El Gran Hotel Budapest, de Wess Anderson

 Alucinante

Una vez concluida la Semana del Cine, o como demonios se llame, vuelta a la realidad. Han proyectado la peli para mí solo. Como suele suceder en el cine de W. Anderson, hay opiniones para todos los gustos. Lo que me animó a ir a verla fue saber que el director, que no había oído hablar de Stefan Zweig, tras leer Memorias de un europeo, decidió empezar a parir su historia en forma de guión, y además continuó con las obras completas del austriaco, de quien se declara fan empedernido. Y así nos llega El Gran Hotel Budapest, dirigida por quien parece que se ha puesto de moda.


No cabe duda de que estamos ante puro cine, narración en imágenes que no podría ser contada más que de forma visual, puesto que su traducción a palabras la empobrecería enormemente. Y para ralatar esta historia ambientada en un país de nombre ficticio en el corazón de la Europa de entreguerras, el director parece haber decidido  ir más allá de sus obras anteriores: el decorado del interior del hotel es inmenso y ha de servir para filmar planos secuencia e inmensos travellings, que parecen ser marca de la casa. Se incia con una narración dentro de otra narración hasta dar paso a las peripecias de Gustave, el recepcionista y su ayudante. Parecen más humanos que los de filmes anteriores y son vistos con ternura por el director, pero a mí me siguen pareciendo estereotipos que no me transmiten emociones. Es cierto que la historia es tan desopilante que uno se pregunta cómo se va a resolver, después de tanto enredo. Y ahí está parte de la gracia. El transfondo del ascenso de los nazis al poder y el inicio del conflicto bélico, que aquí queda reducido a pura fantochada, no me permite tomarme a risa lo que veo, aunque he de reconocer que he soltado la carcajada sonora y solitaria en un par de ocasiones.


Queda dicho en otro lugar de este blog que la troupe actoral que sigue al director está dispuesta a cualquier cosa con tal de trabajar con él. Si no, que se lo digan a Dafoe o a Keitel, a la Swinton, por no hablar de los protagonistas: Fiennes, Abrahams, Law, Brody, Norton, Goldblum... etc, para no cansar. Todos están estupendos y dispuestos a encarnar al personaje más desnortado y a llevarlo al límite. Con todo ello acaba componiendo un friso que, unido a una música ajustadísima y unas ubicaciones que no se sabe si son fruto de la realidad o de diseño gráfico por ordenador, termina por convertirse en auténticas coreografías, soprendentes muchas veces, pero a mi modo de ver vacías de alma. Que cada uno juzgue.
 
José Manuel Mora.
 

 


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