Un invierno en la playa, de John Boone

 De amores y de llorar

Tener muchas aficiones supone no poder dedicarse en exclusiva a ninguna. Pero creo que hace ya tiempo que decliné estar a todo. Con la "pasión" que le pongo al ensayo coral (en el coro de la U.A. y en del Vinalopó) he reducido las visitas a los cines. Pero la interpretación del Requiem de Mozart el viernes en Novelda, requiere esfuerzo y tiempo. Sin embargo ayer fui a ver una comedia, y además acompañado. Así que el placer fue doble. No es "esencial para la supervivencia", pero son raras las pelis de humor inteligente.


Se trata de una opera prima y su director ha escrito además el guión. Doble tarea de la que creo que sale bien parado. Y en esta página que tiene una parte dedicada a los libros, parte de la temática del filme parece que viene aquí adecuadamente. El padre de esta extraña familia es un escritor de éxito, que castiga a sus hijos poniéndolos a escribir. ¡Extraño castigo, vive dios! Fruto de este "sadismo", a la hija le acaban de publicar su primera novela y al hijo, que ejerce de poeta secretamente enamorado,  acabarán por publicarle en una editorial de fanzines su primera historia. El padre, desde que se divorció, no ha sido capaz de volver a escribir. Y de esta separación también quedan huellas en la hija, que no quiere saber nada de relaciones "serias". Ejerce, a pesar de su modernidad, de padre superprotector a la par que respetuoso, y corrige los trabajos de los hijos, con lo que se acaban pareciendo más a lo que él escribiría que a lo que ellos querrían hacer. Su tería sobre la tarea de escribir es curiosa: "escucha a tu corazón, y después intenta interpretar bien lo que dice. Para ello hay que vivir primero" (more or less, que decimos los ingleses). Todo está bien trabado, con réplicas ocurrentes, y alguna situación más fácil, pero que entra bien dentro de la historia.


Gregg Kinnear encarna a ese padre en la crisis de los cincuenta. Yo lo había visto antes dando vida al homosexual de la peli Mejor imposible con mucha dignidad y corrección, a la par que con un sentido del humor extraordinario y manteniendo el tipo ante un Jack Nicholson que intentaba tragarse cada plano. Jennifer Connelly  es la madre, a la que no recuerdo más que en Una mente maravillosa. Aquí tiene una particularidad y es el enorme parecido que posee con la actriz que da cuerpo a su hija, Lily Collins. Tanto ella, como el adolescente que interpreta a su hermano están absolutamente creíbles en sus papeles. Goza además la peli de una banda sonora estupenda y, aunque en algún momento las soluciones puedan ser pelín edulcoradas, se ve con mucho agrado.


Lo único que me ha molestado ha sido el doblaje que, aun siendo correcto como suelen ser por aquí, me distanciaba de lo que veía/oía. Por eso dejo el tráiler en V.O., a pesar de no tener subtítulos. Y vale ya. Me despido hasta julio, porque me voy a cantar a Polonia con el coro de la U.A. al certamen Universitas Cantat. Pienso que Wroklaw (antigua Breslavia) y Poznan, donde actuamos, me darán alguna excusa para continuar con este particular cuaderno de bitácora. Nos vemos en julio, si os parece.

José Manuel Mora.


Comentarios

Basi ha dicho que…
Que vaya bien por esas tierras. Pero qué cosmopolita te has vuelto, es lo que tiene poder hacer lo que te da la real gana. ¡Cómo te envidio!