To the wonder, de Terrence Malick

Poema fílmico

Es raro haber visto la primera película de un director Bad lands (1973) y enfrentarse a la última sin ninguna parada intermedia. Así no hay manera de valorar la evolución del director. Terrence malick parece poseer un club de fanes incondicionales y otro de detractores. Como soy un diletante no pertenenezco a ninguno de los dos y me he enfrentado al filme con cierta "inocencia", ya que se me olvidan las críticas que leo cuando se publican. La primera que vi de él me impactó profundamente, y me desasosegó aquella imponente Sissy Spacek. Para empezar diré que ésta no tiene nada que ver con aquella.


En el ínterin parece haberse producido una evolución hacia la espiritualidad del director, espiritualidad o trascendencia que aquí parece querer aplicar a la vivencia del amor. Conviene un pequeño comentario del título para los de francés, ya que es aplicable al asunto que le ocupa al director, que además es guionista del filme: "A lo prodigioso" (como dedicatoria),  o también "Hacia el prodigio", en el sentido de direccionalidad. El prodigio, o lo prodigioso sería el amor, no entendido como mero afecto humano sino trascendido en vivencia casi mística. Y aquí aparece la primera de mis dificultades: mi agnosticismo me deja fuera de todo el discurso trascendente del sacerdote, encarnado con comedimiento por Javier Bardem. La prédica me parece que se sale de madre constantemente. Como un nuevo Manuel Bueno unamuniano (aunque el director no haya oído hablar de él) a este cura descreído sólo parece salvarlo el amor y su dedicación a los desheredados de la sociedad, a los proscritos, a los enfermos. 


 He titualado la entrtada "Poema fílmico", porque más que una dramatización, como suele suceder en la mayoría de las películas, predomina el tono lírico, bien a través de la constante voz en off, bien a través de los constantes barridos de cámara, rápidos o lentos, muchas veces con gran angular, bien gracias a la permanete presencia de la música, magnífica, enmarcando la mayoría de las secuencias. No escuchamos a los protagonistas hablar. Sólo hay un continuo fluir de miradas, de intento de contacto físico, de rupturas. No hay carne en el asador. El distanciamiento que todo ello produce hace que te dé un poco igual la historia que se cuenta, mínima en cualquier caso. Hay que añadir además que el personaje de Ben Affleck, actor que suele gustarme, queda desdibujado, puesto que nunca se narra desde su voz. No sabemos de sus auténticos sentimientos, ni de sus contradicciones íntimas. 


Queda todo el constante juego metafórico: las dos mujeres protagonistas, en contacto con la madre tierra, lo que en la que llega de Francia acaba, por su constante reiteración, su salto y su baile, en convertirse en un tic que banaliza la posible fuerza expresiva. La presencia de una tercera mujer que invita a la protagonista a la libertad, que no sabemos si es un diablo tentador o qué. El trabajo de él, que nos pone en contacto con la degradación del medio, lo que en un "no lugar" como el que se nos muestra, tampoco parece que importe demasiado. La continua presencia del agua, desde la marea que remonta en Mont St. Michel, hasta la que fluye en los ríos americanos, ejemplo del permante fluir de la vida, o la que parece purificar en las piscinas. Creo que todo queda en una inacable sucesión de hermosas imágnes cuyo sentido se me escapa o me deja frío. No sé si se nota que, como dice mi amigo Julio, la peli "no me habla", no me ha dicho nada. Mala cosa para un filme.

José Manuel Mora.


Comentarios

Fran ha dicho que…
Bueno... Malick es Malick, habrá que verla! :D