Una vida mejor, de Cédrik Kahn


Neorrealismo a la francesa

Creí haber visto algo de este director, Cédrik Kahn, al leer los títulos de crédito. Sin embargo, al buscar en la wiki, me he dado cuenta de que no, aunque sea muy conocido en el país vecino. La invitación de mi hermano ha hecho que vaya a verla sin ninguna referencia. Y creo que Una vida mejor, de 2011, merece la pena. Explico por qué.


Parece que el director suele ejercer de guionista en ocasiones. Y éste es el caso. La historia transcurre en Francia, pero bien podría suceder en España o en Italia, o en cualquier otro país azotado por la crisis. El protagonista es un "emprendedor", palabra que no se les cae de la boca a nuestros políticos en el gobierno. Pero, ¿qué opciones reales tiene un quidam de sacar adelante un proyecto de negocio para el que cree estar preparado? Hay que pedir créditos hipotecarios, cumplir toda una serie de requisitos, que pronto se revelan inalcanzables para él (los bancos acreedores, los buitres aprovechados), y para la muchacha que acaba de conocer, que además no viene sola, sino con un crío de nueve años. Con estos mimbres trama la anécdota de dificultades sin cuento. Sin embargo la peli pronto da un giro de guion y deja al niño y al adulto solos, con la necesidad de acomodarse uno al otro en una situación cada vez más difícil, en la que el sistema se muestra ciego a las necesidades de supervivencia de los dos y que sirve al director para su crítica social, de lo más pertinente en el momento actual. Y esa relación de paternidad sobrevenida es de lo mejor del film, creíble en todos sus altibajos emocionales.


 Tal vez la marcha de la madre, necesaria para que lo mencionado antes se produzca, sea lo más endeble de la historia, pero si esto queda en segundo plano, los otros dos personajes van ganado en dimensión y en hondura dramática, lo que no sería posible sin la actuación de Guillaume Canet, a quien pude disfrutar en Solo una noche, y que aquí es capaz de pasar de la pasión a la ternura, transitando por los ataques de cólera que le producen sus dificultades. Seguramente el actor habrá tenido bastante que ver con la manera tan fluida con que interpreta el niño Slimane Khettabi, un prodigio de frescura y espontaneidad, con una mirada penetrante, que no juega en ningún momento a aniñarse, y que da perfecta réplica al adulto, y la que interpreta a su madre, Leïla Bekhti, también muy creíble, aunque su presencia/ausencia le deje menos espacio para demostrar su talento.


 Rodada en la banlieu parisina, las localizaciones ayudan a enmarcar toda la historia. Los contrastes entre interiores infectos y la naturaleza deslumbrante son de agradecer, así como el salto posterior a Canadá (que ha coproducido la película), posible puerta de escape. No es esencial para la supervivencia, pero se deja ver con agrado, a pesar de la casi total ausencia de banda sonora musical, y la algo excesiva duración. Buen ejmplo de que las dificultades para los desarrapados del mundo, pueden convertirse en muros insalvables, a pesar de las buenas intenciones y el deseo de honradez y trabajo de esas mismas gentes.

José Manuel mora


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