Guadalquivir, de Joaquín Gutiérrez Acha

 ¿Causalidades?
Como decía "el que te dije", he aquí una "causalidad", que no una casualidad. Ignoramos las causas, pero seguramente alguna habrá que lo podrá explicar. Me refiero al hecho poco frecuente de que en un cine comercial se estrene un documental y me acerque a verlo, y que en la misma tarde (hay que ver cómo dejar una afición entre paréntesis, léase las corales, le deja a uno tiempo para otras postergadas como el cine), pero on line, haya visto por fin Searching for Sugar Man, que ganó el año pasado el primer premio en este género en el festival de Sundance y que no se había estrenado en Alicante.  Dejo aquí el enlace a través del cual lo he visto, y que es además el de un estupendo blog dedicado al cine documental: http://www.naranjasdehiroshima.com/2013/02/searching-for-sugar-man.html. Como mis hermanos me regalaron el cedé en octubre, lo he disfrutado más aún porque toda la banda sonora me era ya familiar.

Y para que os vayáis haciendo una idea de la historia de este compositor cuasi maldito, que acabó triunfando en la Suráfrica del apartheid después de haber sido ninguneado en su Detroit natal, y de la música que la ilustra, dejo aquí el vídeo subtitulado como aparetivo. Estoy seguro de que quedaréis intrigados por el cuento y fascinados por  letras y  música. La fotografía es magnífica y la estructuración del filme de lo más coherente, porque deja para la segunda parte del metraje el hallazgo de lo que se buscaba, el cantante en su grisura vital del momento presente.



Y paso al largometraje documental que me ha ocupado la segunda parte de la tarde: Guadalquivir, que tiene por guionista y director a Joaquín Gutiérrez Acha. Si ya es casi suicida emprender el rodaje de una peli "normal" por lo que tiene de dificultosa su financiación en los tiempos que corremos y con la inquina del ministro de turno, excuso decir cuando se trata del género comentado. Televisiones, institutos oficiales, consejerías tienen que darse la mano para que el rodaje de algo así sea posible.
Me refiero naturalmente a los medios técnicos necesarios para rodar sobrevolando la sierra de Cazorla, donde el río nace,  o hacerlo a ras de arena en la marisma del coto de Doñana donde se deslíe en agua marina. La primera vez que escuché nombrar este lugar fue en boca de mi amiga Nieves, bióloga de pro, que me lo mitificó al contarme su estadía en el interior de una zona cuya fragilidad ha hecho que se restrinjan las visitas al máximo y que se realicen guiadas y no por libre. Luego de años el mito quedaba al otro lado del río, cuando fui a San Lúcar a visitar a Quique y Beli. El pinar estaba tiro de piedra, pero del otro lado, inexpugnable y secreto.


Hablaba de la multiplicidad de cámaras para registrar la vida en directo y de su diversidad: grandes angulares, objetivos macro, aparatos para captar el sonido ambiente y la vida secreta en su incesante cambio, a cámara lenta o acelerando los fotogramas. Hay que elgir además los lugares idóneos y ser suficientemente pacientes para lograr el momento justo. La belleza que se consigue en esos casos es asombrosa. Queda para después la tarea de montaje para hacer creíble, en plano y contraplano, lo que no tiene por qué ser una secuencia continua. Sin embargo a veces la escena toma en un solo encuadre todo el recorrido de la anécdota y la emoción sube de grado.


Hay un hilo conductor de la narración, además del curso del agua del "río grande", (que es lo que quiere decir Guad-el-kebir), y es el zorro que acompaña el fluir en busca de comida y compañía. Y en el transcurso, el águila real, los buitres leonados, los linces, los petirrojos, las grullas y cigüeñas, los flamencos, las anguilas y ranas, ciervos, ardillas en el entorno del camino de agua que se adormece en la marisma y se niega a desembocar como dios manda. La narradora es Estrella Morente, que posee una voz oscura y sedosa, muy adecuada para acompañar a lo largo del viaje. Sin embargo hay tal vez en el texto que ella lee un exceso de retórica, de sobreabundancia de imágenes verbales, cuando las que vemos en movimiento ya tienen fuerza más que suficiente. La música compuesta para el filme está al borde de despeñarse por el violinismo en algún momento, pero en otros es muy apropiada. Y el poema de Machado que la Morente canta al final es de antología. Dura hora y media, como una peli "normal" (¿o no son pelis normales los documentales?) y se pasa en un verbo. Como un documental de la 2 de los de animalitos, pero en pantallazo total. Vale la pena la experiencia. Igual despierta el deseo de visitar esas tierras.



José Manuel Mora.















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