Cuentos completos, de la Yourcenar.

 Maestra de humanidad

 Los expurgos, es lo que tienen... Uno encuentra cosas sin leer. La verdad es que no llegaba al año de antigüedad en mis estantes, pero ahí estaba, agazapado, con la dedicatoria de mi sobrino Julio, que sabe lo que me tienen que traer los RR.MM. Gracias a él ya comenté en estas páginas los Cuentos europeos de la Lessing. Le toca el turno ahora a otra mujer, menos airada que la británica. YOURCENAR, Marguerite. Cuentos completos. Madrid: Alfaguara, 2010, trad. Emma Calatayud, 521 págs., en una edición tan cuidada como suelen serlo las de Alfaguara, con ese tacto suave de la cubierta, de tan acertado diseño.


 Esta mujer tan peculiar nació en Bélgica (1903), en una familia aristocrática, lo que le permitió vivir sin agobios. Educada por su padre, a los ocho años ya leía a Racine y a Aristófanes. Su formación humanística se fue completando con los estudios de latían a los diez años, y los de griego antiguo a los doce. Ello le permitió el acceso a los clásicos y a su entorno cultural, en el que ambientaría algunas de sus obras capitales: la temprana Alexis, o el inútil combate (1929), o su archiconocida Memorias de Adriano (1951). Más tarde, y puesto que el Renacimiento lo es del mundo clásico, eligió Centroeuropa para enmarcar Opus nigrum, (1965). Todas ellas las había leído a partir de los años ochenta, que es cuando "desembarcó" en nuestro país. Así que me disponía a entrar en territorio conocido.


En 1939, huyendo de la guerra se fue a EE.UU. invitada por una amiga que le proporcionó la posibilidad de dar clases en la universidad estadounidense y con la que acabaría estableciendo una relación de amor y vida en común hasta su muerte, en 1987, tras haberse nacionalizado allí, haber recibido múltiples premios y ser la primera mujer en entrar como miembro de número en la Real Academia Francesa.  Toda una vida dedicada a la escritura, además de viajar, conferenciar, traducir (nada menos que a V. Woolf, a H. James, y a Y. Mishima), escribir poesía o bien obra memorialística, que desconozco. Peculiar, pues.


Y vamos ya con el libro que nos ocupa. Se trata de una obra que viene del fondo del tiempo, que ella empezó con apenas 20 años y que luego abandonó para recuperarla mucho después. Algunos de los relatos formaban parte de un proyecto más amplio; otros se fueron extendiendo hasta convertirse en nouvelles, que es como los franceses llaman a los cuentos extensos o a las novelas cortas. Casi todos fueron concebidos en los años treinta y algunos fueron reescritos en los primeros ochenta. "El autor", como ella habla de sí misma, ha tenido tiempo de sedimentar sus saberes, sus vivencias, su experiencia literaria, para ir aquilatando lo que le gusta y lo que no, para precisar su estilo, para madurar personajes. Se ha tomado su tiempo. Lo explica ella misma en una addenda final. En la penúltima página de la misma se dice "Toda obra literaria se compone así de una parte de imaginación, de recuerdos y de hechos, de nociones e informaciones recibidas durante la vida mediante la palabra y los libros, y de las raspaduras de nuestra propia existencia" (pág. 518). Con esta declaración programática no sé si es del todo adecuado encuadrarla como se hace en la novela histórica, porque Yourcenar va siempre más allá.


El primero de los libros que se incluyen es Cuento azul, entre 1924 y 1930, y el único inédito que aparece. Se nota la juventud de la escritora y la todavía presente moda del orientalismo. Excesivamente manierista para mi gusto, es una auténtica borrachera en torno al color azul con un constante jego metafórico depuradísimo. 
Le sigue Fuegos, escrito en el periodo de entreguerras, fruto de una crisis sentimental, que se inicia con su "Espero que este libro no sea leído jamás" (pág. 87) y que constituye una serie de poemas en prosa de una densidad diamantina,a veces casi conceptista, que se intercalan con las narraciones propiamente dichas, la mayoría inspiradas en el mundo helenístico que tan bien conoce. Sus personajes: Fedra, Aquiles, Patroclo, Antígona, Mª Magdalena, Cltemnestra o Safo. Todos conocidos pero reelaborados desde una óptica personalísima y actualizados sin miedo al anacronismo. "Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad" (pág. 87);  quien conoce la experiencia del enamoramiento y de la pérdida puede entender estos aforismos(?), "No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón" (pág. 93). O por seguir con la famosa víscera e ir más allá: "Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo" (pág.  101). Y este otro lleno de doloroso saber vital: "Se llega virgen a todos los acontecimientos de la vida. Tengo miedo de no saber cómo arreglármelas con mi dolor" (pág. 116). Y, por no alargarme, "El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido quedarnos solos" (pág. 156). "Que no se acuse a nadie de mi vida" (pág. 179).


 De casi la misma época es el conjunto que lleva el título de Cuentos orientales, un dechado de delicadeza, de dibujo sutil de ese oriente que para ella abarca desde Japón (El último amor del príncipe Genghi), hasta los Balcanes, pasando por China o India. Se trata de una reelaboración de "fábulas o leyendas" de carácter anónimo, que ella es capaz de recrear a través de su sensibilidad, capaz de mimetizarse con todos esos mundos lejanos y exóticos. Poéticos (Cómo se salvó Wang-Fô), o trágicos (La leche de la muerte) cada uno encierra un mundo, como es necesario que suceda en un buen cuento. 
Por último, Como agua que fluye engloba dos de las nouvelles a que hacía referencia más arriba. Parece que formaban parte de un tríptico en torno a tres pintores. El que se centra en Durero acabaría como obra independiente en Opus nigrum. El otro quería ser un trasunto del mundo de El Greco, con personajes de la española Nápoles de la época; Ana, soror, que trata con una delicadeza extrema, no exenta de apasionamiento juvenil, el tema del incesto entre hermanos. La oscuridad de la pasión y del negro de la corte filipina, en medio del luminoso Mediterráneo lo podrían situar más en el mundo de los contrastes de Caravaggio. El otro gran relato es Un hombre oscuro, ambientado en la fría y gris costa holandesa y que estaría en relación con el ambiente de Rembrandt. Un personaje aparentemente anodino, pero de una gran riqueza interior, capaz de vivir aventuras en ultramar, o de permanecer desdibujado en un taller de imprenta, hasta disolverse por completo entre la naturaleza de una isla desierta del mar del Norte. Triste y bellísimo relato. El libro se completa con una bagatela, que a mí me ha tocado de cerca por situarse en el mundo del teatro isabelino, en torno a un adolescente que se dispone a interpretar papeles femeninos, como era costumbre en la época. La propia Yourcenar dice en una nota final que, del mismo modo que el actor puede encarnar a una doncella o a un joven, a un rey o a una ninfa de los bosques, a un viejo gordo y beodo o a un judío atormentado, así al creador le es dada la posibilidad de ser uno y múltiple a través de las criaturas que inventa. Toda una vida de magisterio humano. A disfrutar.

José Manuel Mora

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