La mula, de M. Radford?

 Otra vez la guerra incivil

Nada más empezar la peli, he tenido la sensación de que iba a presenciar una nueva versión de La vaquilla, filmada por Berlanga en 1985. Las trincheras, los dos bandos, los piques de parte a parte... Sin embargo, y también en muy poco tiempo se pone de manifiesto que estamos ante un producto completamente diferente. Aunque el filme se rodó en 2009, se trata de una coproducción hispano-británica, cuyo rodaje se inicó bajo la batuta de Michael Radford, quien lo abandonó una semana antes de que finalizara. No voy a entrar aquí en los entresijos legales de la querella. Lo que sí puedo decir es que me alegro enormemente de que por fin se haya estrenado y de haberla visto.


El director, o la productora, han decidido no colocar al inicio la famosa frase "basada en hechos reales", aunque algo de eso hay. El guión es obra de Eslava Galán sobre una novela propia y con la colaboración de un "anónimo", que aparece así en los créditos. Se trata de un chico joven de mi edad, jienense, profesor de inglés en Secundaria y novelista en los ratos libres (?). Premio Planeta, Premio de la Crítica andaluza, ensayista, historiador, y además ha traducido a Teseliot (que diría Cabrera Infante), lo que no es moco de pavo. Si hago tanto hincapié en su figura es porque me parece que su texto es una de las grandes bazas de la película.


He de comenzar por decir que los filmes de época que se ruedan en España suelen resultarme en muchas ocasiones poco creíbles, debido a un cierto olor a naftalina, o por el contrario, porque el vestuario me parece acabado de sacar de la lavandería. Pienso en Tierra y libertad, rodada también por otro británico, Loach, que me dejó fuera por lo nuevitos que aparecían los uniformes de la FAI. Sin embargo aquí la ropa está embarrada y sucia, como después de tres años de guerra, y los figurines de las mujeres me hacían pensar en las fotos de mi madre en esa época y con esa edad. A ello hay que añadir que las localizaciones ayudan al verismo de lo narrado. En algún momento parecían fotos que con sólo pasarlas al B/N hubieran dado el pego. De hecho el director usa a veces el virado casi sepia en alguna escena y crea un clima especial. Tal vez, en la parte técnica que comento, me sobra un poco de énfais en la música de la banda sonora.


Para acabar de hacer creíble esta historia de un acemilero rojo pasado al bando "nacional" por circustancias ajenas a su pensar (y ese es otro de los aciertos del filme, el haber sabido plasmar los entreveros en que se mueven las conciencias de las gentes en un conflicto civil)  hacía falta la complicidad de un buen actor. Mario Casas se revela aquí, definitivamente, como un actor de raza. El trávelin de aproximación a sus ojos cuando se está despidiendo de la mula lo desnuda sin histrionismos ni lágrimas fáciles. No sé cómo ha llegado a establecer una relación tan fluida con el animal, muchas veces su único interlocutor. Las frases que le dice son auténticas, como lo es su acento, que ha hecho creer a más de un andaluz, que el chico era de "Despeñaperros p'abajo". En algunos casos casi tiene más filin que con la chica, María Valverde, muy creíble en el papel de niña facha de pueblo, con ganas de salir de él para poder tener acceso a otras cosas. No la había vuelto a ver desde La flaqueza del bolchevique, cuando apenas era una cría que daba la réplica estupendamente a Luis Tosar.


Ha habido un par de momentos que me han llegado a emocionar: el del auncio del final de la guerra y la despedida antedicha. Cine, pues, español, creíble, conmovedor, divertido, pues algo de aire de comedia teiene en mucho momentos, en medio del dramatismo bélico, bien hecho. Ha sido una opción pensada, frente al otro estreno de la semana, El gran Gastby, que a pesar de Di Caprio, me huele a pestiño. Ya diré algo en todo caso.

José Manuel Mora
















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