosas y, a mano, a alquien se le ha ocurrido colocar unos estantes por si caen en la tentación, como hace Dolors Insa con su bibliopiscina en Cocentaina (ya sabéis: Cocentaina, Viena, París y Londres). Está todo inventado. Pero esto es en medio de la calle.

Y como hay que dar trabajo, tenían hasta su bibliotecario para atender a los posibles usuarios. Ríete tú, con todo esto, de los libros electrónicos, que en España parece que no acaban de arrancar (representan tan sólo el 1% del mercado total, según se ha dicho en la Feria Internacional del libro (Liber). Dicen los expertos que por ausencia de una oferta suficiente en ese formato, por su alto precio y por por las dificultades técnicas que conllevan las descargas legales (léase, evitar la piratería).

¿Y no será por el bajísimo índice de lecturas que se da entre nosotros, incluso entre los alfabetizados? Recuerdo haber pedido en clase a gente de 16 años que se leyeran un libro al trimestre y que alarmados me preguntaban: "Profe, ¿entero?". A lo mejor todo el ambiente con el que me he ido encontrando en Centroeuropa ayuda en algo y en nuestra terreta, sin ir más lejos, el anterior Gobierno desperdició un buen montón de millones para las bibliotecas pública, con tal de fastidiar con jota al gobierno central. En fin....País



José Manuel Mora

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