Polonia y los libros

 La lectura en el Este

No pretende esta entrada ser una de esas sesudas que se marcan los de biblogtecarios, llenas de referencias y estadísticas. Simplemente,  y como en otros viajes, todo lo relativo a los libros me llama la atención, cosa que antes no me pasaba, o no de esta manera. Paseando bajo la lluvia por el centro de Poznan, descubro todo lo que queda de un pasado todavía muy reciente y gris, todo lo que han reconstruido brillantemente (la mayor parte de la ciudad quedó destruida por las bombas de alemanes y soviéticos) y algunas edificaciones de finales del XIX, como la que alberga la Biblioteca Universitaria, que no está en el campus. 


Al entrar en el edificio me encuentro con la sala de lectura de prensa y de consulta a través de ordenador. Nada extraño, aunque el ambiente me parece diferente del que uno esperaría en una biblio universitaria. Tiene un aire como de sala de estar acogedora, con esa luz gris que se filtra por el ventanal. Podría ser también la cafetería de un ciber. No se oye una mosca.


 Conviven luego los escáneres aparentemente de última generación a disposición de los usuarios, con los cajetines del catálogo manual , el antiguo fichero que alberga ordenadamente todas las referencias, como hace ¿siglos? Y sé que eso era ayer mismo, cuando yo empecé a visitar bibliotecas con el alumnado del Módulo y vi cómo se iban transformando año tras año ante mis asombrados ojos, para facilitar consultas, búsquedas y trabajos de quienes necesitaran de ellas.










La sala de lectura conserva el viejo mobiliario, lo que le da un sabor especial. El endiablado idioma me impide ponerme en contacto con la bibliotecaria que, "ni habla mi idioma", ni el esperanto universal del siglo XXI, el ingés aunque, como el mío, sea macarrónico. Así que se me quedan muchas preguntas y curiosidades en el tintero. Por esperar a que me diera un desplegable en un idioma comprensible, me perdí del grupo de la U.A.que realizaba la visita guiada pertinente. Menos mal que luego los recuperé.


La siguiente salida, esta vez con sol, me sigue deparando sopresas: la de la foto que viene a continuación es la Biblioteca Pública, la  más antigua de Polonia, de hace un par de siglos, claro. Un edificio Neoclásico, de planta rectangular, sobrio, a imitación de uno de los laterales del Louvre, que fue propiedad del noble Raczyński. Por supuesto, el edificio ha quedado obsoleto y, aprovechando los dineros que llegan de la UE, como hacíamos nosotros en los 80, han decidido realizar una ampliación que tuve la oportunidad de visitar el día previo a su inauguración.


 Esta vez la planta es también rectangular, pero perpendicular al edificio original. Da a levante, de modo que se aprovecha la luz, tan escasa por aquellas latitudes, gracias a unos estupendos lucernarios y a toda la serie de ventanales estrechos y numerosos que permiten el paso de la luz, pero no el del molesto sol cuando lo hay. 










Véase si no el ejemplo de lo que digo. La linealidad exterior e interior evita distracciones innecesarias y la atención puede cocentrarse en lo fundamental, la lectura y el estudio. Las estanterías comenzaban a estar repletas de ejmplares y, a lo que se ve, parece de acceso directo. El contraste con la eliminación de los fondos para reponer en las bibliotecas públicas españolas me parece evidente, como el que aquí sigan siendo especialistas titulados quienes se encargan de su funcionamiento, y no voluntarios, como parece proponer la "eximia" Presidente de la C. A. de Madrid.


Tal vez en todo ello tenga que ver un cuidado especial de las viejas Humanidades que se da en los países del Este y que incluye, por ejmplo, la formación musical como parte del currículo escolar. Así cantaban los del certamen "Universitas Cantat" al que asistíamos como coral invitada los de la U.A. O también una tradición que viene de lejos, no en balde era polaco el viejo Copérnico, y en alguna de su bibliotecas se alberga su De revolutionibus orbium celestium, de 1453, que puso boca abajo la concepción del mundo medieval.











El "vino viejo", el antiguo catálogo, en "odres nuevos", el mueble de modernísimo diseño que lo alberga, o las zonas de descanso frente a un pequeño jardín interior. Por no hablar de algo que ya observé en las calles de Viena, miniestanterías portátiles colocadas en las aceras, aprovechando que hace buen día, para ofrecer libros a los paseantes. Y claro, la gente se sienta y lee. Las abuelas con sus nietas "pierden el tiempo" siguiendo con ellas las viejas historias de los viejos libros, creando así afición. A mí me llamó la atención la imagen porque no creo haberla visto por aquí, salvo en ocasión de ferias del libro, y ni así. Y eso que gozamos de un clima propicio para que se den este tipo de actividades.



















Seguramente por todo ello y por otras inciativas que me habrán escapado (el idioma siempre), la gente en la calle se sienta y lee, el periódico o un libro. Esto sólo lo he llegado a ver por aquí en el metro de las grandes ciudades, para aliviar trayectos largos. Da igual que se sea mayor y hagan falta gafas, o joven y con pendiente. La costumbre seguramente hace que se puedan abstraer del tráfago mundano (me ha hecho ilusión utilizar esa expresión tan anticuada pero que explica muy bien el barullo en torno de la Plaza Mayor de Poznan


















Y quiero concluir la entrada con una fotografía (gràcies Cristina Torres) que muestra que la gente es capaz de ideas que consiguen implicar a la ciudadanía en cuestiones tan aparentemente ajenas a sus preocupaciones como puedan ser los libros. No sé el "cráeneo previlegiado" (Valle dixit)  que habrá parido la idea de costituir una cadena humana para trasladar los fondos de la vieja a la nueva sede de la Biblioteca que se inauguraba ese día con este acto simbólico de participación. La biblio es de todos, habrán debido de pensar. Y claro, luego la gente responde leyendo.


Todo lo anterior me produce sana envidia, aunque para concluir con una nota positiva he de decir que poder sacar libros de la Biblioteca General de la U.A. (gracias, AnaR. Candela) me ha permitido hacer uso de la guía de Polonia que he manejado en este viaje. Parece que los estudiantes saben lo conveniente que resulta porque muchas de las que me podían interesar estaban de viaje.

José Manuel Mora.

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