Her, de Spike Jonze

O. S. (Operating system)
 He de reconocer que lo único que había visto con anterioridad del director/actor/productor/guionista Spike Jonze no me había gustado demasiado ( forma suave de decir que no me había gustado nada), Cómo ser John Malkovich (1999). Sin embargo lo que había leído sobre el filme recién estrenado aquí, Her, (en puridad se debía haber titulado It, puesto que es una máquina de lo que se trata), me resultaba sugerente, a pesar de que el director firmaba también el guión. Probablemente no lo verán igual los nativos digitales que los migrantes a este proceloso y nuevo mar de lo digital, como es mi caso. 



La acción se desarrolla en un mundo futuro, pero no a largo plazo. La gente viste más o menos como nosotros y tan sólo la ciudad de L.A. ha crecido exponencialmente en rascacielos. Todo es más o menos reconocible, salvo que las aplicaciones electrónicas han avanzado enormenete, casi como las que se puede uno imaginar como posibles: reconocimiento de voz, transcripción de voz humana a texto sin necesidad de escribirlo, conexión al buzón de correo a través de un pinganillo auricular con lectura de los textos que van llegando, pantalla virtual e interactiva en casa..., el sueño de los maniáticos de la tecnología. El protagonista trabaja en un oficio que vi por primera vez en mi viaje a Perú y que luego he comprobado que subsiste en México y Guatemala, herencia dejada por nosotros: la de escribidor de cartas. En Latinoamérica se hace en las calles, sobre máquinas de escribir portátiles en mesitas plegables, porque la gente es analfabeta en gran medida y necesita que le redacten los textos que precisan. Es este mundo tan tecnificado de la peli, no es la incompetencia grafológica, sino la comodidad de que otro redacte lo que quieres transmitir. Si lo llevas haciendo tiempo, conoces al remitente y al destinatario y podrás escribir sin demasiado temor a meter la pata. Además el prota acaba de separarse de su mujer, aunque aún no ha firmado los papeles de divorcio para no sentirse completamente desamparado. 


En esta situación de fragilidad emocional se encuentra el protagonista, que además es un hombre sensible y con ciertas reticencias en las relaciones interpersonales a la hora de la convivencia, cuando le llega por descarga a su ordenador la posibilidad de instalarse un nuevo sistema operativo (vid. la wiki) de inteligencia emocional destinado a satisfacer todas las necesidades del que lo utiliza, y que va completando la información que almacena con las respuestas que recibe del propio usuario, razón por la cual cada vez lo conoce mejor y puede responder mejor a sus demandas. El problema es que se trata de un ser virtual, perfecto en sus reacciones y a la hora de interactuar con el protagonista, pero sin corporeidad alguna. Yo he sido siempre más de piel con piel, para eso soy del siglo pasado, pero entiendo que la soledad es muy mala y que la voz de la S. Johansson puede ser de lo más sugerente y con capacidad para erotizar a cualquiera.


Hay otro artilugio que completa todo lo anterior y es una microcámara que se lleva en el bolsillo de la  camisa y que permite registrar todo lo que se ve y se vive en tiempo real y que va conectada a la base de datos del ordenador, lo que puede hacer creer que lo que se filma se comparte en realidad. A partir de ahí, aceptadas estas premisas, la confusión de sentimientos y las complicaciones en la relación "amorosa" pasan a ser "normales". Pero en el espectador migrante el distanciamiento es imposible de evitar. Para romper esa barrera tan brechtiana está la interpretación magistral de Joaquin Phoenix. Ya sé que las réplicas en cine no siempre se dan frente a otro actor, y que muchas veces se rueda en plano/contraplano, pero aquí el actor lo tiene difícil porque sólo maneja la supuesta voz a través del pinganillo para hacerle reaccionar. Y la verdad es que en un trabajo de primeros planos Phoenix sale triunfante a la hora de mostrar una enorme variedad de reacciones emocionales: curiosidad, impaciencia, hilaridad, tristeza, enamoramiento en carne viva, la suya. Hay otro personaje, su vecina, Amy Adams, quien también está naturalísimamente real, que lo invita constantemente a disfrutar de lo que la vida ofrece, ya que es efímero. Todo ello conforma una historia absolutamente creíble, emocionante, divertida, sexi y que seguramente, para quienes ya han tenido citas a ciegas gracias a las páginas de contacto en el ordenador, será un paso más, plausible, en todo lo que la tecnología va a ir ofreciéndonos.  

José Manuel Mora.

P.S. Para los de Biblio: el protagonista consigue que le editen una recopilación de sus mejores cartas, ya que todavía hay editores que creen en esa antigualla del libro en papel.




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