La lectura ¿en crisis?

 De la lectura y otras fruslerías

Quienes me sufrieron en Historia del Libro recordarán que en el contenido del programa fui haciendo cada vez más hueco a la lectura como actividad cambiante y necesitada de estudio en sí misma. El cambio se produjo a raíz de mi inmersión en Historia de la lectura, de Manguel, ya citado en estas páginas, que leí con auténtica fruición (¿qué c... querrá decir "fruición"?, que diría Millás). En aquellas clases ya comentaba el cambio que había supuesto para la actividad lectora el pasar de hacerlo en alta voz, a la lectura silenciosa con el consiguiente aumento en velocidad. Tampoco se leía igual el breviario monacal o los cantorales, que los códices simultáneos en atriles giratorios para confeccionar los compendios medievales. El soporte había condicionado a su vez las diferentes maneras de leer: no se deletreaba igual una inscripción en mármol o tablilla, que la dibujada en un rollo de papiro, o en los primeros editados en octavo (de bolsillo, avant la lettre) y que cabían en el fondillo del gabán de viaje. Lógicamente la impresión mecánica y el periódico volvieron a cambiar la actividad. Se fueron formalizando métodos de lectura rápida, en diagonal, por la necesidad de atender al cada vez más abundante material existente.


 Y sin embargo, el artefacto material conocido como libro se ha mantenido impertérrito a lo largo de todos estos cambios. De hecho colgué un vídeo divertidísimo que lo presentaba como una innovación asombrosa en estos tiempos de alta tecnología (V. la entrada del 29 de abril de 2011 en este blog): compacto, portátil, fácil de usar, barato, autónomo... A la definición del diccionario de la RAE habría que añadir ahora "...sin importar su forma, si es en papel o electrónico". Queda cada vez más anticuada la imagen que se acompaña de U. Eco en su biblioteca, como un estudioso medieval. Yo mismo, para redactar estas líneas, que acabarán siendo pasto de lectura (o eso espero), me sirvo del buscador instantáneo cuando quiero consultar un dato, añado fotografías que acompañen el texto, o inserto un vídeo. De modo que la lectura se va haciendo cada vez una actividad más compleja, multimodal, que le dicen, puesto que se leen textos ilustrados co fotos, como hago aquí, y se pueden completar con vídeos que al tiempo se pueden escuchar. Y todo ello hay que interrelacionarlo para poder captar su sentido último. Por lo tanto aunque leer es un acto cada vez más asequible, también es más difícil por la mayor complejidad de lo que integra el documento.


La tecnología nos permite la interactividad, de modo que al leer un texto en el libro electrónico podemos subrayar, anotar, comentar.. y, si lo hacemos en línea, todo ello queda incorporado al libro primigenio. Del mismo modo leer en las redes sociales supone la posibilidad de interactuar, dándole al " me gusta", o comentando lo leído, algo que antes se hacía sólo en la comunicación oral, in praesentia. La lectura de lo literario seguramente ha cambiado menos; los autores seguirán escribiendo sus obras, únicamente que las leeremos en otros soportes, aunque éstos nos permitirán la búsqueda del significado de una palabra con la que hemos tropezado, o cambiar de la versión original a otra en castellano modernos, con todas la notas "al pie" fácilmente consultables (V. por ejemplo la versión electrónica preparada por la BNE de El Quijote http://quijote.bne.es/libro.html y quédense pasmados).


Porque lo cierto y verdad es que cada vez leemos más en pantalla, de todo tipo y tamaño: ordenadores, teléfonos móviles, agendas electrónicas, tabletas, libros electrónicos... y, si hay conexión wi-fi, lo hacemos además en cualquier lugar. Parece que tanto gadget, que decimos los ingleses, atrae poderosamente nuestra atención, pero a la vez la dispersa porque es simultáneo el bombardeo de otros mensajes junto al que nos "interesa". Hay que estar tomando decisiones constantemente, cosa que no sucedía con la lectura lineal analógica: ¿Veo el vídeo?, ¿le doy al ratón y abro el enlace?, ¿leo los comentarios? ¿comento?... Complejo, ¿no? La interiorización pausada de lo leído se ha ido perdiendo por el camino y nuestra lectura es cada vez más superficial. Leer de forma analítica, reflexiva, crítica, que posibilite aceptar o rechazar lo leído es cada vez más difícil para poder llegar a reflexiones superiores, distintas o complementarias. A mí, que soy del Pleistoceno Superior, como saben quienes me conocen, me da repelús pensar que los lectores ya no se guían por una reseña de especialista, ni siquiera por el comentario dealgún conocido, sino que eligen en función del número de visitas que un servidor de internet proporciona.


¿Qué quedará, pues, de los libros en papel? Se seguirán escribiendo, dije antes, pero tal vez la edición cambiará. Cada vez será menos raro editar bajo demanda, con lo que se evitará tanta guillotina y tanto árbol talado. En el mundo universitario ya está pasando. En el literario, las mesas de novedades se mantendrán para los más vendidos, pero para "rarezas", uno irá al librero, o lo pedirá en línea, y se le servirá cuando esté impreso. Puestos en modo S.F. (Science Fiction, para los no iniciados), tal vez se puedan recoger en distribuidores, como los de bebidas gaseosas, o los de tele-entrada, cerca de nuestra casa.


Hablaremos además de los libros de otra manera. En mi juventud lo hacía con mi amigo Quique en torno a una tónica y discutíamos sobre Cortázar, o sobre cualquier cosa que tuviéramos entre manos. Ahora se están poniendo de moda las tertulias literarias, con lecturas propuestas, que se comentan en común una vez leídas; la pionera de D. Insa, ya lo hace desde hace tiempo en Cocentaina. También hay esta clase de propuestas en algunas librerías "modernas", con invitación incluida del autor; en institutos con profesores ilustrados que acuerdan juntarse por las tardes con padres y madres para poner a debate lo leído, o con el grupo de alumnos que leyó algo y que luego tienen la oportunidad de conocer en vivo y en directo al autor o autora. Por no hablar de algo tan completamente nuevo como los comentarios que surgen en las redes sociales, donde aparte de eso se pueden colgar fragmentos de lo que se está leyendo. Cada vez más tendemos a leer en compañía. Aunque tampoco hay que darle demasiada importancia al fenómeno, sino que habría que relativizarlo. Se habla por ahí de la regla del 90-9-1.   El 90% inicial corresponde al grupo de lectores de las redes sociales que nunca hacen ningún comentario (en este blog, sin ir más lejos, a pesar de las 33.000 visitas contabilizadas desde hace dos años y medio; gracias por la fidelidad desde Mountain-View o de ditios más exóticos como Flandes). "Bastante hay para leer, como para encima escribir", dirán algunos. El 9% siguiente corresponde a quienes participan comentando, editando, generando contenidos... Y el 1% restante sería el correspondiente a quienes monopolizan la actividad.


Titulándose como se titula este blog, habrá que hacer referencia al papel que jugarán las bibliotecas y quienes las llevan en este mundo nuevo en el que vamos estando inmersos. Antes ya de jubilarme, en la que para mí eran bibliotecas de referencia, la de Cocentaina, la Gabriel Miró, la de la U.A., cada vez había más espacio para las conexiones de los portátiles de los estudiantes, para los catálogos en línea, para la zona de ordenadores reservados con antelación. Estando todo a un clic, que decimos los modernos, pudiendo encontrar uno lo que necesita, ¿a qué se dedicarán los expertos en biblioteconomía? Dice el profesor Cassany, que sabe mucho, que "estarán volcados en la atención al usuario, en su formación, en lo que se llama alfabetización informacional (algo que ya vi en la biblioteca del Oregaard Gimnasium de Copenhague hace casi diez años, o en la municipal de Viadana, en Emilia-Romagna), es decir, en el fomento de esa capacidad de entender en un mundo en el que es más complejo hacerlo porque estamos infoxicados; en definitiva, será un mediador" (la negrita es mía). Habrá cada vez más textos digitales y cada vez se gestionarán con más frecuencia en línea, como ocurre con los billetes de avión, o las entradas a los espectáculos. Se podrá buscar en el catálogo electrónico de la tienda o de la biblioteca desde el móvil inteligente, o desde la web. Se reservarán títulos, se renovarán los préstamos, se sabrá si está o no disponible el que nos interesa. Y además se habrán hecho expertos en animación a la lectura para los más pequeños, que es donde está la cantera. Que se lo digan si no a Luis. E., mi antiguo alumno de biblio. Y en las librerías, para atraer lectores/compradores, charlas, coloquios, cafés, conciertos de jazz... Véanse algunas de las entradas de este blog dedicadas al asunto. En fin, que esto no se acaba, sólo se transforma, como siempre. ¡Feliz lectura y feliz 2013! dentro de lo que cabe, que ya sé que cabe poco.

José Manuel Mora.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Excelente entrada José Manuel. Congratulations and happy new year. Supongo que pertenezco al grupo del noventa por ciento, salvo en contadas ocasiones, como ahora.
Fermín Bonet.