Shame

Del deseo y de la insatisfacción

Como no se puede estar a todo y como la distribución de pelis en este país nuestro deja bastante que desear, aquí no se ha visto el anterior filme de Steve Mc Queen (no confundir con el dandy de los sesenta), Hunger, que también trata de un personaje encerrado en su propio cuerpo y en la cárcel: el activista irlandés Bobby Sands. Tampoco estamos del todo al corriente de lo que se cuece en el mundillo del arte, y así, no me enteré del premio Turner, afamadísimo en Londres porque es la Tate Modern la que lo otorga, a un corto suyo anterior: Bear (1993), porque de un artista visual en sus inicios se trata, reconvertido luego en cineasta.

Con estos antecedentes y los premios en Venecia, además de la presencia de su actor fetiche, del que luego hablamos, y del consejo de mi amigo M. Ángel de Pucela, era casi obligada la asistencia. Shame, que para los de francés, o sólo castellano, se podría traducir por "Vergüenza", es ya desde su título una película ambigua. ¿Qué puede llevar a un ejecutivo neoyorquino, cuarentón, bien situado social y laboralmente, al sexo compulsivo en cualquiera de sus formas: autosatisfacción, páginas porno de internet, citas telefónicas previo pago, contactos anónimos en el metro o en la calle, en bares de ambiente gay...? Hay en el plano que sigue una actitud muy clara de retraimiento frente al objeto de deseo y de rechazo que lo une a su adicción.

La película se desarrolla en Nueva York, no el turístico y rutilante de las tarjetas postales, sino el sórdido y frío, nocturnal y alevoso de la soledad de las ciudades inabarcables. Una soledad que se traduce en incomunicación, da igual que sea con el jefe o con la hermana. No es posible salir del círculo vicioso (y así lo ve el protagonista que en un momento decide arrojar a la basura todo lo que lo sujeta a ese mundo que lo atrae y lo repele, aunque le sirva de poco); y si Lope decía "A mis soledades voy/ de mis soledades vengo/ porque para hablar conmigo/ me bastan mis pensamientos", es evidente que a Brando éstos no le son suficientes y se ve impelido a buscar la satisfacción en el sexo, aunque una vez conseguida no sea más que objeto de vergüenza y tristeza. Ya lo dijo el clásico Tristitia post coitum.

Hay un miedo al compromiso interpersonal, al contacto serio, aunque se desee para superar tanto desfallecimiento. Tal vez sea fruto todo ello de heridas pasadas, que el director no muestra, sino que sólo sugiere. En ese sentido la relación con la hermana pone en evidencia un lastre anterior que, a pesar del cariño, podría desembocar en un estallido de violencia en cualquier momento. De hecho la presencia de la hermana con su desvalimiento y su necesidad de afecto y compromiso son los ojos que también avergüenzan a Brando. En su total soledad, sin ella, todo podría discurrir por los cauces habituales, como para tantos enganchados a páginas porno de los ordenadores y que se prefieren a los encuentros reales, más comprometedores. Como decía W. Allen, "El sexo, a falta de amor, es la mejor de las experiencias vacías". Valga la paradoja.

Todo ello está contado desde una estética brillante y fría, de líneas rectas, de acabado diseño, de superficies pulidas, luces de neón, calles vacías, despachos despersonalizados, bares de copas de contactos fáciles de establecer y de olvidar. Y para todo ello el director cuenta con la mirada penetrante, escrutadora, del camaleónico Michael Fassbender, que parece que se ha puesto de moda (véase si no, la de veces que aparece interpretando pelis y personajes diferentes en este blog últimamente); una mirada que no sólo taladra a una viajera cualquiera del metro, o una chica en la barra de un bar tomando una copa, sino que es capaz de taladrarse a sí mismo, mostrando lo profundo de su herida de silencio y aislamiento. También lo hace con la desnudez de su cuerpo, palpable prisión de su deseo insatisfecho.

Le da la réplica de tú a tú, una para mí desconocida Carey Mulligan, capaz de expresar toda la fragilidad y el desvalimiento del mundo. Y por si pareciera una afirmación vacía, bastará con asomarse a su interpretación de la archiconocida "New York, New York", en un tempo lentísimo y desgarrado. El director elige planos largos, a veces casi fijos, y los acompaña con una banda sonora impecable (esas "Variaciones Goldberg" sonando de fondo). Exige de sus actores en muchos momentos, más que palabras un exacto lenguaje corporal perfectamente afinado. En fin, que no sé si nota, pero me ha gustado mucho. Creo que se puede recomendar sin miedo. Ah, y un último apunte, algo está cambiando en nuestra sociedad local cuando unas señoras jóvenes de mi edad, o incluso mayores, sentadas delante de mí, ni se salieron escandalizadas, ni se dedicaron a molestar con risitas o comentarios nerviosos ante las escenas de sexo que la pantalla mostraba. Parece que en algunas zonas del profundo y pacato Estados Unidos, ha levantado ampollas. Tal vez eso le cueste quedarse sin alguna estatuilla.

José Manuel Mora

Comentarios

Fran ha dicho que…
Pues estando Fassbender y Mulligan (como que "desconocida"?? Si la viste en Drive!! XD) de por medio, necesita de un visionado ya!!

Gracias por la reseña!!

Saluts!
Fran

P.D: Y volviendo a la Mulligan, británica pero que lo borda como "yankee" también, ojito con ella, que acabará triunfando... No te la pierdas en "An Education" la peli con la que empezó a subir como la espuma! :D