Las sesiones, de Ben Lewin


 La prisión corporal
                                                                Déjame tocarte con mis palabras...

Desde el mismo cartel anunciador se nos anuncia una historia "real y verdadera". Quienes ya leyeron mi comentario sobre Intocable, saben de mi aversión por este género. Ésta hace pensar en aquélla, pero creo que va más allá. Intentaré explicar por qué.


De momento el director, Ben Lewin, que es de origen australiano y por tanto desconocido por estos lares, ha decidido armar su historia, puesto que es también el guionista de la cinta, a partir de lo escrito por el poeta y periodista Mark O'Brien. Ambos tienen algo en común: han padecido la polio. Éste último murió ya, y el director sigue dando guerra apoyado en sus muletas. Es de suponer, por tanto, que el cineasta sabe bien de lo que habla el escritor, de la frustración que puede suponer para un ser humano verse encerrado en un cuerpo, y no del todo lo que es posible que llevara a la aceptación, puesto que la parálisis no excluye en este caso la sensibilidad de cada centímetro de piel, ni la capacidad del cerebro para sentir, emocionarse, crear...


Hay otro componente en el protagonista, y es su sentimiento religioso, lo que le lleva a consultar con un sacerdote sobre su deseo de perder la virginidad a sus 38 años. El que hace de cura es el magnífico William H. Macy, a quien recordaba por su papelón en Fargo. Aquí vuelve a dar credibilidad al religioso que atiende más a lo humano que al dogma, y es revelador el abrazo que le da al paralítico cuando éste se lo solicita, o su sentido del humor, incluso con el nombre de Dios, tan utilizado en inglés en el momento del orgasmo: ¡Oh my God!.


Para su propósito el escritor decide utilizar una terapeuta sexual, no una puta, que lo intentará tratar en no más de seis sesiones, las del título. La inteligencia, la sensibilidad,el sentido del humor,  la humanidad, la valentía con las que Hellen Hunt asume el reto, desnudos frontales incluidos, del personaje son fascinantes. No soprenderán a quienes ya la conocieron en Mejor imposible. La complicidad que se establece entre el que tiene el hándicap y quien ha de ayudarlo, va más allá de lo corporal. Las reflexiones ante una grabadora de la terapeuta en su casa, a salvo de su marido y de su hijo, son muestra de su capacidad para la empatía y de la complejidad del alma del personaje. En este sentido es en el que señalaba más arriba que hay diferencia con la relación que se establecía en Intocable ya que, aunque ambas partan de un hecho real, hay mucha más hondura y mayor compromiso en la de los dos personajes que ahora comento. Por no hablar de la cuidadora china que se encarga de lo estrictamente material, otro ejemplo de tolerancia, comprensión e inteligencia.


Párrafo aparte merece la actuación de John Hawkes. Aunque lo había visto de secundario en la Tormenta perfecta y en otra peli comentada aquí, Winters bone, no lo recordaba; tal vez porque no va de estrella apabullante, sus composiciones pasan más desapercibidas. No es aquí el caso. Actuar acostado durante toda el filme puede trae a la cabeza al Bardén de Mar adentro. Ambos papeles son enormemente difíciles porque todo ha de ser expresado por el rostro. A Hawkes le hablan los ojos lo que, junto a su sonrisa, invita a la complicidad e incluso a la carcajada cuando pone en marcha su sentido del humor. Su miedo al ridículo, a la eyeculación precoz, a su propio cuerpo que hace 30 años no ha podido ver, atado como está al pulmón mecánico y, a la par de todo eso, el deseo incontenible del contacto físico, del saber lo que puede suponer una prenetración, un orgasmo en toda regla, compartido (¿eso qué? es pregunta el recepcionista del motel) lo hace creíble, humano, mon semblable, mon frère, que dijo el otro.  En fin, menos efectista y más honda que la anterior, ésta creo que es altamente recomendable.

José Manuel Mora.

P.S. Lamento la ausencia de subtítulos en el tráiler que he encontrado, pero me parecía imprescindible escuchar las voces originales de los actores.



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