La bicicleta verde, de Haifaa Al-Mansour

 ¿Testarudez de niña?

A lo mejor lo del cine no está tan mal como yo supongo cada vez que voy. Hoy éramos 16 personas, lo cual no es mucho, más en una sala grande, pero a la salida, a la sesión de media tarde, la gente hacía cola para entrar. La película adelanto que lo merece. Se trata de La bicicleta verde dirigida, sorprendentemente para estar filmada en Arabia Saudí, por una mujer: Haifaa Al-Mansour. Aunque es una coproducción con Alemania y viene avalada por premios venecianos.


En una visión apresurada, la peli se podría confundir con una obra menor, dado que los protagonistas son niños que pelean a su nivel por sus obsesiones en un barrio del extrarradio de Riad. Hay incluso un incipiente enamoramiento teñido de juegos y retos. Y el tono general es casi de comedia. Algún crítico la ha tachado tal vez por ello, equivocadamente creo yo, de costumbrista.  Pero pienso que el filme es mucho más serio de lo que a primera vista pudiera parecer. La relación entre ambos deja de parecernos un juego cuando sabemos que a una compañera de la niña, también de 10 años, la acaban de casar con un pariente de 20.





Sin embargo Wadjda sólo suspira por una cosa, por una bicicleta que le permita retar a una carrera a su compañero de juegos. Pero claro, no es un artilugio para niñas devotas, aunque ella lleve vaqueros debajo de la túnica negra y calce sus deportivas azules a modo de incipiente rebeldía (así es como empieza la peli, con un plano de las niñas uniformadas en la escuela). Ni a su madre, ni a su maestra les parece bien. Entre otras razones porque podría quebrar su virginidad, además de que la bici le da a la niña una libertad de movimientos en una sociedad en la que las mujeres, además de ir veladas, han de salir acompañadas y tienen prohibido conducir.


Da la impresión de que a la directora se le ha metido en la cabeza la idea de dirigir un largo y no ha parado hasta salirse con la suya, como le sucede a la cría. Por supuesto eso no está permitido en su país, así que la planificación ha tenido que ser mayoritariamente en interiores, donde ella tenía más libertad de filmar. Cuenta que para los planos en la calle, dirigía desde el interior de una furgoneta donde se hallaba con su monitor para seguir la grabación y desde donde daba las directrices de las tomas. Dado el éxito cosechado, parece que ya se está planteando el rodaje de la siguiente.



Y se nota que la directora es mujer en su mirada crítica ante todo lo que presenta. Casi no le hace falta discurso que defienda sus ideas. El hecho de mostrar lo que sucede la coloca a un lado de la trinchera, porque de una auténtica guerra se trata. Se trata de combatir la familia patriarcal, un padre muy enamorado de su mujer y que adora a su hija, pero que no duda en conseguir una segunda esposa porque la primera no le dio un varón. Un padre aferrado al mando de la play por toda distracción y que atiende todavía a los requerimientos maternos. Un padre que se deja servir con sus amigos, sin permitir que su mujer llegue a entrar al salón. Un padre en fin que tiene su árbol genealógico, en el que no consta el nombre de Wadjda porque es mujer. También para la madre hay estopa, ya que es la encargada de transmitir a la niña la ideología dominante. Como pasa en los países mediterráneos por otra parte, el nuestro incluido. Es cierto que la salva el amor que siente por la niña, la complicidad que mantiene con ella. Preciosos los momentos en que las dos cantan. Preciosa la banda sonora y las voces de ambas.



Mención aparte merece la maestra, complemento imprescindible en la transmisión de valores en cualquier sociedad, fuertemente ideologizada. No sé si se podría hablar incluso de fanatismo. La vigilancia constante de lo que sucede en el centro, de lo que hacen, dicen, de lo que llevan en las mochilas... Siempre con la amenaza de expulsión, además del fuego eterno. Como en mi infancia, por otro lado. A todo ello se le añade algo que es prioritario en esa sociedad: la preocupación por la apriencia. De puertas adentro se puede ir vestida a la occidental, maquillada, sólo hay mujeres, pero al salir hay que cubrirse y cubrir todo lo que pueda dificultar un futuro matrimonio. Su vida privada tampoco es un dechado de virtud, aunque no deje vivir a las criaturas. Se trata de imponer a los demás mi visión del mundo, que además no es mía, sino de los varones que la establecieron, aunque vaya en contra de los intereses de mi propio sexo.


Y en medio de todo ello, una niña inteligente, voluntariosa, peleona, con sentido del humor y con una ilusión en su vida: una bicicleta con la que hacer carreras con su amiguico. Más que de un capricho se trata de un sueño que de poderlo realizar la hará diferente, como a la directora de la peli. Cine de tesis, pues, aunque esté servido con amabilidad, ternura, comicidad a veces, y el dramatismo necesario ante toda esa situación de la que uno se pregunta si acabarán pudiendo salir. De momento ha habido una campaña exitosa de las mujeres que exigen poder conducir su propio coche sin necesidad de que las lleven. El vídeo en internet ha hecho mella, a pesar de las multas y las reconvenciones de la "policía de las buenas costumbres". Queda mucho trecho por recorrer y muchas batallas que seguir peleando. Allí y aquí.

José Manuel Mora.




Comentarios