El guardián invisible, de Dolores Redondo

  Policiaca a la española

Estoy recién llegado y con "mono". Esta vez no me he llevado a Polonia ningún autor del país, porque andaba con una recomendación de mi compañero Pepe Esplá. Como además lo llevaba incorporado en el lector electrónico, que acabaré reconociendo que resulta cómodo, aunque sólo sea para viajar, no me preocupé de más. Se añadía el hecho de que se tratara de una novedad editorial lo que, quienes frecuentan este blog saben bien, es poco frecuente. Y como lo he terminado, aquí va la referencia.


REDONDO, DOLORES. El guardián invisible Barcelona: Editorial Destino, 2013. ISBN: 978-84-233-4604-2 (epub). Tanto la edición impresa como la digital, que es la que he leído, se han publicado el mismo año. Ha aparecido a un tiempo traducida a las otras lenguas peninsulares: catalán, gallego y euskera. Y parece que ya están vendidos los derechos para su traducción al francés, alemán, italiano, holandés, noruego, turco, polaco, eslovaco... Se añade el hecho de que también se han comprado los derechos para llevar la novela al cine. Da la impresión de que quienquiera que sea el representante de la autora sabe lo que se hace. Se trata de una mujer joven (1969), de San Sebastián, pero que parece hahora radicada en Navarra. 


Se trata de su segunda novela porque, además de cuentista, ya había publicado Los priviligeios del ángel en 2009, de la que no tuve noticia. La presente se anuncia como parte de una Trilogía del Baztán. Yo recorrí ese valle hace ya muchos años y recuerdo que me cautivó por su verdor y frescura de verano, por la idiosincrasia de sus construcciones, tan diferentes de las de aquí, por su estilo de vida tan apegado a las tradiciones, todavía entonces, años 70. Algo de todo eso hay en este libro, que se abre, in media res, con un cadáver junto al río y unos zapatos perfectamente alineados junto a la carretera, señalizando el lugar del macabro hallazgo. "El bosque en el Baztán es hechizante, con una belleza serena y ancestral que evoca sin buscarlo la parte más humana, la parte más etérea e infantil, esa que cree en las maravillosas hadas con pies de pato..." (pág. 71), el decorado perfecto para una cultura con algo de druida, capaz de albergar monstruos, como el basajaun ("un homínido que habita en los bosques, de los que forma parte y en los que actúa como entidad protectora", pág. 104), o las inquietantes belagiles ("el modo antiguo, el que se refiere a los servidores del maligno", (pág. 173), o los seres benéficos, como la Mari, que simboliza a la madre naturaleza y su poder telúrico" (pág. 105). Todo sucede en Elizondo y sus alrededores, en un invierno casi perpetuo de constantes lluvias, nieblas y frío intenso, donde se percibe "el aroma milenario de bosque, de río, de piedra" (pág. 216). Hay que esperar al capítulo 5º para que empecemos a saber algo de la vida de la inspectora Amaia Salazar, de la Policía Foral de Navarra. Y eso que la novela está contada desde su punto de vista casi exclusivamente (de hecho no he entendido por qué en el capítulo 30 la autora abandona esta perspectiva y pasa a la del subinspector Zabalza, para volver de nuevo a la de ella sin transición ni explicación temática o estructural).


Y sé que puede sonar políticamente incorrecto lo que voy a decir, pero hay una serie de detalles en el libro, detalles estilísticos, que señalan a sexo femenino en su creadora. No es el hecho de que su protagonista sea una mujer, ya que grandes escritores fueron capaces de trasvestirse de forma maravillosa (Flaubert, en su sra. Bovary, Galdós y su Fortunata, o Clarín y su Ana Ozores, para no extenderme demasiado), sino la forma en que transmite determinados sentimientos de su personaje "haciéndola tambalear, a pesar del plumífero azul que James, su marido, la obligaba a llevar" (pág. 69) a pesar de ser una mujer aguerrida y valiente con pistola al cinto; o la manera de percibir sensaciones "como un atleta griego, mostraba una desnudez perfecta y una calidez que la enloquecía" (pág. 272).  Hay en todo ello, como en alguna falta de cuidado expresivo como el que supone repetir una palabra en once líneas ("espalda fuerte y definida [...] las líneas de su rostro eran redondas y bien definidas" pág. 303), o el de algún anglicismo en forma de cliché  de moda "le habían impedido tener sexo con otra mujer" (pág. 320) o el de "sus celos de macho alfa destronado" (pág. 169), signos de poca elaboración; reconozco que pueden ser vicios de viejo profesor de lengua. En algún momento alcanza la potencia metafórica que se requiere en ese isntante para crear un clímax determinado "los troncos brillaban al sol incierto de febrero como la piel de un reptil milenario" (pág. 69); "percibía la hostilidad de la madre como si en aquel corredor hubiera una manada de lobos" (196). Y ese sí me parece un personaje potente, por ser poco frecuente que la figura de la madre se muestre amenazadora e inquietante.


La estructura es conocida y responde a tantas pelis de serie en televisión, pienso sin ir más lejos en Anatomía de Grey, que no veía, pero que incluyen muestras de ADN, búsqueda de pruebas, husmear en bases de datos, elaboración del perfil del posible asesino múltiple... porque claro, los crímenes se sucederán en ese espacio cerrado y agobiante que es el valle. Y la inspectora a la par que su creadora deberán mostrar sus conocimientos anatómico-forenses, los de repostería y de armas de fuego, de las cartas del Tarot, de antropología e histroria de la zona para poder conducir el caso hacia su desenlace.  En algún momento me he sentido como aquel adolescente que se tragaba toda la serie de novelas de Agatha Christie, protagonizadas por Miss Marple, pero tramutada ésta en una mujer joven, inteligente, sagaz, valiente, pero con un punto débil en su biografía del que no quiere acordarse. He de decir que, a pesar de esas pegas, la novela no la he dejado de lado en ningún momento, que se lee con interés y agrado, que gustará a los seguidores de la saga Millennium de Larsson, pero que a mí no hacía más que traerme a la cabeza la famosa clasificación de la novelística que el maestro Cortázar gustaba de hacer para divertirse: "novela tipo rollo-chino". Estoy seguro de que los editores de medio mundo tienen mejor pituitaria que yo y que se va a vender como rosquillas. Buena novela de verano, por otra parte.

José Manuel Mora.

P.S. Dejo  para otro rato mis impresiones polacas. No se pierdan el próximo capítulo de esta apasionate serie.





















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