I Feria del Libro de Artista de Madrid

 ¡Qué riqueza de lujo....!
                                                                 Fortunata y Jacinta. B. Pérez Galdós

Hace un par de años ya (tempus fugit irreparabile) dejé una entrada sobre este asunto. No se trata de repetir contenidos. A raíz de la celebración en Madrid, durante tres días de junio, de la Iª Feria del Libro de Artista se me han ocurrido algunas reflexiones más sobre el asunto, que paso a compartir. (Interesados, teclear http://www.masquelibrosferia.com/contacto.html y se podrá obtener información más precisa)


En dos años las condiciones del mercado del libro electrónico, dada la multiplicidad de aparatos para su lectura, han cambiado enormemente y, además del periodo de convivencia del nuevo formato con el antiguo que ya pronostiqué en la anterior entrada, se da la circunstancia de que este "libro de artista" (que podríamos definir como proyecto personal o colectivo, que va más allá de los materiales con que se confecciona, autoeditado, firmado y numerado por los propios autores y que debe seguir las pautas de conservación y comercialización del arte) empieza a ser un valor en alza por varias razones.


Los artistas plásticos, fotógrafos, pintores, diseñadores, encuentran en ellos las posibilidad de ir más allá de una exposición. Las dos fotos anteriores corresponden a uno de M. Barceló y el otro de E. Chillida. Por otra parte cabe la posibilidad de establecer un diálogo entre el editor y el autor; o a veces entre la galería de arte que promociona al artista y el propio libro. Como en el arte en general, sucede también en los grabados, el hecho de ir numerados y firmados los convierte en objetos únicos, con lo que eso conlleva de posibilidades para la especulación. Ch. Madoz y su editor, G. Romero, por poner un ejemplo, trabajan en la preparación de un libro del primero, que se pondrá a la venta por el módico precio de 6.000 €, precio que esperan duplicar en tan sólo diez años. Invertir, que le dicen.  Ello se debe a que la tirada será de tan sólo 20 ejemplares.
Hay una segunda razón y es que en la fabricación de estos libros-objeto, u objetos con forma de libro, hay implicada una serie de artesanos, cuyos oficios se encuentran en vías de extinción: fabricantes de papeles especiales y de tintas precisas, encuadernadores, con enteladores, guarnicioneros y muchos otros, capaces de convertir el dichoso objeto en algo que las tablets, los libros electrónicos, o los que se leen el línea en el ordenador nunca tendrán, una presencia corpórea que permite disfrutar de ellos no sólo con la vista, sino con el tacto y a veces, según de qué libro se trate, del olfato o el oído. En ese aspecto los libros infantiles pueden ser también un buen ejemplo.
No se trata de proponer un canto a algo que puede devenir en objeto de culto y comercio de altos vuelos, lo que no me interesa en absoluto, sino de valorar lo artesanal como algo que permite cosificar la imaginación del los humanos, como sucedía con los códices mediavales, ilustrados por amanuenses dedicados en cuerpo y alma a la tarea, antes de que la igualitaria y democrática imprenta pusiera los libros al alcance de muchísima más gente que podía pagarlos, al haberse abaratado enormemente.

José Manuel Mora


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