Ramona Rosbif, del Isa Tòlec

 Novela mítica

        A mi amiga Merxe Benavent

Nuevo encuentro entre los despojos de mi antigua biblioteca. Aunque lo compré en 1983, no lo había leído. Se trata de un "clásico" en nuestra tierra y, después de haber sido lectura recomendada en los institutos para los estudiantes de valenciano, y para quienes pretendían ser profesores de esa materia,  no intentaré aquí descubrir otro mediterráneo. Se trata, como siempre, de dejar constancia de una lectura curiosa, por decir lo menos. TRÒLEC, Isa. Ramona Rosbif. València: Eliseu Climent, editor, 1976, Prólogo de Joan Oleza. Desde la propia cubierta, de Josep Ortolà, estamos ante algo poco frecuente, por el diseño de la misma, que entonces todavía no se hubiera llamado vintage. Pero, una vez abierto, la sorpresa continúa: no hay paginación, la mancha en la página no se corresponde con los estándares habituales y hay grandes espacios en blanco, el tipo de letra parece sacado de una olivetti, la alineación es a la izquierda, en forma de bandera, a veces se usa la sangría francesa como en las obras de teatro, para introducir a los personajes que intervienen, además del uso de la cursiva, como es preceptivo, para cuando se utiliza un idioma distinto del conjunto de la obra, en este caso el castellano... Novedad pues editorial por la forma en que está editada y porque en la época no se editaba más de un libro en valenciano al año. Y el plus de innovación desde el punto de vista estilístico, que suponía la obrita en medio del erial del momento. Consiguió el Premio de Novela Andròmina, dentro de los Premis Octubre, de gran prestigio en las letras catalanas.


En primer lugar, ¿qué lleva a un psiquiatra en ejercicio a escribir una primera novela como ésta bajo un pseudónimo? Se trata de Joan Baptista Mengual i Llull,  (Benimeli, 1945 - Valencia, 1992). Parece que, sólo con lo hasta ahora apuntado, se podría pensar en un intento de ruptura con lo que se estilaba (épater le bourgeois?). También hay que situarse en un momento de tránsito político y social (hacía muy poco que había muerto el que te dije, por citar a Cortázar), en el que las preocupaciones eran otras; casi todo llevaba el sello de "literatura comprometida". Y es evidente que aún no se atisbaba por ningún sitio la famosa "movida", con la que la novela tiene, a mi parecer muchas concomitancias. Llama la atención la ausencia de trascendencia, la falta de intelectualismo, ambas buscadas por el autor. Y lo que sí es evidente desde el momento que uno se pone a la lectura es que la opción por el idioma en que está escrita, el valenciano, es una apuesta, no sé si tanto por la reivindicación del mismo, cuanto por ser una forma de enraizar la historia en cualquiera de las comarcas que rodean Valencia (parece que La Marina, de donde era oriundo el autor). Y aquí hay un escollo insoslayable: ya he comentado en estas páginas las dificultades de la traducción en general. Aquí esa tarea creo que se revelaría imposible. De hecho no pienso que haya sido traducida, por la sencilla razón de que gran parte de la gracia se perdería al ser intraducibles muchas de las expresiones y giros utilizados.


Creo que estamos ante un enorme divertimento, una caricatura de un mundo que está a punto de extinguirse, si no lo ha hecho ya. La proximidad de la capital y la llegada de la pretendida modernidad de los sociatas acabarían arrasando aquella "Arcadia". Se trata de una historia contada de forma lineal, con una gran parte de ella estructurada sobre la base del diálogo sin los habituales verba dicendi, sustituidos por el guion típico de esa forma de elocución, o por el nombre de los intervinientes. Lo más llamativo a mi entender es el uso coloquial que el autor hace del valenciano; no sólo para el narrador, cuando aparece, sino para los personajes del pueblo, lo que es más lógico. Y ese uso deviene familiar a veces, y en ocasiones vulgar, todo para conseguir el tono irónico y  humorístico que domina toda la historia. La presencia de la Rosbif, llegada del Middlesex británico, en busca de un padre al que no conoce, pone la necesaria distancia a todo lo que vamos sabiendo de la gente de aquel lugar: el alcalde, el maestro, la curandera (la inefable Marieta Penjoll, con las connotaciones que ya sólo el nombre posee, intraducibles, insisto), la dueña de la pensión, el lechero...  I Ramona va caure desmaiada. La inmersión es excesiva para la pobre Ramona. El absurdo de alguna de las situaciones lleva la historia a cotas surrealistas, por los personajes, por sus acciones, por lo que dicen y sobre todo por cómo lo dicen. En ocasiones el autor intercala en líneas alternas dos momentos diferentes, incluso con una disposición física en la página que se sale de lo establecido. Las descripciones, mínimas, parecen brochazos de aguafuerte.
Tampoco hay que ir más allá en el análisis, porque sería caer en lo que el autor pretendió evitar: el intelectualismo. Para aquellos que aún la desconocen, como me pasaba a mí, los conmino a su lectura, seguro de que pasarán un rato estupendo. A mí, por momentos me devolvía a mis años en Sueca, capital de la Ribera Baixa. Ànim.

José Manuel Mora


Comentarios

RamonaRosbif ha dicho que…
No, que yo sepa no se ha traducido, como muy bien dices, porque sería prácticamente imposible (a no ser en una edición comentada destinada a este fin).
Es mi novela favorita de todos los tiempos, y de hecho traduje el final hace muchos años. Fue el final porque es el único trozo que está en una sola lengua y lo hice para una revista sobre traducción, en la que tenías que explicar los retos que suponía la traducción. Para eso, esta novela era perfecta.
Yo también la recomiendo mucho, y te agradezco la reseña.