La Biblioteca Central de Rotterdam

Algo más que una biblioteca

Viajar muestra que se pueden hacer las cosas de manera diferente a como se hacen en tu propio país. Y esta manera a veces tiene una tradición que hace que determinadas actuaciones se vean con total naturalidad, mientras que al el foráneo le parece estar viviendo una especie de sueño feliz. El diseño para la biblioteca que visité en Róterdam se pensó hace ya más de treinta años (1983 por J. Bered Bakema). Con su forma de cascada, la planta va extendieéndose conforme se desciende. Está cubierta de techo y muros de cierre de cristal, lo que permite la conexión con el resto de la ciudad y también que penetre la luz, aunque nunca tan a fondo que pueda dañar los libros, ya que éstos quedan en la zona de penumbra de cada uno de los niveles.


Lo que casi podría considerarse desde aquí y por los no entendidos un diseño futurista, ha tenido tiempo incluso de ser remozado, porque los años no pasan en balde y porque las novedades que se están produciendo en el mundo de las bibliotecas han hecho necesaria su adecuación a nuevos usos y servicios. El edificio, con las tuberías de vivos colores situadas en el exterior, trae a la cabeza la imagen del Centro Pompidou, pero con peculiaridades.


Las distintas plantas sirven para acoger las diferentes secciones en que los fondos se dividen. En la entrada, espaciosa, se sitúa el mostrador de acogida, las ventanillas para la devolución automática de los préstamos, la cafetería restaurante y el calendario de actividades para el mes en curso. Con sólo que se visite esta planta baja, uno saca la conclusión de que no estamos ante un mero almacén de libros, ni tampoco de un lugar donde poder estudiar o leer con tranquilidad, sino ante un centro de cultura vivo: películas, lecturas dramatizadas, audiciones, conferencias, charlas de animación a la lectura, cursillos para la mejora del uso de internet... Para todo ello la biblioteca cuenta con un auditorio de capacidad media.



























Cuando uno pregunta, se entera de que esta Biblioteca Central es municipal (la negrita es mía). Es decir, los munícipes llevan tiempo considerando que la biblioteca es un bien de interés público y que como tal debe ser atendido por profesionales titulados, debidamente pagados y con unos fondos que permiten su adecuada gestión. Además de ésta, "central", hay otras quince más en toda la ciudad, aunque no con la riqueza de fondos y servicios que ésta posee.


























Aunque es de libre acceso, en cada planta hay un punto de información gestionado por un profesional, por si el usuario no encuentra lo que busca por sí mismo, además de que ayudan a que la gente vaya siendo cada vez más competente a la hora de realizar sus búsquedas. En determinadas zonas hay conexión wi-fi o bien el enchufe pertinente para permitir la conexión del ordenador personal. Además de una batería de monitores a los que se accede mediante el pago de 50 ct. la hora de conexión a la red. Está de más comentar que el centro proporciona también la posibilidad de solicitar libros electrónicos, que cada vez se van viendo con mayor frecuencia en forma de lectores electrónicos o con el soporte de la tableta.
 (Dado el tiempo que filmé he montado lo filmado en dos partes para poder subirlo a la red con más facilidad: aquí va la primera parte).



La circulación de gente es constante. Y admira ver la variedad humana que discurre por escaleras, pasillos y zonas de actividades; la inmigración es un hecho mejor asimilado aquí porque lleva más tiempo poniéndose en práctica. Desde gente de la tercera edad, que siempre parece con más disponibilidad para hacer de su tiempo lo que quiere, además de tener tal vez un hábito lector consolidado de otros tiempos, a gente joven que utiliza los recursos que la biblioteca proporciona, entre ellos los auriculares para escuchar vídeos o música sin molestar en unos sillones de diseño sorprendente.



 Por supuesto se cuida a las familias que traen, más si es domingo (abierto, por supuesto), a las criaturas, futuros lectores/usuarios que se habitúan así a frecuentarla. Hay un lugar espacial dedicado a los niños como cada vez es más frecuente ver entre nosotros. Los "prelectores", que denominaban los sabios de la Germán Sánchez Ruipérez en Salamanca, que son tratados con mimo; ellos y sus padres que los acompañan.
 












 Como ya comento en el vídeo, de vez en cuando saltan las sorpresas: que se pueda jugar al ajedrez; que las barrareras arquitectónicas hayan desaparecido para permitir el acceso a los discapacitados; que se ofrezcan bolsas de libros sorpresa por 5€ o 10€, según lo voluminoso que sea el paquete, que hay que adquirir a ciegas y que provienen del expurgo necesario que la biblioteca realiza de forma periódica, ya que las novedades siguen ingresando; que en la sexta planta las paredes de cristal sean retráctiles, lo que permite cerrar espacios para crear lugares de estudio para grupos, o de discusión. Por supuesto no se fuma, faltaría más; y los móviles están prohibidos (¡?). Y la norma se cumple (¡¡??). En cada planta hay, además espacios para leer cómodamente, sin pupitre, en confortables sillones, sin necesidad de llevarse el libro a casa. Y otra peculiaridad que hasta ahora no había visto en ningún otro sitio es la posibilidad de sacar partituras de obras musicales para estudiarlas en casa. Están encuadernadas con tapa dura y se organizan por épocas y dentro de ellas, por géneros y autores por orden alfabético. Y algo inédito también para mí, una especie de Jukebox en la que basta teclear el nombre del autor que uno quiere para escucharlo leer alguna de sus obras en el idioma original. Allí estaba Gloria Fuertes leyendo alguno de sus poemas.



Con todo lo que antecede parece evidente que la expresión "ratones de biblioteca" va dejando de ser apropiada ya que, al menos en Holanda (como se confirmará en la próxima entrada dedicada a la biblioteca de Ámsterdam), estos centros son lugares de encuentro social, de ayuda mutua, de puesta a punto de conocimientos, de orientación a la hora de una búsqueda de trabajo, de gozo participativo en las cien formas de expresión de la cultura. Al menos en Nederlandia se puede decir sin temor a equivocarse: ¡Larga vida a las bibliotecas!, por supuesto públicas y financiadas con el dinero de todos, faltaría más. Quienes pretenden en nuestro país, siguiendo la estela de la Thatcher, privatizarlo todo ( o devaluarlo colocando para atenderlo a "voluntarios" sin la formación específica necesaria, véase Madrid), también este servicio que tanto puede ayudar a la promoción social al poner los medios al alcance de todos, algo que ya descubrieron los ilustrados estadounidenses de independencia recién estrenada, ellos, los privatizadores, digo, deberían mirar un poco al norte. 

José Manuel Mora.

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