Freud & Jung

Del psicoanálisis y su problemática

Como no pretendo ser un entendido en psicoanálisis, no voy a entrar a valorar si la película que voy a comentar se ajusta fielmente a las teorías desarrolladas por el padre de esta corriente, el judío Sigmund Freud, que vino a poner patas arriba a la sociedad bienpensante finisecular (hablo del XIX), y su discípulo más aventajado, el ario K. Jung. De su director, David Cronenberg, como no me hacen mucha gracia las del género en el que él es experto, el horror, sólo he visto un par de las anteiores que ha rodado (Inseparables y M. Butterfly, ambas inquietantes, por decir lo menos), pero parece que ha tomado la decisión de partir de un buen material literario y sobre todo, ha contado con un guionista que me dejó boquiabierto tras ser capaz de convertir la novela epistolar de Choderlos de Laclos, en el libreto de Las amistades peligrosas.

La película cuenta los albores del método psicoanalítico planteado por Freud, pero que empezó a poner en práctica en Zurich su seguidor Jung, con una paciente presa de un histerismo desatado. Es pues un film de diálogos densos, pero perfectamente engarzados; a través de ellos se nos muestra la confrontación entre maestro y discípulo; la que establecen la paciente y el médico (la terapia psicoanalítica proscribe absolutamente la relación entre ambos), una relación que acaba invirtiéndose con el paso del tiempo y el triunfo de la terapia; la contradicción tan humana entre la norma moral social e introyectada y la pulsión del deseo. Freud parte del concepto de libido, la fuerza del deseo sexual como la causante de nuestros actos y de nuestras frustraciones, cuando la reprimimos. Su terapia se encamina a hacer que el paciente se conozca y se acepte para así curarse. Jung va más allá, él lo que quiere es que, una vez curado, el paciente llega ser lo que desea ser.

Con el párrafo anterior, tan aparentemente sesudo, se podría pensar que la película aborda los asuntos en plan de altos vuelos intelectuales pero, antes bien, lo que hace es que todo lo que de teoría fundamentada puede haber en el film, pase aquí casi sin notarse a través de las intensas relaciones del trío protagonista. Viggo Mortensen da empaque y credibilidad al maduro profesor vienés, con sus afirmaciones rotundas sobre su teoría y sus debilidades y miedos a ser oscurecido por el seguidor. Y como parece que la elección de los acores es muchas veces fruto de la moda, vuelvo a encontrarme, tras la anterior peli comentada, Jane Eyre, con Micael Fassbinder, en el papel del atormentado Jung, y esta vez sí me lo creo en toda su distancia inicial, en su apasionameinto posterior y en su desesperación contenidísima final. Magnífico.

Keira Knightley, también parece fruto de la moda, porque después de sus inicios en la deliciosa Quiero ser como Beckham, consiguió la admiración de la crítica en Orgullo y prejuicio y la del público general con Piratas del Caribe. El papel daba para el desmelene, ya que la neurosis parece hacer especialmente atractivos a estos personajes para el lucimiento de los actores, pero salvo la etapa inicial de la enfermedad, resuelta con unas muecas difíciles de componer, la evolución y curación de Sabina, hasta llegar a ser ella misma terapeuta, acaba siendo medida y creíble. Todo ello con una ambientación a la que ayudan enormemente las localizaciones tan bien elegidas y una fotografía excelente. Así pues, para los amantes de los recovecos del alma humana y sus pasiones, ésta es una buena ración.

José Manuel Mora.

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