Tricentenario de la BNE

La vieja dama



Si dediqué una entrada a la de Austria, con mayor motivo tendré que escribir algo de la nuestra. Y más con la excusa de su tricentenario. Como tantas otras europeas, ésta se creó en 1711 por Felipe V, a partir de los fondos, unos 6000 ejemplares, que él se trajo de Francia, con el nombre de Biblioteca Pública (¿?) de Palacio, y sustentada con los impuestos del tabaco y el juego de naipes. De estar ubicada en algún pasadizo del Real Alcázar, pasó al convento de la Trinidad. Mientras tanto, y ya con el nombre de Biblioteca Nacional, dejó de pertenecer a la Corona y en 1857 se estableció como sede de lo que luego sería el Depósito Legal, que obligaba a guardar un ejemplar de todo lo publicado en España. Se fue enriqueciendo mediante compra, donaciones y sobre todo con lo obtenido en le Desamortización.

Entre 1866 y 1892 se construyó el actual edificio del Paseo de Recoletos y para trasladar los fondos ya hizo falta echar mano del ejército; en 1896 se abrió al público con un salón de lectura con capacidad para 320 personas. Con el paso de los años hizo falta ampliar el espacio y se completó la sede con el edificio de Alcalá de Henares (el 65% de los fondos); ambos suman 500 km. de estanterías. Y ambos los pudimos visitar en uno de los viajes del Módulo. Cada uno nos sorprendió por un motivo: el antiguo por su pedigrí y el nuevo por incorporar la tecnología punta para el almacenamiento, catalogación y recuperación.

En uno de los pasillos del viejo edificio se conservan los cajetines que durante siglos sirvieron a usuarios y técnicos para clasificar y buscar, aunque hoy en día todas las búsquedas se realizan a través del catálogo electrónico de la entrada, aboslutamente necesario para localizar algo entre 30.000 manuscritos, 3.000 incunables, revistas, grabados, dibujos, carteles, mapas, fotos, partituras...

A partir de 1986 se le añadió toda la Hemeroteca Nacional y los fondos del Instituto Hispánico para constituir el Centro Estatal de la Memoria Cultural Española. Y ahora viene la pregunta: ¿cómo se conserva todo esto? ¿Vale la pena cuando estamos entrando en la era del libro digital? A la primera pregunta se puede responder fácilmente, con la digitalización. Es lógico pensar que no todo es igual de importante y que habrá que establecer unas prioridades, como los monjes medievales a la hora de salvar manuscritos o "palimpsestearlos". Hoy por hoy, de los 28 millones de documentos ya van digitalizados 53.000, con los que se va constituyendo la Biblioteca Digital Hispánica, consultable en red.

Se supone que la vieja dama acabará siendo mestiza, como casi todo en la actualidad, un híbrido entre soporte papel y contenidos digitalizados. La tecnología la hace accesible a través de su página, www.bne.es. Creo que merece que se le cante el "apio verde" cumpleañero.

José Manuel Mora.



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