Declaración de guerra

...Y de amor

Cuando me enteré del contenido de esta peli, decidí que no iría a verla. A veces los amigos, con sus comentarios, pueden hacernos cambiar de opinión, y eso es lo que me ha sucedido. Con la muerte hace cinco días de mi amigo/hermano Juan Moya, no tenía ganas de más hospitales, ni de más enfermedades, máxime si había una criatura de por medio. De hecho ya me negué en su día a ver la de Mercero, con sus chavales alopécicos y sus sillas de ruedas en aquella Planta cuarta.

No conozco el trabajo anterior de su directora, Valérie Donzelli, que firma aquí además el guión junto con Jérémie Elkaïm, su pareja, con la que para completar la jugada interpreta el filme. Si el tercero en discordia es el hijo de ambos, aquejado de cáncer a los dos años (no destrozo nada, se sabe desde el inicio), uno puede temerse lo peor. Pero ya desde los prolegómenos (por lo menos tiene etimología griega) vemos que la autora se plantea una cierta distancia irónica: los emparejados se llaman Romeo y Julieta, así que parece que su destino está escrito. Son desenfadados, se sienten libres, se emparejan y se embarazan, aunque pronto descubren que la crianza no es un jardín de rosas, sino que hay noches en blanco, llantos incomprensibles, vomitonas, desacuerdos sobre cómo se lleva todo eso en función de lo mejor para la criatura... Nada que no sepa quien se ha visto envuelto en esta tareas.

Y en medio de esta cotidiana felicidad surge la amenaza de la enfermedad y la muerte. Y la directora, en lugar de centrarse en los padecimientos de la criatura, lo que hubiera podido propender al melodrama, pone el foco en las consecuencias que todo ello tiene en quienes rodean al que padece; más si es una enfermedad prolongada. Y así se va desde la desesperación inicial a la cotidianeidad de los hospitales, con sus esperas de pruebas, sus entrevistas con médicos a los que no siempre entendemos, las visitas a la UCI, la relación con el resto de la familia y los amigos y los trabajos que se ejercían antes de la debacle.

Tanto dolor y tanta incertidumbre pueden poner a prueba las relaciones mejor constituídas. El miedo, el cansancio, las diferentes maneras de reaccionar ante lo que se va presentando... De todo ello quiere hablarnos Donzelli. Y lo que permite que el espectador no tenga que salir por pies ante tanto drama es el tono que la directora ha elegido para contarlo: a veces el ritmo muy nouvelle vague de algunas secuencias, con carreras por los pasillos del hospital; otras, el uso de la voz en off para contar/comentar lo que sucede, tan distanciador; otras en fin la banda sonora que Elkaïm ha seleccionado y en la que incluso llega a cantar a dúo con ella; o el hecho de que la madre de Romeo esté casada con otra señora, algo que no se subraya y que apenas merece un mínimo comentario por parte del consuegro. Todo ello con unas interpretaciones que en absoluto cae en la sobreactuación y el desmelene, sino al contrario, son un dechado de naturalidad.

Película, pues, vitalista, a pesar de lo crudo del tema, que muestra cómo, a pesar del dolor y la incertidumbre, la vida sigue y nos exige acomodarnos a lo que nos va poniendo delante, para lo cual habrá que agarrarse a veces a un clavo ardiendo para seguir tirando de nosotros mismos y poder hacer frente al reto de seguir estando junto a quien nos necesita. Como la vida misma, vaya. Y además, tal vez la peli se convierta de aquí a poco en un recordatorio de lo que era la sanidad pública y universal, cuando sólo puedan acceder a los cuidados quienes se los puedan pagar. En fin...

José Manuel Mora

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