La escuela de la carne, de Yukio Mishima

 De amores imposibles

 Los inconvenientes de tener una bibliotecaria personal a la vuelta de la esquina consisten en que se restringe la posibilidad de elección o de novedad, puesto que todo queda a merced de sus propuestas. Pero si el fondo librario que atesora es amplio y su gusto y juicio crítico han sido muchas veces contrastados, a uno se le simplifica la tarea. Mi amiga Isabel es la que me propone a un autor al que yo no me enfrentaba desde mis tiempos de Preuniversitario o mis primeros años de carrera, entonces aconsejado por otro amigo, Quique, más en vanguardia que yo. Leí pues Confesiones de una máscara (1949) y me quedé impresionado por la valentía con la que el autor, a través del protagonista, se planteaba su homosexualidad en un sociedad tan conservadora como la japonesa; tal vez también por la estrechez mental que imperaba en la España de entonces, tan nacional-católica, en la que yo me movía. El muchacho debía "enmascarase" para poder hablar de sí mismo y para poder vivir en aquel ambiente enrarecido, que nunca habría aceptado su diferente manera de esatar en el mundo. La que llega ahora a mis manos, en una cuidada edición actual, es MISHIMA, Yukio. La escuela de la carne. Madrid: Alianza Editorial, 2012. La fecha del original de su publicación es 1963 y lo señalo por lo que luego comentaré. 


Mishima (Tokio, 1925) era en su país un autor de reconocido prestigio, tanto que estuvo a punto de ser propuesto para recibir el Nobel, aunque se dice que él declinó el ofrecimiento para que fuera su mentor, Yasunari Kawabata, quien acabara recibiéndolo en 1968. Otros consideran que no lo ganó nunca por su ideología fascistoide. Una infancia atormentada por la presencia de una abuela severa y un padre que le impedía escribir, cosa que él ralizaba por la noche, lo llevaron a una fascinación por el dolor y por la muerte rituales. Él mismo reconocía que la visión de "El martirio de S. Sebastián", atado, asaeteado y ensangrentado, le provocaba ensoñaciones eróticas. Su llegada a la madurez se produce en un país derrotado tras la IIª Guerra Mundial que, según su opinión, se había occidentalizado y había perdido los valores que le eran propios y que se encarnaban en la figura intocable del emperador. Todo ello le llevó a una ideología marcadamente nacionalista, en la que el gusto por los uniformes y por el culto al cuerpo acabaron de conformar su personalidad y sus preocupaciones literarias. 


Se casó y tuvo un par de hijos, aunque su homosexualidad, latente en principio y explícita por fin, lo llevaba a mantener relaciones con varones cuando salía de su país. Acabó en 1970, tras una arenga a un grupo de soldados de un cuartel que lo tomaron a rechifla, suicidándose según el ritual de hara-kiri, que se completaba con una decapitación por parte de un compañero.
 Relatos, ensayo, teatro, guiones de cine que incluso dirigió en interpretó; fue un autor polifacético que dedicó la mayor parte de sus afanes a la narrativa. Dejo aquí el enlace al primero de los tres vídeos que permiten su visionado completo.


 La escuela de la carne que comento aquí se ambienta en el Japón de los años sesenta y se inicia con la reunión de tres amigas entradas ya en una espléndida madurez, de posición acomodada y divorciadas, aspectos ambos que les permiten una absoluta libertad, a pesar de vivir en una sociedad que el autor caracteriza de este modo: "Así, bajo esta iluminación mortecina, también estas mujeres, hartas de su vida conyugal, no podían dejar de pensar que la falta de luz era común en todas las casas" (pág. 9). Como decía Marx (D. Carlos), lo que permite gozar de esa libertad es "que descansaba en tres pilares: era rica, bella y solicitada" (pág.39; el subrayado es mío). Se trata de Taeko, desde cuya perspectiva se narra la historia. Ese subterfugio le permite al autor, desde la óptica de la protagonista, mirar a su oponente varón, veinteañero, de cuerpo trabajado, a quien tanto ella como Mishima convierten en objeto de deseo: "Contemplaba el semblante adormecido de Senkitchi desde arriba, como quien mira la superficie de un río sombrío desde lo alto de un puente" (pág. 55). Se trata de una relación desigual: edad, estatus social, sensibilidad, formación..., en la que ella se sumerge como quien se plantea un reto y lógicamente tiene más posibilidades de perder. 


Lo soprendente, no para nuestros ojos de hoy sino para los lectores japoneses de los sesenta, es que el muchacho trabaja en un bar de clientela gay y que parece ofrecer sus servicios a quien los pueda pagar. Y ella puede: "Los muslos de él, firmes y musculosos, oprimían cruelmente los muslos tiernos de Taeko" (pág. 72). Sin embargo pronto descubre la profunda sima de soledad en la que ambos están: "Entre la soledad de él y la suya se abría un abismo más y más profundo [...]. Nunca antes de esa noche había tenido la sensación de haber quedado aislada de todo, de hallarse tan sola" (pág. 62). La actitud del chico es de aparente desprecio hacia la mujer que lo mantiene, aunque sea capaz de vivir y hacer vivir momentos apasionados a la diseñadora de modas  "En la arrogancia de joven se detectaba con claridad el sentimiento de desdén que aflora espontáneamente en los animales fuertes y hermosos" (pág. 70). Y el autor se sigue valiendo de los ojos de ella para describir lo que lo atrae: "Había dulzura en medio de la virilidad de sus rasgos, orgullo y soledad" (pág. 78). Subrayo esto porque al tiempo los homosexuales travestidos de geishas son vistos con desprecio por sus conciudadanos tokiotas por su feminidad impostada, aunque uno de ellos acabe siendo de una altura moral de la que carecen el resto de los personajes. 


Hay un constante hacerse daño dentro de esta relación: "Siendo el corazón humano tan misterioso como es, cuanto más daño se hacían, con más seguridad aproximaban sus corazones" (pág.84). Y sin embargo "Pudo sentir bajo la simple presión de la mano de Sekitchi en su hombro, cómo en todo el interior de su cuerpo se derramaba el goteo incesante de la pasión" (pág. 139). No hay salida para estos dos seres humanos que pelean en un ring que ellos quieren de libertad, aunque ésta los destroce, sobre todo porque "hacerlo desde el encarcelamiento habría sido la causa de una destrucción más rápida" (301). Ella quiere controlar la situación, lo que para una sociedad tan machista como la japonesa debía parecer casi herético y él quiere controlar sus sentimientos, porque de no hacerlo se vería derrotado: "Senkitchi estaba convencido de que, por muy innoble que fuera cualquier acción que cometiera, si no ponía pasión en ella, nunca iría contra la moral. Protegerse de los sentimientos: tal era la clave del éxito" (pág. 323).
Novela de un estilo claro, pausado, elegante, que pretende diseccionar el alma de sus personajes y que a la vez los sitúa en su momento y lugar. Novela triste y a la vez subyugante, que abre una ventana a una cultura que no acaba de ser tan distinta de la nuestra. Al fin y al cabo, todos somos seres humanos frágiles ante los arañazos de los demás, deseosos de ser amados y a la vez de controlar nuestro propio destino. Eterna contradicción. 

José Manuel Mora.



Comentarios

Alfonso Antón ha dicho que…
Novelista estupendo,preciosista,sutil,tenso y creador de escenas memorables y cineasta para cinéfilos apasionados peculiares de la temática de Mishima.
conyorozco ha dicho que…
Me gusto, acabo de leer la nivela y coincido con su aoteciacion