Barbara, de C. Petzold

En la Alemania del Este

Hace ya años visité la Alemania del Este cuando hacía muy poco que había caído el muro de la vergüenza. Viniendo, como lo hacíamos, de Kassel y Berlín, llegar a Leipzig al atardecer fue como adentrarse en una ciudad bombardeada. No había gente a quién preguntar, los bloques de tres plantas eran de hacía cuarenta años y denotaban dejadez, descuido, falta de restauración, cochambre, grisalla de vida. A ello se unía la falta casi absoluta de alumnrado público, con lo que el ambiente era de tristeza infinita. Nada de tiendas, ni de rótulos luminosos, ni de calles repletas de gente de paseo o de compras. Uno podía imaginar cómo habría sido todo aquello en los años 80, cuando se ambienta el filme. Cuento esta anécdota porque el espacio en que se desarrolla la peli, BARBARA,de Christian Petzold, me ha vuelto a situar por aquellos andurriales.


Ya hay en esta páginas comentado un título cuya historia se desarrolla en la misma época, La vida de los otros. Aquélla era mucho más dura y terrible. Ésta tiene un tono algo más amable, aunque el trasfondo sea de la misma pedregosa consistencia. Las miradas iniciales de los personajes, de los que no sabemos nada y a los que vamos conociendo por sus actitudes, sus palabras y sus hechos, me han hecho pensar en aquélla. Ojeadas tras el visillo para ver si el coche que nos vigila permanentemente sigue ahí; la distancia fría y calculada ante los compañeros de hospital de quienes sospechamos que pueden ser confidentes. La cutrez de las casas en las que se vivía, o lo básico de todo lo necesario en un hospital; los viejos y renqueantes coches trabant, traídos de la URSS, que parecía que podían desmontarse en cualquier bache... La "Alemania comunista", en fin, que se decía en Occidente. 
 

Y en ese mundo aparentemente quieto, de superficie tersa y gris, como los lagos del norte, hay toda una vida llena de conflictos, de frstraciones, de carreras truncadas por motivos políticos: la "desafección al Régimen", que se decía en la España franquista, que tantas puertas cerraba y que tantas dificultades podía acarrear si salía a la luz.  Todas las dictaduras manejan los mismos resortes: registros inopinados, prohibiciones de cambiar de residencia, delaciones de vecinos... Y a todo ello se ha de enfrentar Barabara, la doctora desterrada en alguna provincia alemana del norte báltico. Doctora que aspira a poder huir a Occidente para al fin poder respirar en libertad. Nina Hoss es una actriz desconocida por estos lares, pero su mirada profunda, escrutadora, desvalida, hace creíble el personaje, de una fuerza enorme a pesar del inicial "distanciamiento".



Le da la réplica otro desconocido, Ronald Zehrfeld, castigado como ella, aparentemente colaborador de la Stasi, la temible policía política. Ambos de una enorme competencia profesional, pero reducidos a la más absoluta nada. El duelo entre los dos, entre la desconfianaza de ella y el interés creciente de él está muy bien servido por el guión, con delicadeza, sensibilidad e inteligencia. El día a día y las dificultades propias de la profesión los irán acercando imperceptiblemente. 


El director se ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín a la mejor dirección. Tal vez tenga que ver la precisión de los diálogos, concisos, punzantes como un estilete en ocasiones; con la tonalidad casi documental con la que ha filmado, prácticamente sin música que subraye las secuencias, apenas una pieza de piano que toca la protagonista para acompañarse en su soledad.Y así vamos asistiendo al deshielo de un corazón. Me ha resultado emocionante dentro de su contención expresiva.

José Manuel Mora.



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