La larga marcha, de Rafael Chirbes

Una generación que es la mía

De nuevo, por mediación de mi amiga Isabel, también de mi quinta, he ido a parar a una novela de alguien nacido en el 49, por lo tanto de mi generación. CHIRBES, Rafael. La larga marcha. Barcelona: Anagrama, 1996. Como se ve, he tardado en llegar a ella, pero creo que ha merecido la pena. Paso a explicar por qué.




De sus casi 400 páginas, el autor dedica el primer centenar a presentar un extenso panel de personajes, lugares, condiciones de aquella España de los años cuarenta, con un elemento en común casi todos ellos, ser los perdedores de la guerra, con toda su carga de humillación, hambre, silencio, dolor, sobre todo mucho dolor, el de una vidas rotas por las condiciones que los triunfadores impusieron. De aquellos años yo no puedo guardar recuerdo, porque era muy niño, pero muchas de las estrecheces económicas, de las costumbres impuestas en las escuelas "nacionales" por la moral nacional-católica imperante, el ambiente de calles y cines, sí son ya las de mi infancia.



El autor va ampliando el foco y lo mismo nos sitúa en una aldea del Lugo profundo, como salta a una dehesa de Badajoz, para volver a Madrid o a Salamanca, tan reconocible todo ello porque elige unos cuantos rasgos espaciales, o de actividad de sus personajes, que los hace creíbles desde el principio. Y sobre todo, es el ambiente, la luz, los sonidos de toda una época que me retrotraen a mi infancia y adolescencia. Cada capítulo está dedicado a un personaje, a mostrarnos cuáles son las condiciones en que sobrevive: médico republicano expedientado, limpiabotas, segador, vendedor de cigarrillos sueltos elaborados con la picadura de las colillas recogidas, o señorita del bando de los vencedores, venida a menos económicamente y rehecha por un buen matrimonio. Todos ellos componen las piezas de un rompecabezas que, poco a poco, van encajando y se empiezan a entrecruzar para ir conformando un tapiz de época.

La segunda mitad corresponde a los integrantes de la segunda generación, es decir, la mía, la que vive su juventud en los sesenta y primeros setenta, durante los estertores del infausto régimen, en el Madrid en el que todos acaban confluyendo fruto de los movimientos migratorios internos propiciados por el desarrollismo del momento, o por el estrangulamiento vital que cada uno vivía en sus lugares de origen. Cada uno con sus circunstancias a cuestas.

Y ahí, la música, las lecturas, las películas que se citan, son todas fogonazos que iluminan la memoria: la movida Universidad madrileña de la época con sus asambleas, sus pasquines, sus pancartas en los pasillos, los cine-fórum, las reuniones estudiantiles en los bares, los amores y desamores enmascarados por la lucha, por la concienciación... Y el autor, que no da puntada sin hilo, acaba haciendo que todo encaje, sin forzar la mano en ningún momento, consiguiendo que no hayamos perdido la continuidad de cada una de las historias que nos fueron presentadas en un principio.


Todo ello con una fuerza expresiva que hacía tiempo que no encontraba en la narrativa española. Y con una adecuación exacta a cada uno de los personajes, que sin ser narradores de cada una de sus historias, sí proporcionan la óptica de cada uno de los fragmentos del relato que tenemos entre manos. Además la elaboración de los estados de ánimo de los personajes y de su evolución es perfecta. A ello ayuda la precisión, nunca excesiva de la tonalidad descriptiva de ambientes tan variados como las casas de labor, las pensiones de mala muerte, los baretos, un chalé de la colonia del Viso, un colegio internado para preadolescentes... Chirbes consigue la creación de todo un mundo. Para quienes lo vivimos supone un regalo su recuperación literaria, transcendida de lo personal a lo general. Para quienes, por más jóvenes, tuvieron la suerte de no conocerlo más que por las referencias de "los mayores", creo que es un testimonio imprescindible, veraz, apasionante, que no podréis dejar de leer una vez que comencéis su lectura. He aquí un buen propósito para el nuevo año.
Bones Festes y buenos libros.

José Manuel Mora.

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