De tal padre, tal hijo. De Hirokazu Kore-Eda

De la paternidad responsable...


El cine japonés me gusta de siempre. Es otro mundo, otra manera de vivir, otro ritmo, más pausado en lo íntimo y más acelerado en la vida diaria actual. Es como entrar en otra esfera en la que los valores son diferentes, o tal vez no tanto. Esta película, ganadora del Festival de Cannes y del de S. Sebastián puede ser un buen ejemplo. Si me animo a comentarla es porque parece que se mantendrá en la cartelera alicantina una semana más, cosa insólita para estas filmografías.


Del director, Hirokazu Kore-Eda, no conocía nada anterior. Creo que no se haya estrenado nada de él con anterioridad en nuestras pantallas, aunque en 2004 ganó el premio del festival de Valladolid. Tiene un aire la historia que nos cuenta de un filme de Ozu de los años 50 que vi hace poco en la tele y que tanto me gustó, la épica de lo pequeño y cotidiano. De los actores se puede decir lo mismo, no creo haberlos visto antes. La verosimilitud, en los casos de falta de encasillamiento de los mismos, me parece asegurada, aunque el doblaje, más si se trata de niños, falsea bastante lo que vemos, o al menos lo distancia. Y la historia puede ser universal. Los casos de niños robados o cambiados están de triste actualidad en nuestro país. En la peli se sabe pronto que la criatura de seis años a quien sus padres cuidan y educan con esmero, tal vez la madre dedica más tiempo que el atareado padre, no es biológicamente suya. Y pronto conocen también al hijo que de verdad engendraron pero al que crió otra familia completamente distinta a la suya.


La auténtica tensión surge cuando las dos familias se encuentran y se enfrentan los planteamientos vitales, educativos, crematísticos. Incluso las reacciones son distintas entre los padres de ambas casas, y muy distintas de las que seguramente se plantearían en el mundo meditarráneo, mucho menos contenido, más pasional. Entre las dos madres se establece mayor empatía que entre los varones, sim embargo la educación oriental ayuda a que el contacto entre niños y adultos sea hasta cierto punto fluido. La cámara lo filma todo con naturalidad, se mueve con soltura en los dos hogares, por completo diferentes, está atenta a pequeños detalles que retratan la idiosincrasia de los padres, controlado, racional, el uno; espontáneo, vividor, en el buen sentido, el otro, acompañada por una música que no subraya las escenas y que versiona algún tema clásico aunque a un ritmo más lento, que se deja escuchar como nuevo.


¿Qué primará, pues, el roce o los genes? Decía St. Exupéry, a través de su Principito cuando éste le hablaba al zorro, que "es el tiempo que yo he dedicado a mi rosa lo que la hace tan importante, tan única" (cito de memoria). Sin adelantar el desenlace, ese es el conflicto que la peli desarrolla con delicadeza, sin dramatismos, con mucha sensibilidad. A algunos les podrá parecer incluso algo sensiblona, pero lo cierto es que, como bien saben aquellos que adoptan hijos, están los que lo son de la carne, y "los hijos del corazón". Conozco algún caso cercano que se vería con el "corazón partío" si tuviera que elegir entre sus tres hijos de sangre y las tres hijas traídas sucesivamente de China. Buena ocasión para acercarse a ese misterio del corazón humano que es la paternidad/maternidad vivida de forma diferente.

José Manuel Mora.




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