Urueña y los libros

  Villa del libro desde 2007
  

No quiero ponerme meláncolico, ni en plan À la recherche du temps perdu, ahora que se cumplen 100 años de la publicación del primer volumen, Du coté de chez Swan, pero la última vez que estuve en Urueña fue en el 80 del siglo pasado y, salvo una maravillosa puesta de sol desde la muralla que da a poniente, que yo conservaba en mi memoria como un tesoro, lo demás no era más que ruina y desolación. Tapias medio caídas, callejas sin asfaltar, pueblo medio deshabitado, con algún que otro edificio visitable todavía... Sin embargo el tiempo ha sido clemente con este alcor castellano.


Hace tiempo que en las revistas especializadas (no sé si de verdad quedan) o en los suplementos culturales de los periódicos de papel (¡qué antigüedad!) se viene hablando de un extraño fenómeno: el pueblecito ha despertado de su sueño casi definitivo y se ha vuelto a colocar en el mapa gracias a ¡¡los libros!! De hecho el título que encabeza estas líneas sólo lo poseen catorce ciudades más en todo el mundo.


 De hecho a la puerta amurallada de este pueblito de doscientos habitantes, nos reciben los carteles que indican, más que monumentos, que también, tiendas de libros (unas diez), archivos de canciones (Centro etnográfico Joaquín Díaz), museo de instrumentos del mundo y un centro de documentación que promueve la afición a la lectura y que lleva el nombre de Miguel Delibes, claro. Los autobuses de escolares se quedan fuera y el aguerrido profesorado acompaña a sus huestes en el descubrimiento. Helos aquí.



























Y al abrigo de todo ello han ido resurgiendo otros negocios: se come bien, se restauran casas, se compran otras deshabitadas, se recupera la muralla que estaba que se caía... Y resulta un auténtico regalo pasear por calles tranquilas y soleadas, donde el único barullo que se escucha a veces es la barahúnda de los escolares que vienen a visitar el Centro e-LEA, una maravilla arquitectónica en su sencillez, que permite que te asomes al campo castellano desde sus ventanales y que acoge en sus paredes toda una serie de citas textuales (más abajo dejo una preciosa de Cervantes), además de exposiciones de carteles, dibujos, pinturas, fotografías, un salón de actos para cien personas donde se presentan libros y se dan conferencias y, sobre todo un museo del libro del que ahora hablaré. Incluso se promueve un premio de novela, se acoge una semana dedicada al fanzine... En fin, un no parar.



























El alumnado del ya caducado MBAD (Hélas!, que decimos los franceses) recordará que la Historia del Libro que en él se impartía podía ser maravillosamente ilustrada con la visita que hacíamos a veces a Madrid y a la Biblioteca Nacional, en cuyos sótanos se desplegaba un recorrido diacrónico de las distintas formas librarias, los instrumentos de escritura, los soportes, las tintas, los tipos..., todo estaba allí para mejor comprender lo que se había visto en clase (ahora, por cierto, esa exposición se ha remodelado y es temática, y no sé si mejor). Pues bien, en el e-LEA, se recupera aquella idea y se ofrece el mismo trascurso con otros elementos y unos estupendos vídeos ilustrativos, que completan lo expuesto.

























Y cierro con otra remebranza: en mis tiempos de enseñante de Tudela de Duero, recibíamos alumnado de los pueblecitos del entorno. Cuento una anécdota y pido perdón por ello. Estudiaban por centros de interés temático y uno de ellos era "la juventud". Yo solía pedir una redacción en la que me hablaran de cómo era la de su lugar de procedencia y una de ellas empezaba así: "Los domingos nos vamos mi amigo y yo a dar una vuelta...". Llamé a capítulo al muchacho, para advertirle que no se trataba de eso y me respondió: "Es que la juventud de mi pueblo somos mi amigo y yo". La lejana capital, a la que se iba de médicos o raramente de compras, los atraía. Y entonces les di un texto de Delibes para intentar que valoraran aquello que tenían, a pesar de lo dura que fuera su experiencia. Y he aquí que, entre las citas estampadas en los muros de Urueña, reencontré la cita. Aquí la dejo porque me resultó emotivo su hallazgo y porque me sigue pareciendo preciosa. Disculpad la escasa nitidez de la fotografía.


Los habitantes del pueblo están, claro, encantados. Dejo aquí el enlace que sigue porque resulta muy ilustrativo de la actividad que logran desarrollar. (http://www.xn--urueainforma-dhb.com/). Os animo a hacer una escapada si visitáis Valladolid, porque no está lejos y la excursión por el Románico de la zona os resultará tan grata como a mí, además de que se come de vicio. De nada.


José Manuel Mora.

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