Museo Plantino, Amberes

Patrimonio Mundial de la Memoria (ONU)

Es verdad que la "cultureta", que decimos por estas tierras, con ese diminutivo tan cargado de afecto, viene a ser lo que queda cuando uno olvida lo que estudió. De mi paso por Salamanca y sus clases de Literatura, junto con lo que luego impartí en Historia del Libro en el MBAD, quedaba el vago saber de la importancia de los Países Bajos para la cultura europea del Renacimiento. Imposible olvidar la influencia del maestro Erasmo de Rotterdam en el pensamiento centroeuropeo.



Para la España imperial carolina, su influjo supuso un abrir puertas y ventanas a una visión crítica con el poder y con la Iglesia de Roma y sus excesos. La segunda mitad del s. XVI, con la Contrarreforma surgida de Trento, trajo el cierre a cal y canto del menor resquicio a la crítica erasmista y de otro tipo. Se prohibieron sus libros y cualquier otro que oliera a sus ideas fue anatemizado por la Santa y General Inquisición que incluyó todos esos títulos en el Index Librorum Prohibitorum. El pobre Lázaro de Tormes tuvo que sufrir en sus tiernas carnes, páginas arrancadas de pleno, otras con fragmentos tachados y capítulo completos prohibidos. Los Países Bajos en general, entonces bajo dominio de la corona española, y Amberes en particular, se convirtieron en el paraíso de los libreros y autores que querían seguir publicando con libertad sus escritos. Luego las obras seguían entrando de tapadillo en España y se seguían difundiendo, claro que con el peligro consiguiente. La sombra del alto Tribunal tenía los dedos largos. Uno de los editores que decidió, amén de hacer negocio con su trabajo, difundir todo aquello que le pareciera interesante mediante cuidadísimos trabajos de edición y encuadernación fue Cristóbal Plantino (1520-1589). 


Tras dedicarse junto con Arias Montano a la impresión de la Biblia Políglota Regia (remedo de la encargada por Cisneros, la Políglota Complutense) por encargo de Felipe II, acabó haciéndose célebre ya que los resultados fueron tan extraordinarios que obtuvo la concesión para la impresión en exclusiva de los textos religiosos, hecho que hizo florecer su imprenta.


Llegar de repente a Amberes y descubrir desde la oficina de turismo que una de las cosas que se han de visitar obligatoriamente es el Museo Plantino-Moretus (el negocio lo heredó su yerno, que además lo explotó con éxito y por eso el nombre del museo es compuesto) sorprende pues relativamente. Pero el asombro va en aumento cuando se sabe que está situado en la casa que él ocupó junto con su familia en el centro de la ciudad, un auténtico palacete renacentista con un idílico jardín en su interior. 









Como no podía ser de otra manera, parte de la casa estaba dedicada a la venta de libros. Esa sala era ideal para imaginar cómo sería un negocio del género en aquella época. A ella se añadían distintas habitaciones habilitadas como bibliotecas, bien del profesional de la edición, bien totalmente personales y no dependientes de lo que los clientes demandaran.  Los bustos, la esfera, el cuidado en la disposición dan idea de la importancia que el dueño concedía a esta zona de la casa.














Se pasaba luego a la zona que todavía se conserva como antaño estuvo, la del taller de impresión. Aquello era como dar un salto en el tiempo. Una gran reproducción de una plancha imprimida por Plantino ya pone de sobreaviso las distintas tareas que se llevaban a cabo en la empresa, puesto que estamos hablando de un trabajo de impresión pre-industrial, pero bastante serializado.


Imprssio Librorum  se intitula. En ella se ve en pleno proceso de trabajo a componedores, entintadores, torneros, correctores, encuadernadores, cada uno a lo suyo, conscientes de que, como dice más abajo Potest ut una vox capi aure plurima: linunt ita una scripta mille paginas, que en sermo vulgaris y de manera libérrima podría querer decir que "Es posible que una sola voz (palabra) pueda oírse muchas veces: de una sola cosa así escrita ("impresa" vale decir) se obtienen mil páginas". Que me perdonen los puristas. Ya sabéis, soy de ciencias. (Por eso lo he consultado a posteriori  a mi experto amigo Antonio, felizmente jubilado, que me propone la traducción siguiente
"Así como una sola palabra puede ser captada por mil orejas, del mismo modo un solo texto escrito encubre (oculta. encierra... ) mil páginas."




 Se muestran moldes para fundir caracteres, y se visita la cocina donde se preparaba el material para una vez fundido verterlo en dichos moldes para dar lugar a los tipos de impresión, tambiénlos punzones que el orfebre fabricaba y las letras fundidas a la inversa en caracteres creo que hebraicos.








Y por fin se llegaba al taller propiamente dicho. En los muebles de la izquierda se almacenaban los distintos tipos agrupados por tamaño de cada una de las letras en distintos cajetines.Quedaban guardados en los cajones inferiores o en la parte superior, a la vista, para el uso adecuado cuando coviniera. En la parte derecha se encontraban las prensas, con los tornos, los rodillos o mazas para entintar y el resto de la parafernalia necesaria. Y al fondo aún quedan las dos prensas más antiguas de las que se conservan en Europa.














Para cerrar el museo se exponen algunas de las joyas salidas de sus prensas, algunas profusa y magníficamente ilustradas a todo color, ya que el arte del grabado había ido perfeccionándose gracias entre otros muchos al maestro Durero. Aquí dejo dos maravillosos ejemplos: una Biblia y un mapa de la zona de Grecia que me parece, para la época, de gran precisión, además de muy hermoso.















Por todo lo anterior no es de extrañar que la ONU, en el año 2000 decidiera conceder al museo el título de Patromonio Mundial de la Memoria dado el tesoro librario y material que alberga entre sus paredes. Así pues parece que vale la pena pagar 12€ por entrar, cifra que los turistas pagamos gustosos, a tenor de la cola para entrar. Y termino con la segunda parte del vídeo que filmé in situ y que completa al que se encuentra un poco más arriba. De este modo, aunque no hayáis viajado a Amberes/Antwerpen ("que de las dos maneras puede y debe decirse", como ironizaba Corázar al hablar de la pareja alcachofa/alacaucil), os podéis hacer una idea de esta casa Museo que os animo a visitar si vuestros pasos os llevan a estas tierras del norte.




José Manuel Mora.

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