Librerías en Holanda

¡Qué envidia...!

Ya me ha sucedido en otros países y de ello he dado cuenta en estas páginas (véase lo referente al asunto de las librerías en Austria, Italia, Polonia...). Probablemente tenga que ver, entre otras razones, con una larga tradición en el sector (véase además la entrada sobre Plantino, supra). De hecho no puedo dejar de incluir una fotografía (que como las restantes que ilustran esta entrada he tomado a lo largo de mi viaje veraniego) de un cuadro localizado en el Rijksmuseum de Ámsterdam, fechado a principios del XIX. A tenor de lo que el pintor plasmó, el negocio debía de ser floreciente. La cartela que cuelga con las novedades no deja de ser curiosa. 


 Y voy a referirme ahora a una ciudad mediana, más pequeña que nuestro Alicante, Eindhoven, donde parece que existe la costumbre de no abrir los comercios los lunes hasta la una del mediodía (¿para reponerse del finde?). Sin embargo me llama la atención uno que sí está abierto y que ocupa el bajo de toda una manzana: una librería. Luego, al continuar el viaje, me daré cuenta de que se trata de una cadena, Polare, al estilo de la Feltrinelli, de la que ya hablé, pero que vende sólo libros de segunda mano, además de productos que tengan que ver con el sector.

 
Por estos lares, las librerías de ese cariz se conocen como "de viejo", lo que no sé si las hace un poco disuasorias, junto con el aspecto vetusto que lucen y la cantidad de polvo acumulado que se les supone a los ejemplares amontonados en mesas, estantes e incluso en el suelo. Los que llevan aquí, en Holanda, digo, el negocio, saben lo que se traen entre manos. Y como estamos en verano, la librería luce elementos que tienen que ver con la estación en cualquiera de los rincones de sus dos plantas.
 

A modo de reclamo, unos grandes carteles rojos advierten de que por la compra de dos ejemplares se obtiene nada menos que un 50% de descuento (imagen de la izquierda, abajo), y eso en libros que por ser de segunda manos ya valen más baratos.  En otros casos la oferta consiste en que te regalen uno si compras dos, como sucede con los ejemplares de bolsillo de la fato de la derecha, en la que destaqué El niño del pijama a rayas, comentado aquí hace tiempo. Hay que señalar además el perfecto estado en que se encuentran los ejemplares que salen a la venta. De hecho me vine con las ganas de traerme un tochazo sobre la arquitectura de A. Palladio, con tapa dura, in folio, sobresalientes fotografías y planos sobre todas las villae que construyó o diseñó para la zona del Véneto. Y sólo por 10 euracos (que diría mi amigo Fran).

 





























Las categorías de agrupación son las habituales y, como es frecuente, la parte del león se la lleva la Literatura Holandesa, en su mayor parte y de otros países europeos, traducidos y en versión original. [Como me dijo una ciudadana de Utrecht: "somos un país pequeño, nuestro idioma sólo se habla aquí, por lo que nos vemos obligados a aprender otros, para viajar y comunicarnos", dicho en un inglés con un acento impecable, que seguramente no llegaré nunca alcanzar (by the way, ella hablaba además castellano por haber estudiado un máster en Barcelona, y se defendía en catalán)]. Se incluyen las novelas gráficas, como un sector cada vez más consolidado, además de guías de viajes, adecuada sección para el mes de agosto, libros de arte de cuidadísimas ediciones,  etc. Todo en un ambiente relajadísimo, con personas dispuestas a ayudarte, y una cafetería estupenda donde pensarte las compras.
 





























Y una sorpresa muy grata: en los anaqueles de literatura extranjera encuentro dos ejemplares que reconozco, a pesar de que sus títulos vienen traducidos, gracias a las cubiertas, una de ellas, la misma con la que se editó en España: se trata de la Historia de la lectura, de A. Manguel, a la que tanto provecho saqué para mis clases de Historia del Libro, ya comentada aquí, y nada menos que una edición del moderno de J. Martorell y su héroe Tirant lo Blanc. 
 

Cabe señalar que, a pesar de la peculiaridad comentada sobre el cierre matinal de los lunes, la librería estaba con un movimiento de clientes más que considerable. No sé si tiene que ver con ello el hecho de los inviernos fríos y oscuros, que no animan a salir a la calle a  partir de las cuatro de la tarde. Tal vez por eso tienen tan introyectado el hábito de la lectura o la afición a la música, cosa que practican en gran número. Creo que no he visto en nuestro país nunca, en ninguna ciudad,  una estatua como la que se encontraba en Rotterdam, en medio de una calle comercial. Además no estaba pintarrajeada ni descabezada como suele suceder por aquí. 

 
Algo tan sencillo como una niña leyendo tranquilamente en medio del tráfago mundano. Para acabar de sorprenderme y a punto de abandonar el país, un domingo en Utrecht, a mediodía, hora justificada por ser el momento allí de la comida y el de la mayor abundancia de turistas, uno se encuentran de nuevo con una librería que, para mayor asombro, está abierta. A partir de lo que se dice en los cristales, ésta parece estar dedicada a los libros de bolsillo. Así que tal vez ahora se entienda mejor el subtítulo de esta entrada.


Ánimo pues a los amantes de los libros, a los empresarios con ganas de captar ideas para mejorar la marcha de sus negocios, al ministro Wert para que se dé cuenta de lo necesaria que es una buena educación al alcance de todos para mantener el mundo de la cultura abierto al mayor número de personas; ánimo digo. Viajar abre puertas mentales. Y Holanda no está demasiado lejos.

José Manuel Mora 
P.S. Dejo además el consiguiente vídeo que tal vez ilustra mejor el lugar que todo lo escrito aquí.

 

José Manuel Mora.


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