Zero dark thirty, de K. Bigelow

 Cine polémico

Decía D. Benito (me refiero a Pérez Galdós), hablando de alguien a quien conocía muy bien, Dª Emilia Pardo Bazán, "Es mucho hombre esa mujer". Intimidados tal vez por ello, los académicos nunca se atrevieron a hacerle sitio en la RAE, donde debió haberse podido sentar.  Viene esto a cuento de la directora de la peli que acabo de ver: Kathryne Bigelow. Hace poco pasaron por la tele otro filme suyo del año 2000, que me dejó pegado a la butaca a pesar de ser las tantas de la noche: El peso del agua, de una intensidad narrativa importante, en la que debían de tener mucho que ver S. Pean y S. Polley, que estaban estupendos.


Ya apuntaba maneras con la premiada En tierra hostil, de 2010, sobre la actividad de un comando desactivador de explosivos en Irak, con la que ganó un oscar a la mejor dirección y mejor película, dejando con un palmo de narices a su ex, el Cameron de Avatar. Parece que la realizadora, a sus 61 años espléndidamente llevados,  ha decidido mostrarse reincidente en el cine de acción bélica ( y hace falta mucha energía para rodar algo así) con La noche más oscura, título de ecos místicos que no sé si los traductores (?) del mismo se han planteado. Porque en realidad el original, Zero dark thirty, hace referencia a las cero treinta horas, pasada la medianoche, momento del asalto a la guarida del terrorista más buscado hasta ese momento: Osama bin Laden.  


La directora y su guionista de cabecera (sin segundas), Mark Boal, se han dedicado un montón de años a levantar un guion que la realidad, la captura de Laden, les desmontó y que tuvieron que rehacer sin darse por vencidos. Y este es uno de los primeros grandes aciertos del filme: cómo han construido la historia de una obsesión, la de la protagonista, que dedica doce años de su vida a localizar al terrorista, inasequible al desaliento, la del Gobierno de los EE.UU., que ha establecido su captura como objetivo ineludible, sobre todo para dar satisfacción a un país ávido de venganza tras los atentados de las Torres en N.Y. en 2001. Y aquí podría aparecer el primer motivo de polémica, que ya se comentó en su momento en la prensa de la época: ¿se trataba de capturarlo para someterlo a un juicio justo, como hacen los países civilizados, o de cargárselo sin más para ganar puntos ante una sociedad herida?


La siguiente controversia surge tambén desde las primeras secuencias de la película, con las escenas de la prisión secreta, llamadas por ellos "Técnicas mejoradas de interrogatorio", precioso eufemismo para hablar de la tortura pura y dura. Se trata de no lugares, donde no se duerme por la música a todo volumen, ni se come, más que cuando se responde según los deseos del torturador. A pesar de la dureza de las escenas, la directora no se regodea, como hicieron algunos de los protagonistas reales de muchas de ellas, con vejaciones y fotografías incluidas. Pero la brutalidad de los compatriotas de la Bigelow no está enmascarada, aparece en toda su crudeza. No sé qué tal llevarán en los USA estos momentos, tal vez a algunas personas les parezca que es lo que merecían, aunque los torturados no siempre son los actores del terror, sino que simplemente poseen información interesante para la CIA.


Y a todo lo anterior  se suma la impecable interpretación de Jessica Chastain, en el papel de la que llega a Pakistán a colaborar y aprender de los métodos de sus compatriotas con más años de mili en el terreno. Es inteligente por parte de la directora mostrar en ella la evolución desde el horror inicial ante la tortura del agua hasta que, conforme va siendo ella misma objeto de posibles ataques (en el Hotel Marriot, p.e.), o conforme va perdiendo compañeros en atentados terribles, va sumiendo la necesidad de obtener la información del modo que sea. No suelta la presa de cualquier posible pista, hasta dar con la que ella cree que es la definitiva. Cuando al final todo haya acabado y suba a un avión de transporte de tropa, la pregunta del piloto se convierte en algo de doble lectura, más si se acompasa con el llanto silencioso de la mujer: "¿Y ahora qué? ¿Adónde vamos?"

Y la peli termina con la escena que seguramente se ajusta a lo que Obama y Clinton con sus compañeros de despacho veían con cara de espanto en la famosa foto y que a nosotros se nos escatimó. Parece que guinista y directora han contado con información de primera mano para componer las secuencias del asalto a la morada de OBL, como lo nombran a veces. La filmación es de un realismo sobrecogedor por el uso de las imágenes tomadas con infrarrojos o con mínima luminosidad. En ese cataclismo último los disparos se dirigen a todo lo que se mueve: colaboradores, mujeres, hasta dar con Osama y abatirlo sin más. Mejor evitarse un juicio con todas las garantías. La peli es un ejemplo más de cómo, aun sabiendo el final de una historia, ésta puede resultar apasionante si se cuenta bien. Y si no, que se lo digan a Gabo: "El día que mataron a Santiago Nasar...", frase con la que se inicia la Crónica de una muerte anunciada. Imposible abandonar su lectura, aunque sepamos que el final es la muerte del protagonista.

José Manuel Mora



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