Headhunters (Cazatalentos, para los de francés)

 Peligrosa profesión

De nuevo cine negro. Esta vez inspirado en una novela de Jo Nesbo, conocido en Noruega como cantante de un grupo de rock, además de como novelista. Ha recibido un montón de premios importantes en la categoría de novela negra. Si a ello se le une el éxito de la saga Millenium en la misma estela de ambiente y temática, la peli supone un gancho para aficionados a ambas cosas: cine y literatura de género. No es mi caso, ya lo saben quienes tienen la paciencia de seguir con asiduidad estas páginas.


No es conocido por estos pagos el director, Morten Tyldum, ni los actores, salvo Nikolaj Coster Waldau, que ahora está en la cima de la popularidad televisiva gracias a su papel de malo en la serie Juego de tronos. Tanto él como sus compañeros de reparto están estupendamente, cada uno en su cometido. Aquí el personaje de Coster es mucho más negro, y en parte su negrura es una combinación que resulta de su pasado como mercenario curtido en la violencia sin cuartel y sin ningún género de moralidad, con el presente de ejecutivo dispuesto a todo para salvar su empresa.


El protagonista, por su parte, es el típico yuppie que vive por encima de sus posibilidades (¡menuda casa se manda el pavo!) y cuyo cometido es seleccionar dirigentes de empresa. Su opinión será siempre respetada debido al prestigio que tiene como descubridor de talentosos congéneres.  Tiene un punto débil, se ve bajito, o al menos por debajo de la altura de su chica, lo que le provoca una inseguridad insufrible, que trata de atenuar robando obras de arte y cubriendo de carísimos regalos a la interfecta, galerista de éxito.


La tensión se desata cuando, quien cree tenerlo todo atado y bien atado, como "el que te dije" (gracias, Cortázar), se ve acorralado por alguien que parece controlar más y mejor que él. Todo su mundo se tambalea y se inicia una persecución implacable, que logra mantener la tensión con la ayuda de una banda sonora muy medida y una planificación trepidante. Detalles nimios se convierten luego en significativos, lo que parece un juego tramposo por parte del director o del novelista-fuente.  Y lo que acaba por desinflar el soufflé es el personaje femenino, poco consistente a mi manera de ver para ser además la clave del giro final. Con todo he de decir que la peli la he visto con agrado y que el interés no decae.


Hay un personaje que probablemente en la novela ocupe más espacio, el detective encargado del caso, convencido de que la muy educada sociedad nórdica tiene un transfondo de violencia que no siempre sale a la superficie (la matanza de Utoya ha venido a derrumbar definitivamente el mito, si no lo había hecho hace tiempo la muerte de Olof Palme). La entrevista que le hacen en televisión al final, da la medida de cinismo del personaje y de su creador. 


Y acabo como empecé, con la referencia a la literatura de detectives de la que me he confesado distante. Tal vez lo sea de ésta que se ha puesto ahora de moda, pero no siempre fue así, puesto que mis primeras lecturas de adolescente me hicieron seguidor de Dª Agatha, Christie, of course, y aún conservo muchos de sus títulos. De mis tiempos de universitario recuerdo haber leído con agrado las desventuras de un pobre investigador de Tomelloso, Plinio, del impagable y divertidísimo García Pavón. No quedó ahí la cosa porque, ya en mis días de docente, y buscando lecturas que pudieran enganchar a la muchachada, caí en las manos de Mendoza, con aquel detective escapado de un psiquiátrico, que tantas locuras llevaba a cabo en El misterio de la cripta embrujada; por no hablar de palabras mayores en la investigación, La verdad sobre el caso Savolta, de aquel lejano ya 1975. 
Literatura y cine refrescantes, más si se es seguidor de este género.

José Manuel Mora


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