La vida de Adèle, de Abdel Kechiche

Una historia de amor

De nuevo el cine francés se adentra en honduras emocionales. Da igual que su director sea tunecino de nacimiento. Estoy seguro de que ha asimilado la cultura francesa a raudales mediante lecturas (ahí están los profes de literatura con sus comentarios de texto), y muy probablemente a base de ver cine de allí. De Abdel Kechiche ya se había proyectado en Alicante, y yo había visto, un filme galardonado con los "césares" correspondientes. Aquí se tituló  Cuscús, y era una historia familiar de inmigrantes que luchan por encontrar un hueco en la sociedad que los quiere desposeer. Aunque fuera de 2007,  la temática me parece premonitoria.


La que paso a comentar viene también avalada por la Palma de Oro de Cannes a la mejor película y a la mejor actriz. Resulta curioso que el director, que es además guionista, haya partido de una novela gráfica, género narrativo cada vez más de moda entre la juvenalia. Como desconozco el original, no sé si alcanzará la hondura que se ha logrado en el filme. Y hablo tanto de la escritura de la peli porque me ha parecido uno de sus grandes aciertos, por lo medido, por lo elaborado, por lo progresivo de su desarrollo hasta llegar al desenlace. Todo sin grandes alaracas, ni grandes golpes de efecto. La vida de esta chica transcurre como la de todos nosotros, por sus pasos, descubriendo lo que aquella le va poniendo en su camino sin prejuicios.


Una estudiante de bachiller, con sus clases, su pandilla, una familia anodina que come en silencio mientras mira la tele, sus escarceos con un muchacho algo mayor, su desencanto, hasta que llega el deslumbramiento. Y ahí todo lo conocido se emborrona, hay que descubrir un continente nuevo, Le pays de ton corps, que cantaba C. le Forestier cuando yo andaba por Burdeos en los primeros 70. Y el director opta por el plano abierto para mostrar ese descubrimiento extasiado de las dos mujeres, sin caer en la mirada del voyeur, dejando que la valentía de las dos actrices desnudas acerquen la verdad de dos cuerpos que se arrancan el gozo con ternura. Como dice uno de de los personajes masculinos que lo ha probado con los dos sexos, entiende que el placer de los varones es una nuez comparado con la bomba de relojería que estalla en el interior de un a mujer en el éxtasis. Hace falta mucha complicidad, mucho conocimiento mutuo para rodar a flor de piel y trasmitir verdad en carne viva con las miradas, con los gestos, con los gemidos nada impostados. Todo resulta creíble y fieramente humano, que decía B. de Otero


La película se sostiene sobre todo gracias a Léa Seydoux, muy apreciada en el país vecino y a quien no había visto antes, pero que a mí me ha parecido algo más fría, salvo en el estallido final, y a una actriz novel, Adèle Exarchopoulos, de origen griego, pero bien francesa también (no hay más que escuchar su voz oscura en el tráiler en V. O. que adjunto), a pesar de lo que los lepenistas vueleven ahora a plantear: la diferencia entre la nacionalidad por origen o por asimilación. Y es esta segunda mujer, con una capacidad sorprendente para pasar de casi adolescente en el inicio, a mujer plena al final, la que es capaz de emocionar con su sonrisa o con su llanto incontenible, en primer plano, sin trampa ni cartón, haciendo llegar el pálpito de su gozo o de su dolor. Ya sé que habrá espectadores que la encontrarán premiosa, larga en exceso, verborréica..., tal vez no vean que es justo el tempo necesario para presenciar cómo madura, crece y muere un amor. La anécdota es lo de menos; como casi siempre importa el modo en que el director ha decidido contar su historia y la verdad actoral con que ellas han sido capaces de dar vida a sus personajes. "De amores y de llorar", clasificación temática años 50. À ne pas manquer, que decimos los franceses.

José Manuel Mora.

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