Salir a robar caballos, de Per Petterson. Literatura nórdica

Novela de aprendizaje

No es habitual por estos lares encontrarse con determinado tipo de literatura. La etiqueta "nórdico" nos suena más a edredones, o bien a las listas de más vendidos, desde la trilogía de Larsson, con esa protagonista tan rompedora. Siempre que dejemos a un lado a los clásicos del XIX. A lo que me refiero es a que no había oído nombrar en abosoluto al autor de la novela que paso a comentar y que he descubierto gracias, una vez más, a mi amiga Isabel, que viajó este verano a Noruega y se trajo de Bergen este librito. El diminutivo viene a cuenta del formato de la edición. PETTERSON, Per. Salir a robar caballos. Barcelona: Ediciones B, 2010, para la edición de bolsillo, que es la que he manejado.


¿Quién es este chico joven "de mi edad"? Parece que se dedicó a librero, a traducir obras de otros, hasta que tomó la decisión de ocuparse exclusivamente en escribir.

Su tarea ha sido galardonada en su país con el Premio de la Crítica y también en Londres, una vez que se ha ido traduciendo al inglés. La novela salió allá en 2003. Por cierto, evitad los paratextos de esta edición, ya que en la contracubierta os destripan la trama, cosa que, como sabéis, procuro no hacer.

He elegido esta imagen porque la naturaleza tiene en la novela una presencia importante. Los bosques de abedules, los riachuelos que crecen en primavera o los lagos entre cañizos que se hielan en invierno. Todo ello en medio de la magia, para nosotros mediterráneos, de una noches invernales interminables, o unos días de luz violácea que se prolongan durante las horas del sueño. Todo ello es presentado con sobriedad, sin grandes alharacas descriptivas, lo justo para enmarcar una historia, ¿o debería decir dos?, que viene condicionada en casi todo momento por el entorno.

¿Por qué mi interrogante anterior? Se trata de la misma voz narrativa desde dos momentos distintos de una misma vida: el de un hombre de 67 años que se retira en pleno invierno, viudo ya, a un bosque con ánimo de pasar allá, aislado en su casa, lo que le queda de vida, y la remembranza que él mismo hace del verano de sus 15 años, 1948, en una cabaña junto a su padre, al que él admira enormemente. Uno de los aciertos de la novela es esta fluctuación entre ambos momentos de la narración, que fluye sin problemas entre uno y otro, iluminándose ambos mútuamente. Y es la parte del adolescente la que se presenta como una verdadera novela de aprendizaje en la que, como suele suceder, la amistad, la muerte, el despertar de la sexualidad, el desencanto, van transformando al tardoadolescente en un verdadero hombre. Hay un par de citas en el libro que me han interesado: la de Dickens, que hace referencia a "si soy yo el héroe de mi propia vida, o si algún otro ocupará ese sitio" (pág 226), tan característica de un mozalbete en formación; y la enseñanza que el padre intenta trasmitirle, entre tantas otras de una relación paternofilial deliciosa, que consiste en aprender que "somos nosotros quienes decidimos cuándo nos duele" (pág. 269). Toda una lección de vida.
Buenos libros y feliz 2012.

José Manuel Mora

Comentarios

Manuela Gil ha dicho que…
Válgame...!! no sé cuándo voy a poder leer tranquilamente, pero desde luego con esa descripción que has hecho (ya quisieran algunos escritores expresar de esa manera ) voy a regalarme el libro ya...