Leer imágenes, de Alberto Manguel

 Leer, latu sensu

Quienes visitan estas páginas desde antiguo saben la devoción que profeso al autor de la obra de la que me voy a ocupar. La admiración comenzó a raíz de la preparación de las clases de Historia del Libro del MBAD, para la que leí de forma apasionada su tratado Una historia de la lectura, que sigo recomendando vivamente a todo aquél que quiera saber algo más sobre ese proceso que nos es tan natural por cotidiano, lo que nos hace pensar que siempre se ha desarrollado del mismo modo, lo que dista de ser cierto. Hace no mucho comenté aquí la obra de otro erudito, U. Eco, maestro de los medievalistas y semiólogo de pro. Pues bien, nuestro autor parece que quiere opositar a la misma cátedra, luego diré por qué. MANGUEL, Alberto. Leer imágenes. Madrid: Alianza Editorial, 2002. Lo regalé en 2003 como acto de amor, pero no lo leí. Esperando al que ahora tengo entre manos, me lo he echado al coleto. 


Manguel, un chico joven de mi edad, nació en Argentina, de donde tuvo que salir por piernas por culpa de los malditos milicos a finales de los años sesenta. Ha vivido, como buen exiliado, en muchos y diferentes países, lo que le ha permitido dominar con fluidez, riqueza y precisión el inglés, en el que habitualmente escribe y del que este libro está bien traducido por C. J. Restrepo, y el francés, por donde habita, además del castellano inicial, hasta desembarcar en el Canadá que le dio albergue y carta de ciudadanía, y ya con su nuevo pasaporte vive instalado en Francia, en una casa que él ha restaurado y acomodado a sus necesidades, que son casi las de un monje medieval, rodeado de libros por todas partes, en torno a 40.000 volúmenes censados el año pasado. 


Tal vez el hecho de que sirviera de lazarillo-lector al ciego Borges, cuando él apenas era un muchcacho, acabó de apasionarlo definitivamente por todo lo que los libros encierran. Además de escribir alguna novela, ha trabajado en libros que requieren de un acopio inmenso de materiales, lo que supone su profundo conocimiento para poder discriminar lo que es realmente válido. Y así el autor decide adentrarse en el mundo de las imágenes y su posible "lectura", lo que en mis tiempos de estudiante de Filología en Salamanca empezaba a conocerse como Semiótica, campo en el que el profesor E. Bustos comenzó a guiarnos de manera incipiente. Se trataba de estudiar la capacidad de los signos para producir sentido y poder estudiar así su interpretación. Y Manguel se adentra en objetos variados en cuanto a su soporte: cuadros, fotografías, esculturas, arquitectura, planteando que para cada tipo de "imágenes", se pueda adoptar una perspectiva distinta: el relato, la ausencia, el acertijo, la pesadilla, el reflejo, la violencia, la subversión, la memoria, por citar sólo algunas, por eso hablaba del latu sensu en el encabezamiento. Dejo aquí la obra de Campins, la Virgen con la pantalla de mimbre, como ejemplo de lo que puede ser una "lectura" exahustiva de los elementos que integran el cuadro y que uno creería poder develar por sí mismo, pero que la sagaz pluma del argentino-canadiense descubre hasta el fondo. 


Sus palabras son claro exponente de su propósito: "Si ver imágenes equivale a leer, entonces se trata de una forma de lectura enormemente creativa, una lectura en la que no sólo tenemos que convertir las palabras en sonidos y éstos en significados, sino también convertir las imágenes en significados y éstos en relatos. Desde luego mucho escapará a nuestra narración, debido a la cualidad camaleónica de la imagen y la naturaleza protéica del símbolo. Imagen y significado se reflejan mutuamente en la galería de espejos por la que, como por unos corredores con pinturas colgadas, decidimos vagar sabiendo siempre que la búsqueda no tendrá fin" (pág. 185). Libro, pues, sugeridor, que abre ventanas a una comprensión mayor, que descubre artistas que uno no siempre conocía: Joan Mitchell, Robert Campin, Tina Modotti, Lavinia Fontana, Marianna Gartner, Filóxeno, Pablo Picasso... etc. Lógicamente, cuando el bagaje cultural que uno lleva a la espalda por lo leído o lo vivido es rico, la lectura que uno hace es más rica también. En ese sentido, el erudito que es Manguel lee las imágenes que nos presenta con toda una serie de informaciones, de referencias y asociaciones riquísimas. Y la lectura del libro, además de descubrimiento de autores y anécdotas, se convierte en un auténtico placer.

José Manuel Mora.


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Comentarios

Sàlvia ha dicho que…
Gràcies per compartir ;)