Amor, de Haneke

Sin concesiones

 La primera película que vi de Michael Haneke fue Juegos prohibidos. Recuerdo que el impacto fue tan grande que un amigo que venía conmigo no pudo resistir la tensión y abandonó la sala . Hay que señalar que toda la violencia y el terror generado en el filme se producían fuera de campo, pero la banda sonora estaba tan magistralmente usada que, unida a los rostros de los personajes que permanecían ante la cámara, era suficiente para removerte en el asiento. Ya habla la retórica la fuerza que tiene la elipsis para la imaginación humana.  


Sin que tenga que ver nada, este director me hace pensar en un paisano suyo, austriaco como él, T. Bernhard, que allá por 1985 me conmovió con su novela La corrección. Hay en ambos creadores una pulsión por ir hasta el fondo de las cosas, por muy incómodo que pueda resultar para su público. Creo que ambos se propusieron no entrar en la órbita del consumo. Y ello a pesar de que el director accedió a realizar un remake (con perdón) de su éxito primero con actores estadounidenses y filmado en inglés. Pues bien, se permitió el lujo de hacerlo rodando plano a plano la versión original en alemán, ahora en inglés. Un raro.


 Nos llega ahora, aunque fue en el Cannes pasado donde consiguió la Palme d'Or, a rebufo de estar seleccionada a los oscar de este año como mejor peli en lengua no inglesa, la presente, Amor. El director ha declarado en alguna entrevista que se puso a escribir el guion azuzado por experiencias personales. Quienes hemos vivido la enfermedad y la muerte de personas queridas sabemos lo duros que pueden ser esos momentos y cómo la realidad va poniendo a prueba nuestra resistencia física y emocional a la par que la del enfermo. Las angustias se van multiplicando cuando sabemos que el mal es irreversible y que las cosas sólo pueden ir a peor. El amor por la persona enferma a veces nos hace desear su permanencia entre nosotros, aunque sea ésta una postura egoista, puesto que el paciente muchas veces lo que desea es que todo acabe cuanto antes. Pero ¿no seremos unos monstruos si para evitar su dolor somos nosotros quienes queremos que todo termine? Ése es uno de los dilemas que se plantean aquí. Dos octogenarios, músicos, que han llevado una vida plena, tienen que hacer frente a la enfermedad y al dolor; ella en tanto que sufriente, él en tanto que compañero amoroso. La degradación progresiva no evita, por parte del director ninguna etapa. La primera: el descubrimiento de esa mirada perdida en el rostro de la mujer, con todo el desasosiego que provoca en el marido, la angustia irrefrenable. Y eso que económicamente hay fondos para pagar los cuidados necesarios que por otro parte el marido no quiere ahorrarse.


El tercer vértice en el conflicto es la hija, dedicada a la música también, que vive en otro país y que, cada vez que va a ver a sus padre comprueba el desastre irreparable, con la mala conciencia de saberse ausente del conflicto y de ser cosciente que todo recae en el padre.  Para el papel, secundario, el director a llamado a una de sus actrices fetiche, Isabelle Huppert, a quien ya dirigió en otra de sus piezas terribles: La pianista. El tono contenido de su interpretación es por eso más conmovedor en las pocas escenas en que aparece.


Y, ya que hablamos de interpretación, los dos actores que sostienen esta película que, si fuera música, sería camerística, son dos monstruos, dos iconos del cine francés. Emmanuelle Riva, que se consagró con Hiroshima, mon amour (1959), que yo vi ya en el ciniclub universitario, es un rostro inolvidable. A pesar de haberla visto doblada ( como siempre, dejo aquí el trailer en V.O.S. para poder escuchar sus voces), la fuerza de su mirada, la picardía por momentos, el sufrimiento, son transmitidos de forma depurada por esta mujer de una fragilidad que contrasta con su fuerza interior.


Él, Jean-Louis Trintignant, se hizo famoso en las pantallas españolas cuando se estrenó Un homme et une femme (1966), pero fue madurando hasta llegar a Tres colores: Rojo (1994) de Kiéslowski, donde estaba magistral. La manera que tiene el actor de mostrar el inmenso amor que profesa a su mujer sin grandes gestos ni grandes palabras, sino con la atención continuada, llena de detalles mínimos, de complicidad silenciosa, de disculpas, de enérgica protesta, de regateo con lo inevitable, está llena de sabiduría de viejo cómico, y también del dolorido sentir de una vida cuajada de sufrimiento personal. No sé qué habrá sido de Anouk Aimée, su compañera de reparto en la famosa peli de los amantes, pero hubiera sido un punto reencontrarlos con toda una vida en sus rostros para hacer frente a su último acto.  Creo que la generosidad interpretativa de Trintignant aquí está fuera de toda duda.


Y, por ir acabando, el filme entero lleva la firma de su director. Rodado sin música, únicamente suenan las piezas que algunos de sus acotres interpretan al piano, o las que se reproducen en el lector de cedés. Está planificada con su habitual inmovilismo de cámara, colocada siempre de modo que uno puede acabar haciendo un plano mental de la casa en la que viven los protagonistas. Desde la escena inicial, in media res, el director nos conduce por la reconstrucción de todo lo que ha llevado a ese inicio. Hay también una elipsis final que deja a los espectadores la posibilidad de la hipótesis. En fin, no sé si se nota que, a pesar de la dureza de la temática, y gracias tal vez a que no hay la mínima concesión al sentimentalismo (que no a los sentimientos), la peli me ha encantado. Abstenerse quienes hayan perdido hace poco a un ser querido.

José Manuel Mora.

P. S. No quiero dejar de consignar aquí que también he visto Amor es todo lo que necesitas, de Susanne Bier, directora danesa de la que ya he comentado aquí En un mundo mejor, pero que aquí se atreve con una comedia y sale bien parada, aunque no sea esencial para la supervivencia. Y también que, llevado de lo elogioso de las críticas, estuve viendo The master, de P. T. Anderson, del que había disfrutado su Magnolia y que ayer me dejó perplejo. Y eso que Seymour-Hoffmann y Joaquin Phoenix están que se salen dándose la réplica uno al otro a lo largo de todo el fime.



P.S. bis: A toro muy pasado, quiero dejar consignado aquí el oscar logrado por Haneke a la mejor peli en lengua no inglesa.

Comentarios

manipulador de alimentos ha dicho que…
Haneke vuelve a cambiar de registro. Con 'Amour' vuelca su mirada a la vejez y el derecho de morir en paz. Los actores, fantásticos. Un saludo!