Amor bajo el espino blanco, de Zhang Yimou

  Love story chino


 Cuando ya pensaba que no la vería, por uno de esos misterios de la distribución cinematográfica, tan aleatoria y sujeta a los chatos intereses económicos, se estrena en Alicante (aunque en versión doblada), con sólo una semana de retraso con respecto a las grandes capitales, lo último de Zhang Yimou, que no lo último que ha rodado. No he elegido sin embargo el cartel de la peli, sino la cubierta del libro en que se inspira, un auténtico best seller chino, publicado en 2007 por Ai Mi y del que se llevan vendidos más de tres millones de ejemplares, lo que tal vez no sea mucho, dado el número de habitantes del Imperio del Centro. Se nos advierte además, en los créditos iniciales, que la historia está basada en hechos reales. ¡Qué peligro!


Me reconozco un fan declarado de este chico joven de mi edad, del que he procurado ver lo que se ha ido estrenando por estos pagos: desde Sorgo rojo (1987), La linterna roja (1991), El camino a casa (1999), a La casa de las dagas voladoras (2004), por citar las que me han venido a la cabeza. Como buen director de fotografía que fue, ese era uno de los encantos de sus filmes, además de lo apasionado de sus historias, tanto las de temática amorosa como las de tintes épicos. En algunas ocasiones su manera de mirar comportó el disgusto de los jerifaltes de su país, que obstaculizaron la promoción de sus películas o la presentación en festivales, a pesar del gran prestigio que conllevaba su nombre en Occidente. Adelanto que no es el caso del filme que nos ocupa.


China, Mao Tse Tung (que es como se escribía y decía en mi época), 1970, que sería tanto como señalar en un guión cinematográfico: "exterior, noche", para que nos hiciéramos una idea de qué estamos hablando. Sin embargo, a pesar de la precisión inicial en las líneas que introducen cada fragmento de la historia, el director se está haciendo mayor y conformista, o no quiere malquistarse con quienes pueden ayudarlo en sus empresas, o simplemente le interesa en exclusiva la historia de amor que quiere contarnos y decide limar las aristas críticas de la sociedad entorno y de sus mandamases, que tanto condicionan a sus personajes de un modo u otro. Sólo se menciona de pasada el suicidio de la madre del protagonista, por burguesa; o que el padre de ella esté en la cárcel por derechista, lo que trae consigo estrecheces económicas  y dificultades de todo tipo para los miembros de la familia.


Tiempos de la Revolución Cultural, que tanto modificó la sociedad china de la época y que propicia que la muchacha tenga que ir a vivir y trabajar al campo, en el seno de una familia de campesinos, para hacerla consciente de una realidad distinta de aquella en la que viven los de ciudad, además de conseguir congraciarse así con los profesores de su escuela, en la que ella espera ingresar cuando acabe sus estudios. Allí conoce al muchacho, que trabaja en unas prospecciones mineras cercanas. No cuento nada de más si digo que entre los dos surge un sentimiento amoroso, mutuo, hondo, con esa intensidad con que se vive una historia de amor a los 18 años, y más si es la primera vez que uno experimenta esa vivencia.


Hasta aquí, nada de particular, nada que no hayamos visto cientos de veces en el cine de cualquier país. Una historia de amor más entre dos jóvenes de una ingenuidad y una inocencia enternecedoras, a pesar que que puedan llegar a resultar excesivas por increíbles ambas en algún momento del desarrollo. ¿Qué la hace, pues, atractiva a mis ojos? Una vez más la manera en que el director la presenta. Zhang ha escogido el camino de la contención expresiva, la ausencia de subrayados, la intensidad emocional que los actores, los jóvenes son ambos principiantes, trasmiten con verdadera autenticidad ( la secuencia del vendado de los pies de ella por parte del chico es emocionante), a base de soportar planos cortos que permiten que leamos en su interior.


Ello unido a las localizaciones, que parecen atrapar tranches de vie, de la que yo vi al menos y todavía muchos años después en mi viaje; de la música, absolutamente minimalista y adecuada; del juego de colores o de objetos (el rojo, el espino), siempre simbólicos en Zhang; de la fotografía, tanto la de interiores como la de exteriores, construye un relato emocionante, sin desbordar, que no llega a lacrimógeno, aunque podría, contenido como he dicho antes, no sólo en las emociones que presenta, sino en la manera en que lo hace. Que el final pueda resultar a alguien melodramático, no quita para que la película se vea como un regalo.

Y como no puedo dejar de ser el profesor de literatura que fui, quiero dejar aquí la transcripción de un poema de L. Cernuda, que siempre me impresionó y que revoloteaba en mi memoria durante la proyección.

Los espinos

Verdor nuevo los espinos
 Tienen ya por la colina,
Toda de púrpura y nieve
En el aire estremecida.

Cuántos ciclos florecidos
Les has visto; aunque a la cita
Ellos serán siempre fieles,
Tú no lo serás un día.

Antes que la sombra caiga,
Aprende como es la dicha
Ante los espinos blancos
Y rojos en flor. Vé. Mira.

En Como quien espera el alba, dentro de La realidad y el deseo, Fondo de Cultura Económica: México, 1970, pág. 212. De nada.
José Manuel Mora



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