Hard Times, de Ch. Dickens

...For These Times

El título me parece adecuadísimo, no sólo para aquellos tiempos, sino para éstos. Tal vez haya sido eso lo que me ha llevado a elegir este ejemplar para conmemorar el segundo centenario del autor, ya que no hay mejor forma de conmemoración que la lectura de sus obras, y de las de personajes de infancia ya conocía algunas, así que me he decidido. DICKENS, Charles. Tiempos difíciles. Madrid: Cátedra, 1992, ed. Fernando Galván. Cito a cargo de quién está, cosa que habitualmente no hago, porque, sin llegar a ser una edición crítica anotada, sí que cuenta con una sabrosa introducción, algunas notas al pie y con unas trece páginas de bibliografía específica sobre los distintos aspectos que toca el editor en su prólogo. Así pues se trata de un libro apto tanto para simples lectores como el que esto firma, como para quienes deseen profundizar en vida y obra del inglés. Aquí dejo la cubierta para mejor identificación

El Sr. Dickens nació en Portsmouth en 1812 y murió en Kent, en 1870. Su padre acabó en la cárcel por un impago y él hubo de ponerse a trabajar casi un niño, abandonando la escuela, en una fábrica de tintes y betunes. Así que cuando reflejaba en sus novelas las vicisitudes de la infancia las conocía de primera mano. Fue autodidacta y logró aprender taquigrafía, lo que le abrió las puertas del periodismo parlamentario y con esta ejercitación acabó dedicándose a la tarea de escritor. Solía publicar sus novelas por entregas semanales en los periódicos, lo que le granjeó gran relevancia social. A ello añadía su gusto por la lectura de sus obras en voz alta, lo que no debía hacer nada mal y que le proporcionaba buen número de admiradores. Fue también de los primeros en reivindicar los derechos de autor ya que, cuando viajó a EE.UU., donde no estaban establecidos como en Gran Bretaña, no se le querían reconocer los que devengaban sus obras, allí donde era tan popular que se esperaba la llegada de los barcos con nuevos capítulos de sus novelas.

Como se puede apreciar en la foto que aquí dejo con su familia, llegó a ser un buen burgués, con una familia extensa, pero que no en todo comulgaba con los valores de la época victoriana en que vivió. Cuento esto porque su matrimonio acabó fracasando por sus amoríos con una joven actriz y porque parece que vivió un auténtico calvario en su afán por divorciarse. Todo ello tiene que ver con uno de los temas que se tratan en la novela. Pero vayamos por partes. Ésta está (obsérevese aquí la importancia de las tildes, diga lo que diga la RAE) ambientada en una ciudad cualquiera del Lancashire, Coketown (la ciudad del carbón, para los de francés), en plena II Revolución Industrial. Una ciudad cuyo ritmo vital gobiernan las máquinas, que no paran un momento ("elefantes ciegos"), y sus propietarios, los industriales y los capitalistas, y en donde rara vez se vislumbra el sol entre nubes de humo compacto. A pesar de este marco social,elegido por el escritor, no conviene creer que Dickens funcionaba como un socialista utópico, incluso avant la lettre. Sí era un hombre bien intencionado, consciente de las injusticias de su tiempo, pero que en absoluto se planteaba un cambio social. Casi resulta más crítico con el sistema de justicia de su país, así como con la clase política parlamentaria y su burocracia ("hacer lo que sea necesario para que no se pueda hacer nada"). ¿No parece todo ello de rabiosa actualidad?

La novela la publicó en 1853, en pleno éxito editorial, en entregas semanales, pero con un plan estructurado previamente en su cabeza, como muestran elementos simétricos al principio y final de la obra. Los personajes que dibuja son algo esquemáticos: los malos son malísimos y los buenos, casi santos. Sin embargo sí que es capaz de trasmitir con viveza las condiciones de vida de obreros y empresarios, en sus abismales diferencias. Ve con ojo crítico el afán depredador de los industriales y banqueros, pero no parece estar demasiado de acuerdo con el sistema asambleario de las Trade Unions, los nacientes sindicatos de la época, que la Thatcher se encargó de desmantelar ("de aquellos polvos, estos lodos").

Más crítico se muestra con la corriente utilitarista educativa, en boga en aquella época, por la que se proscribía cualquier aprendizaje que no estuviera construido sobre "hechos" («Lo que yo quiero son Hechos. A estos chicos y chicas no hay que enseñarles nada más que Hechos. Lo único necesario en la vida son Hechos») y donde la imaginación y los sentimientos, tantas veces presentes en los libros del momento, eran absolutamente perjudiciales; este fundamentalismo educativo lleva a la infelicidad, como se pone de manifiesto en los hijos de Gradgrind. Louise, la mayor, se ve abocada a un matrimonio concertado, como solían ser en aquella época, firmado ante notario, con Mr. Bounderby, el banquero que cree que cualquier reivindicación de los obreros tiene como meta comer con cuchara de oro sopa de tortuga.

Y así llegamso al otro gran tema del libro, los matrimonios amañados, sin amor, con grandes diferencias de edad entre los miembros de la pareja y para los que las convenciones sociales hacían especialmente difíciles las posibles soluciones mediante separación o ruptura. Como no puede ser de otra manera en Dickens, su tendencia al happyending, perdón, a los finales felices, lleva a que mediante la intervención de dos de las mujeres-ángel, tan comunes en sus novelas, todo pueda reconducirse de alguna manera.
Hay ironía, sentido del humor, gran capacidad para enhebrar todas las tramas y algún elemento de contraste, como el que representa el mundo del circo, por el que el autor sentía especial debilidad. A pesar de ser decimonónica, creo que puede proporcionar buenos ratos de lecturas en éstos, como aquéllos, difíciles tiempos. Hay además una versión de la BBc de 1994, más que aceptable. Ánimo y feliz Dickens.

José Manuel Mora

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